En el año mil novecientos, Europa era el continente más rico y poderoso del mundo, con el monopolio de la fuerza militar moderna. Dos décadas después, donde había estructuras organizadas pacíficas y prosperas, acontecía la quiebra, el barbarismo y la anarquía. “Una violencia indómita: el siglo XX europeo”, es escrito por el historiador español Julián Casanova Ruiz y publicado en el dos mil veinte.
Por: José Guillermo Mártir Hidalgo*
El autor acredita que fue en la Europa del Este, donde aparecieron las primeras grietas del viejo orden. La agitación social se explayaría por la Europa Central y del Este, tras la victoria de la revolución de mil novecientos diecisiete en Rusia. El siglo diecinueve acabaría en mil novecientos catorce. Ya que la Primera Guerra Mundial, marco el derrumbe de la civilización liberal-burguesa occidental del siglo diecinueve. Por eso es que varios historiadores conciben que, el siglo veinte, fue un siglo corto. Duró desde mil novecientos catorce, hasta la desintegración de la Unión Soviética en mil novecientos noventa y uno.
El análisis de la violencia indómita en Europa que presenta Casanova Ruiz, rompe la muy aceptada división del siglo veinte creada por Gran Bretaña y Francia, que concibe una mitad de siglo muy violenta y otra pacífica. Esta división, dirá Casanova Ruiz, resta importancia a los procesos históricos de Europa Central y del Este, así como de los países mediterráneos.
En los primeros dos capítulos, Casanova Ruiz examina la tensión entre el mundo de privilegios, lujo y poder en que estaba emplazada, una parte de la sociedad europea antes de mil novecientos catorce. Donde muy pocos anticiparon su hundimiento. Esta caldera, era alimentada por el poder explosivo del colonialismo, surgido del reparto del pastel africano desde los años ochenta del siglo diecinueve. Este imperialismo, de las principales potencias europeas, contagio a sus sociedades con racismo, militarismo y etnonacionalismo.
Fue en las colonias donde comenzó la orgia de violencia, que destruyo la vida de millones de personas y reboto en Europa, volviendo a la dirección de origen de mil novecientos catorce. El nacionalismo étnico-racista, el imperialismo colonial y los conflictos de clase allanaron el camino a la violencia, agudizados por la crisis prolongada del capitalismo y el triunfo de la Revolución Bolchevique. La línea entre combatientes y no combatientes había desaparecido en las colonias.
En el tercero y cuarto capítulo, Casanova Ruiz cubre la primera oleada de violencia masiva que vivió el continente. La Primera Guerra Mundial no acaba en mil novecientos dieciocho, fue seguida de una ola de violencia paramilitar que criticaba a la democracia tras los desastres de la guerra, la revolución y el comunismo. La democracia aguanto en poco países. En los demás, triunfo un nuevo autoritarismo, representado por el fascismo y los movimientos populistas de la derecha radical. El orden de posguerra se desmoronó y obligo a resolver las crisis por las armas en una nueva guerra “total”. De esta forma, España sufrió tres años de guerra civil causada por un violento golpe de Estado.
En el capítulo cinco, el autor analiza la limpieza étnica, los genocidios y la violencia sexual. Aparecieron cuatro oleadas de limpieza étnica y genocidio: la guerra de los Balcanes de mil novecientos doce, el periodo de hegemonía nazi en Europa y la Unión Soviética de Stalin, a final de la Segunda Guerra Mundial y años posteriores y en la antigua Yugoslavia de los años noventa, donde las mujeres musulmanas sufrieron violaciones masivas en Bosnia-Herzegovina. Con la derrota de los nazis, en la primavera de mil novecientos cuarenta y cinco, parecía que se ponía punto final a la limpieza étnica y al genocidio. Pero, en los tres años siguientes finalizada la guerra, fascistas, colaboradores y criminales de guerra, fueron víctimas de violencia retributiva y vengadora.
En el capítulo sexto, se plantea que del apocalipsis surgió una Europa cambiada por completo. Estados Unidos y la Unión Soviética, ocuparon el vacío dejado por las potencias europeas. La derrota del militarismo y los fascismos, allanó el camino para una sociedad democrática. Pero, la violencia no despareció en la democracia, potencias europeas occidentales, estuvieron implicadas en guerras “sucias” en sus colonias. Y en los años setenta, surgieron nuevas organizaciones terroristas que utilizaron la violencia, para conseguir sus fines políticos. La violencia continuo en los países del bloque soviético, así como en las dictaduras de Portugal y España. Igualmente, la persecución política fue parte de la vida cotidiana de Grecia, de mil novecientos sesenta y siete a mil novecientos setenta y cuatro.
En el séptimo capítulo, se examina lo que vivieron los ocho países de Europa del Este donde el miedo, la denuncia, la sumisión y la despolitización se habían instalado. En algunos de ellos, surgieron insurrecciones abiertas, las cuales fueron aplastadas por intervenciones militares. El sistema aguanto, pero, fue cada vez más difícil legitimarse. Entre mil novecientos ochenta y nueve y mil novecientos noventa y uno, se dio el final de comunismo en esos países. Con la desintegración de la Unión Soviética, surgen movimientos nacionalistas en los países bálticos y en Ucrania. Desde comienzos de la década de los noventa, Yugoslavia vivía una historia de masacres, violaciones, expulsiones y desplazamientos de población.
En el epilogo, Casanova Ruiz concluye no hay una única historia europea, sino, múltiples historias que se superponen y entrecruzan. En ellas, los hilos conductores son las ideologías de la raza, las ideologías de la nación, los momentos de crisis generados por las guerras y revoluciones y los proyectos de utopías totalizadoras.
Son relevantes los actores políticos principales y secundarios, casi siempre masculinos, así como las mujeres y niños que sufrieron las arbitrariedades e inseguridades de las ocupaciones, deportaciones, hambre y epidemias. Los genocidios y la limpieza étnica, tuvieron características similares. Aunque, la cámara de gas fue especialidad nazi. La tortura, parte del ritual de la confesión, fue perfeccionada por el comunismo. La violencia sistemática contra las mujeres, fue una práctica común en los nacionalistas serbios. Entonces, la historia de los grandes personajes, se cruza con historias de multitudes de hombres y mujeres anónimos.
*Psicólogo salvadoreño