Por: MIGUEL BLANDINO.
La estrategia es el camino general que conduce al objetivo central. La táctica es el conjunto de vehículos que ayudan a acercarse a esa meta.
El tipo de vehículo debe corresponder a las características del camino, es decir, a las condiciones de cada etapa que se debe escalar para desde ella avanzar a la siguiente.
El actual régimen salvadoreño de concentración de la riqueza y descarte de la población empobrecida no dio inicio en 2019, sino el día que se firmaron los Acuerdos de Chapultepec y con ellos se le dio carta blanca al modelo neoliberal.
Los poderes fácticos iniciaron un combate entre ellos por el control del poder político desde el cual manejar la economía en función de sus intereses particulares. La legislación salvadoreña establece que los partidos políticos son las únicas instituciones por medio de las cuales se pueden conseguir los cargos públicos para gobernar el timón de la Nación.
Entonces los poderes fácticos crearon sus propias firmas para tratar de contar con representantes de sus intereses y acrecentar su influencia.
Los que no tenían su propia organización partidaria trataban de influir financiando partidos o comprando el ingreso de sus representantes para incidir desde dentro del partido de alquiler.
Todas las instituciones del crimen organizado, local e internacional, se abrieron espacios en los partidos políticos, sin distinción. Todas buscaron los cargos más importantes dentro de ellos. Y todas los consiguieron en mayor o menor medida.
Pero el poder político en una democracia representativa está fragmentado y es oscilante. Unas veces lo retiene un grupo fáctico, en otro momento uno aliado del primero o, incluso, uno que rivaliza y lucha por desplazarlo de manera definitiva.
Parafraseando al clásico: “la guerra es la política ejecutada con otros medios”.
En la guerra, el objetivo o la meta no es la aniquilación del enemigo, sino la conquista del poder. El aniquilamiento o el sometimiento del enemigo es un objetivo subordinado que al alcanzarse permite el acceso al espacio desde donde se toman las decisiones que son fundamentales, es decir, el poder político.
Reducir o eliminar la influencia del otro para centralizar todas las decisiones es un objetivo táctico. No es el objetivo estratégico, sino el vehículo para llegar al control total. La construcción de un estado totalitario es el objetivo estratégico.
Cada día que pasa van quedando a la vista con absoluta nitidez los movimientos tácticos que apuntalan la estrategia política del régimen salvadoreño en construcción.
Si se quiere conocer la verdadera estrategia política hay que apuntar la mirada hacia donde se localiza el poder. No debe perderse de vista lo esencial por mirar lo que es solo aparente o acaso real pero secundario o accesorio.
Y poner atención a la estrategia es vital porque sus objetivos son el destino al que conduce el camino.
Y cada día va descubriéndose que la acción destructiva de las instituciones democráticas, su sustitución por otras que obedecen a pie juntillas al poder centralizado, van en la ruta totalitaria.
El instrumento por excelencia del control social es la represión: el ejército, la cárcel y la muerte son los medios de contención de toda protesta cuando la propaganda pierde efectividad.
Por eso en El Salvador se privilegian desde 2019 el fortalecimiento cuantitativo y cualitativo del ejército, incluso en perjuicio de la policía.
Cuando se analiza de manera diacrónica el comportamiento del gobierno salvadoreño desde 2019 a la fecha en relación con la Policía Nacional Civil (PNC) y la Academia Nacional de Seguridad Pública (ANSP), y vemos como ambas han venido siendo desfiguradas, no queda duda alguna en cuanto a que el propósito del gobierno es anularlas y, en el mejor de los casos, mantenerlas vivas como mascarones pero carentes de toda capacidad de cumplimiento de la misión para la que fueron creadas. En el peor, obviamente, van a derogar su ley de creación y simplemente van a desaparecer.
La modificación curricular del plan académico de formación de los cadetes de la policía, que tenía en un lugar preponderante el papel de servicio social y garante de los derechos y las garantías constitucionales de la población salvadoreña, para enfatizar en los conceptos de combate del enemigo interno y la protección de la seguridad nacional, o sea, la vuelta a las ideas de la doctrina predominante en los tiempos de la guerra civil, son evidencia de la militarización del espíritu del único cuerpo de seguridad que podía proteger a la ciudadanía.
Y si desde 2022 hay una sensible y sistemática reducción del personal policial, operativo y administrativo, que alcanzará el 20% en 2025, al mismo tiempo que el ejército ha crecido en 30% en el mismo lapso, todo indica el rumbo que lleva el país.
El crecimiento cuantitativo y cualitativo del ejército es alimentado, por cierto, por la ayuda descomunal en naves aéreas, marítimas y terrestres y armamento y todo tipo de pertrechos y asistencia técnica militar del gobierno de los Estados Unidos.
Cuando analizamos también diacrónicamente el presupuesto general de la nación, podemos observar un comportamiento en el mismo sentido.
El viernes pasado se cumplieron dos meses desde que la PNC fue decapitada. Sus tres jefes de mayor rango fueron eliminados en un mismo acto. Todos ellos eran incómodos porque sabían demasiado y el gobierno no podía correr el riesgo de que alguno o todos ellos fueran citados como testigos o solicitados en extradición como cómplices en los casos de crimen organizado internacional que se ventilan en una corte de Nueva York.
Dos meses después de muertos aún no han sido nombrados los jefes que van a reemplazarlos en los máximos cargos de la institución policial.
¿Otro clavo en la tapa del ataúd de la PNC?
Mientras la presencia militar en cada cuadra recuerda las escenas de Santiago de Chile en el inicio del régimen de terror fascista de Pinochet.
¿Es esto parte de la política del gobierno estadounidense de Biden, obedeciendo al capital financiero y especulativo de las cúpulas de los dos partidos hegemónicos? ¿Va a cambiar la lógica con un gobierno de Trump que le apuesta a la economía real más que a las apuestas en el casino de Wall Street? ¿O simplemente va a aprovecharse Trump del chantaje a bukele para obligarlo a renunciar a China y servirle en su lucha antiinmigración, como en el pasado?
Como decía el tenebroso narrador de las historietas de la bruja Hermenegilda linda linda: “nadie sabe, nadie supo la verdad del tétrico y diabólico caso de El Salvador bajo la primera tiranía del presente siglo”
DOS MESES SIN JEFE EN LA PNC.
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