Por: MIGUEL BLANDINO.
Para elaborar un pantalón a la medida, un sastre utiliza para comenzar una cinta métrica y toma los datos de la realidad sobre la que va a trabajar. Eso es lo fundamental. Lo demás es accesorio: zíper y botones, o un elástico en la cintura, cuatro bolsas horizontales, verticales o sin bolsas, ruedo volteado o dobladillo escondido, tela gruesa o ligera, blanca o de colores, etc.
El sastre hace el pantalón a la medida usando los datos, no los accesorios.
Los datos fríos, puros y duros.
Un ingeniero toma los datos del tipo de suelo, considera la topografía, los accidentes del terreno, una quebrada o un río, para definir su proyecto de construcción de una carretera.
Un comandante de tropa hace el estudio de la situación para elaborar el operativo antes de dar la orden de combate y se basa en los datos de los exploradores que se acercaron al objetivo para conocer el tamaño y calidad de la tropa enemiga, su equipamiento y despliegue, las rutas de incursión y repliegue…, hasta el clima y la hora: los datos.
Es decir, aquello que es decisivo, no lo incidental.
Aunque lo incidental debe tomarse en cuenta por lo que puede incidir, valga la redundancia, en el momento de la ejecución, como el color de la tela que sea “más favorable” para el color de los ojos, o el paisaje más bonito para establecer un mirador en la carretera, etc.
Estar pendiente de las marranadas que cometen los funcionarios de un gobierno o sus familiares y denunciarlas puede ser interesante desde el punto de vista de la propaganda. Eso ayuda a generar un estado de animadversión en contra del gobierno. Pero es contraproducente si el analista se enfoca en las marranadas y no en hacer el análisis de los datos que muestran la hoja de ruta del proyecto en construcción que ejecuta el gobierno.
Concentrarse en las marranadas puede llevar al desánimo por impotencia. La gente puede decirse “es verdad, son unos malditos ladrones, pero uno no puede hacer nada contra los fusiles y los escuadrones de la muerte”.
Si un analista no se hace preguntas básicas y solo comenta sucesos, no es un analista, es comentarista que desinfla el ánimo.
Pero un verdadero analista puede ayudar a establecer una estrategia si se plantea las preguntas correctas.
Las consecuencias de las marranadas pueden dar algunas pistas verdaderas del camino y del punto de destino del proyecto que ejecutan los gobernantes o, por el contrario, pueden servir como distractores que alejan la mirada del conocimiento del tipo de sociedad que se está construyendo en el territorio nacional y con los recursos del erario y la deuda que se está adquiriendo.
Si uno no se pregunta qué significa este movimiento, qué consecuencias se derivan de esta acción, por qué esto y no aquello… ¿cuáles son los vínculos entre todas estas políticas aparentemente orientadas a objetivos diferentes? ¿Forman parte de un plan bien diseñado o solo son las ocurrencias de un desquiciado?
Si tenemos una bola de masa podemos hacer pan francés, galletas, pasteles, etc. No vamos a conocer lo que tiene en mente el panadero si nos tiene conversando sobre la selección de futbol. Para saber lo que está haciendo con sus manos debemos mirarlas sin distraernos por la plática, aunque esta sea divertida o muy interesante. Mirando sus movimientos y los ingredientes de panadería que usa ese operador podemos anticipar el resultado de su trabajo sin necesidad de que nos diga explícitamente lo que está haciendo, si es un pastel de frutas o galletas rellenas de crema o bollos simples.
Hace casi siete años, el 26 de abril de 2018, durante una conferencia en las XVI Jornadas de Geopolítica y Geoestrategia que realizaban en la UNED, en Ceuta, la fuerzas armadas españolas para actualizar a sus altos mandos hubo una muy esclarecedora. Su título “Las estrategias de seguridad y de defensa de los Estados Unidos. Sus implicaciones geopolíticas”. El ponente era el Coronel Pedro Baños.
Mientras hablaba, como a la pasada, dejaba caer datos muy sugerentes para invitarlo a uno a reflexionar más tarde. Dijo, por ejemplo, que si alguien del stablishment estadounidense estuviera realmente preocupado o no quisiera a Donald Trump en la presidencia, ese señor no hubiera llegado a ese puesto y hace mucho lo hubieran quitado de allí como ya hicieron con todo éxito con otros presidentes de ese país. Los dueños de los Estados Unidos no fallan a la hora de quitarse a alguien que pone en riesgo el orden establecido por ellos.
Baños hablaba del mundo, pero para entenderlo tenía que mirar por esa rendija aparentemente menor pero que explica lo mayor.
Y dejó caer otra perla: la crisis inmobiliaria del final de la administración Bush. No se desvió de su tema, pero lanzó ese dardo.
Es que en su modo de ver las cosas (2018) estamos viviendo la Tercera Guerra Mundial.
La crisis inmobiliaria era el fin de una estrategia y el inicio de la construcción de la nueva. Ni más ni menos que la caída de la Bolsa de Valores de Wall Street entre la Primera y la Segunda guerras anteriores a esta.
El propósito en ambas quiebras era el mismo: debilitar al enemigo real y al potencial.
Hace un siglo, a fines de los años veinte, Europa estaba golpeada como consecuencia de la Primera Guerra, pero el hegemon británico no estaba muerto y Francia estaba recuperándose.
Si querían ceñirse la corona, los Estados Unidos necesitaban arrodillar a esas dos potencias imperiales y a otras no menos poderosas como Bélgica.
Los estadounidenses tenían que facilitar que Alemania se alzara desde su derrota, construyera un ejército formidable y un partido hegemónico anti comunista para usarlos como ariete para destruir a la Rusia soviética. El manjar principal era ese extenso territorio y sus riquezas infinitas.
Cuando Alemania estaba despatarrada desde el desierto en África hasta el extremo norte de Europa, Estados Unidos hizo su desembarco masivo de tropas frescas y bien equipadas. Alemania ya no tenía ni siquiera refuerzos para sus tropas ni repuestos para sus equipos.
Los gringos le dieron cuerda al pescado nazi, pero la URSS lo venció y toda la estrategia estadunidense de aniquilar a sus enemigos fracasó porque nació uno nuevo y mucho más poderoso. Junto con China serían invencibles. Por eso Kissinger sugirió la estrategia de metérseles en medio e impedir el abrazo entre esas nacientes potencias comunistas.
El Coronel Baños afirmó que las dos estrategias -la de Seguridad Nacional de diciembre de 2017 y la de Defensa, de enero de 2018- de los Estados Unidos es absolutamente clara al nombrar al enemigo: Rusia y China.
La de Seguridad ya no pone en énfasis ni en el terrorismo ni en el narcotrafico, sino en la amenaza comercial de China en expansión irrefrenable. Y la de Defensa pone en primer lugar el desarrollo económico nacional. Desarrollo económico basado en la revolución tecnológica. Obviamente, revolución basada en educación de más alto nivel (se abrevia STEM, por las iniciales inglesas de las palabras Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas).
Una estrategia absolutamente montada sobre la economía, porque una seguridad y una defensa sin respaldo económico y una economía sin base en la educación ni son más que buenas intenciones.
En otras palabras, Trump no ha vuelto porque el pueblo lo ama sino porque tiene el respaldo del núcleo duro de los dueños de los Estados Unidos. Los que usan a Elon Musk o a Black Rock como sus instrumentos de manipulación económica e ideológica en los países menos desarrollados o francamente subdesarrollados.
Necesitan a Trump para romper la alianza de Rusia y China. El regreso de la ola de gobiernos de derecha en América Latina es justamente lo que se necesita para no tener que estar ocupándose de cosas secundarias para poder atender lo fundamental.
Las amenazadoras estridentes declaraciones anti mexicanas de Trump y Justin Trudeau son parte de lo mismo: somos aliados y no te vas a acercar a China. Eso lo entendió con claridad AMLO y lo entiende claramente Claudia y han sacado provecho llevando bienestar a los más desfavorecidos y sacando a nueve millones de la pobreza.
Si los Estados Unidos quieren mantener su lugar de privilegio tiene que aprender a compartir la riqueza con sus aliados dignos. En ese grupito de élite no entran los arrastrados que dan todo sin exigir nada para sus pueblos.
El Coronel decía hace años “Estados Unidos va a hacer lo necesario para frenar la expansión comercial de China”. El COVID-19 cerró las fronteras e impidió el comercio mundial. China se debilitó, pero le fue peor a Europa y a América. Las amenazas a través de la pretensión independentista de Taiwán y el respaldo político-diplomático y militar de Trump, al mismo tiempo que coqueteaba con Putin no funcionó porque la OTAN arrimó sus tropas a la frontera rusa a través de ejercicios militares y el apoyo en armamento a Ucrania. El resultado fue que Rusia se echó en brazos de China. La pequeña amenaza de los BRICS hoy ya creció y controla los países más poblados y con economías petroleras más dinámicas.
El Coronel Pedro Baños en 2018 estaba leyendo el futuro como un brujo en una bola de cristal porque no estaba entretenido en los escándalos sexuales o de corrupción del gobierno de Trump, sino en los movimientos de los panaderos que estaban cocinando el mundo.
Así son los analistas cuando son profesionales. Y los mejores son siempre militares, pocos académicos son Kissinger y menos los políticos de profesión
LOS ANALISTAS.
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