Y no solamente hablamos de la abundancia, en tanto que el Presidente Bukele llama a que estamos inundados de oro, sino de su valor, a quien se le ocurre comparar lo que vale un humano(a) versus una onza de oro 2,649.87 usd.
Róger Hernán Gutiérrez[1]
Sin embargo, las cuestiones en nuestro país están tan anormales que el mensaje que se dirige a la población es que hay que arruinar y asolar todo el país, a cambio de una supuesta riqueza concentrada en pocas manos a cambio de la vida y la propia existencia humana en el corto y mediano plazo.
En el actual régimen no se habla de pobreza en tanto es una mala palabra que afea y daña la imagen del Presidente, en tanto hablar de ello haría reflexionar por qué la riqueza para unos pocos a cambio de explotación laboral, de escasez de empleo decente, de vivienda para todos y digna, de una salud de 24 horas pública y a través del ISSS, hoy presa de la voracidad de quienes comercian con la salud, o de un costo de vida cada vez más alto y que no lo cambiarán los agromercados, por más que se apunte con el “youtuberismo” que es lo mejor del mundo.
La situación es de desgracia permanente y casi eterna, presente en muchos hogares que subsisten coyol quebrado coyol comido, y en tantos otros que no tienen un coyol (mínimos ingresos) para subsistir.
El oro, no está a flor de piel, sin estudios que no se conocen y lo digan como cierto. El crecimiento económico no es desarrollo económico de bienestar—no sólo para unos pocos (168 familias poderosas), autosustentable (riqueza distribuida con equidad y sin injerencia foránea) y sostenible (largo plazo). No se trata de las sornas que se dicen del colonialismo en el país, los vándalos españoles y portugueses que extrajeron la riqueza de la tierra y demás recursos naturales, cambiaban la riqueza de la comunidad indígena por espejitos.
Toda esta situación del oro y de los cambios hacia una supuesta modernización en infraestructura sólo para los grupos dominantes del país, está llevándose los mínimos niveles de decencia que aún existen; se trata de una locura falta de total creatividad y fervor por el descubrimiento que haga avanzar a la humanidad, por el contrario se trata de esquilmar, de usar el extractivismo—explotación de grandes volúmenes de recursos naturales—para el beneficio de unos pocos del país y de pseudo empresas que no son claramente investigadas en su legalidad y ética y, vienen a usufructuar las condiciones de infraestructura de país, plenamente subdesarrollado por la dominación corporativa y la globalización económica.
La situación de imposición de esta toma de decisiones que profundiza el crecimiento económico, ocasiona mayores niveles de empobrecimiento para grandes sectores poblacionales, no sólo significa que no haya empleo u ocupación decente ofertado por la empresa consecuente con las necesidades básicas de los seres humanos y no en pro de la ganancia exorbitante; que no haya formación profesional, ni educación básica y técnica para la mejoría sustancial en la opción de desarrollo económico de bienestar para todas las personas.
Estamos en un ámbito de locura sin ningún sentido hacia ninguna esperanza, el ahogo mayoritario, la asfixia popular cotidiana impuesta por una naturaleza irreal de los grupos dominantes en contra de lo natural y lo esencialmente humano.
La mayoría del empobrecimiento es provocado por un régimen autoritario y sus grupos oligárquicos que no se sacian de la riqueza producida por los grupos mayoritarios y populares, es para muchas personas pobres un asunto de vergüenza. Por cuanto el discurso cotidiano e impositivo a la comunidad va para todas aquellos (as) que no salen adelante por si mismos, por cuanto su bienestar personal depende de cada quien, los grupos laborales se ven abusivos por exigencias socio económicas que no se han ganado, se ven desestabilizadores de un régimen que sólo quiere el crecimiento económico.
Los despidos masivos en el sector público y privado, son constantes y continúan en un despojo y desesperanza para muchos grupos familiares, que se agrupan a los ya miles y miles que han venido ofrendando su sacrificio por la justicia social, que no llega desde tiempos inmemoriales, la iglesia que representa un símbolo de esa justicia para los buenos cristianos(as) que ha estado callada negando la lucha y el mandato por los derechos humanos, por lo menos ahora se pronuncia para pretender reivindicar y parar la locura del oro.
El horizonte de lucha no es a través de posturas vanguardistas, poco analíticas y en mucho sin las actitudes arribistas, oportunistas de los grupos sindicales que se arrastran por su propio bienestar, que se deslizan fácilmente ante el poder imperante, la acción solidaria es ahora más un deber y la pobreza es algo provocado por los poderes fácticos dominantes, no se trata de inferioridad, ni de vergüenza, sino de condiciones determinadas que cada día deben generarnos mayor organización y la indignación para transformarla y erradicarla.
[1] Sindicalista salvadoreño