Codicia: La explotación Minera es muerte

Según la definición, de la Real Academia Española de la lengua, la palabra CODICIA significa: “Afán excesivo de riquezas”. Y muy similar destacan las palabras: avaricia, usura, miseria, ruindad, ambición.


Por: Miguel A. Saavedra


¿ Qué es la codicia en una persona? Se ha definido como un afán excesivo de riquezas, como un deseo voraz y vehemente de dinero o riquezas. Lo que más caracteriza al codicioso es un interés propio, un egoísmo que nunca se consigue satisfacer.

Lo que más caracteriza el cerebro de un codicioso es un interés propio, un egoísmo que nunca se consigue satisfacer. Se ha dicho que la codicia es como el agua salada, pues cuanto más se bebe más sed da. Es lo que está pasando con esta administración Bukele, desde el primero al último, la codicia les brota por los ojos y por lo que hablan.

Con el anuncio que se reactivará la explotación minera en El Salvador, se aproxima un holocausto para cientos de comunidades, cantones y caseríos, como lo hicieron en los años 70s , el desalojo para crear el lago artificial Suchitlán entre los municipios de Suchitoto, ahora se inventa una encuesta de popularidad que avale y valide todo lo que quieren hacer para su proyecto desmesurado de minería, que no es más que acumulación económica a costa del sacrificio colectivo, están dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias mientras este pueblo así lo permita y aguante.

La única explicación, ante el anuncio de volver a la minería, es la pura y vil avaricia. En las definiciones de avaros nos encontramos con esta joya que describe exactamente al ejecutivo de El Salvador actual: «El avaro sólo pretende sumar más y más riquezas y no conoce ningún límite legal o ético para cumplir con su objetivo. En tanto, el avaro es cultor de lo que se denomina la avaricia, la inclinación o el deseo desordenado de poseer placeres materiales o posesiones. Una persona avara, además de atesorar bienes materiales, no están dispuestos ni a compartirlos ni a gastarlos».

Explotación Minera en El Salvador: Destrucción a la Vista

¿Qué precio estamos dispuestos a pagar por un «tesoro bajo nuestros pies»? La promesa de riqueza que yace en el subsuelo salvadoreño, como argumentó recientemente el presidente de la república, parece deslumbrar a algunos.

«Dios colocó un tesoro bajo sus pies», declaró, refiriéndose a los yacimientos de metales preciosos que se estima valen 3 mil millones de dólares. Pero esta aparente bendición tiene un lado oscuro. En cada gramo de oro, en cada onza de plata, se esconde una historia de destrucción, desplazamiento y tragedia ambiental. La pregunta es: ¿qué precio estamos dispuestos a pagar por esta riqueza? ¿A quién favorece realmente y qué sacrificios exige?

La historia nos enseña que la extracción minera, lejos de ser una panacea, suele convertirse en una sentencia para los ecosistemas, las comunidades y el equilibrio ambiental. Las empresas mineras prometen «minería verde» y responsabilidad ambiental, pero los datos y experiencias en otros países revelan una verdad preocupante: justificar su proyecto de minería verde es como negar un crimen, porque, aunque se limpie la escena, el daño ya está hecho.

Los daños irreparables de la minería

1. Destrucción de ecosistemas:

La extracción minera transforma paisajes enteros. La remoción de vegetación, la alteración del suelo y la contaminación de ríos y arroyos crean cicatrices imborrables. Los hábitats de especies animales y vegetales se destruyen, llevando muchas veces a su extinción local.

2. Contaminación de fuentes de agua:

El agua altera su PH (acidez), y «se vuelve con sabor similar al vinagre» o simplemente imposible de consumir.

La liberación de químicos tóxicos como cianuro y metales pesados contamina las fuentes de agua potable. Estudios han comprobado que las comunidades cercanas a minas enfrentan problemas crónicos de salud debido a la exposición a estas sustancias.

3. Escasez de agua:

El alto consumo de agua de las operaciones mineras agrava la disponibilidad de este recurso, especialmente en regiones ya afectadas por el cambio climático.

4. Conflictos sociales y desplazamientos inevitables

La gente sin medios de vida y sin agua tenderá al desplazamiento o migración hidrosocial, como en los años 70s cuando para construir las presas hidroeléctricas se expulsó a la gente de sus lugares de origen.
La lucha por el acceso al agua y la tierra genera divisiones en las comunidades. Los beneficios de la minería tienden a concentrarse en unas pocas manos, mientras que las consecuencias recaen sobre las mayorías.

5. Impactos Irreversibles:

Aunque las empresas prometen «rehabilitación ambiental», los ecosistemas afectados nunca se recuperan por completo. Los daños persisten durante décadas, dejando una huella imborrable.

«Minería Verde»: mito o realidad

Algunos argumentan que países como Canadá y Rusia han implementado modelos de minería verde que minimizan los impactos negativos. Sin embargo, informes independientes muestran que, aunque se reduzcan algunos riesgos, las prácticas mineras siguen generando costos ambientales significativos. Además, el balance beneficio-riesgo suele favorecer a las empresas y no a las comunidades locales.

La minería verde es, muchas veces, una estrategia de marketing más que una realidad tangible. Sin una regulación estricta y un control constante, los beneficios de estas prácticas no se concretan en una mejora sustancial para las regiones afectadas.

¿Quién gana y quién pierde?

La historia de la minería en América Latina y el mundo muestra un patrón claro: mientras las empresas transnacionales y las élites locales cosechan ganancias, las comunidades soportan los costos. Los gobiernos, muchas veces cómplices, justifican estas actividades en nombre del desarrollo económico. Pero ¿es desarrollo real cuando los ríos se secan, las tierras se vuelven infértiles y las comunidades son desplazadas?

Un caso paradigmático es el de Perú, donde la minería ha generado conflictos sociales constantes. En muchas regiones, la extracción de minerales ha llevado al envenenamiento del agua y al despojo de tierras, alimentando una resistencia feroz por parte de las comunidades.

El Contexto de El Salvador

En El Salvador, un país donde la red hidrográfica es vital para la supervivencia de su población, la minería representa un riesgo especialmente grave. Cuando una veta minera coincide con la hidrografía, el impacto potencial es devastador. La contaminación y el agotamiento del agua podrían comprometer la seguridad alimentaria y la salud de generaciones enteras.

El Salvador fue uno de los primeros países en prohibir la minería metálica en 2017, un logro impulsado por la sociedad civil. Sin embargo, la reapertura de este debate bajo el argumento de «riqueza nacional» amenaza con revertir este avance.

Una Llamada a la Acción Ciudadana

¿Qué podemos hacer frente a este escenario? Es fundamental que la ciudadanía se organice, se informe y exija transparencia. La lucha contra la minería destructiva no es solo una cuestión ambiental, sino también de justicia social.

Reclamemos un debate público que priorice el bienestar de las mayorías sobre las ganancias de unos pocos. Exijamos que se escuchen las voces de expertos y comunidades afectadas. Recordemos que el futuro de nuestro país está en nuestras manos, y que el «tesoro bajo nuestros pies» no vale la destrucción de nuestra tierra y nuestra gente.

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