En la oración del ángelus del uno de diciembre el Papa Francisco afirmó que: “La guerra es un horror. La guerra ofende a Dios y a la humanidad. La guerra es siempre una derrota, para la humanidad entera”.
Por: Melvin Martínez
N o importa quien haga el primer disparo, lo cierto es que nunca mueren quienes promueven las guerras. Los que más sufren siempre son los más pobres de todos los bandos.
Los soldados, ahora mercenarios porque reciben un salario por matar al oponente, terminan siendo víctimas de los que financian los conflictos bélicos, sufren igual o peor que los mártires que asesinan.
Al final la guerra es un gran negocio.
El dinero que recibe Israel y Ucrania de los Estados unidos se contabiliza en miles y miles de millones de dólares. Esta donación es condicionada con la exigencia de comprar armas a la industria armamentista del país donante.
Los inhumanos que promueven las guerras, van a rezar a sus iglesias a centenares o miles de kilómetros del campo de batalla.
El capitalismo, cuya esencia es la ganancia, en su decadencia no le importa convertir a sus aliados en escenarios de guerra, destrucción y muerte.
Palestina es ejemplo evidente del dolor horroroso de la guerra y de la miseria humana de los gobernantes contaminados por el negocio armamentista.
La guerra en Ucrania permite ver lo inescrupuloso de los intereses de los políticos estadounidenses. Al gobierno saliente de los Estados Unidos no le importa cuantos mueran por la respuesta rusa, con tal de dejar una crisis compleja a sus sucesores, con los que no tienen muchas diferencias.
Lo peor es que las consecuencias de estas guerras afectarán toda la humanidad.
Lo paradójico es que con el dinero invertido en las guerras podría terminarse con la pobreza de todo el mundo.
*Educador hondureño
