En las semanas que van de diciembre hemos apreciado como de las diferentes entidades estatales se practica una campaña de despidos.
Por: Luis Arnoldo Colato Hernández*
De Bienestar Magisterial, el Seguro Social, el magisterio, salud, el sistema judicial, la asamblea legislativa, la PNC, etcétera, en torno a los 24,000 funcionarios públicos, respondiendo así formalmente a las condicionantes y objeciones para acceder a nuevos créditos por parte del FMI, pero, sobre todo, suprimiendo al vigoroso músculo estatal que en la gestión anterior le valiera al estado salvadoreño el reconocimiento de la banca multilateral, la admiración y felicitación pública de su parte con la gestión Cerén por sus logros económicos, que no recibió ninguna de las gestiones de derecha nunca.
Tampoco está. En cambio, es la grasa la que congestiona al estado, compuesta por agitadores partidarios cuya única valía se reduce precisamente a que responden solo al dictador; ni a la ley ni a la institucionalidad, solo al caudillo, y su número en breve se multiplicará por razones electoreras.
Por otro lado, los despidos no solo están dirigidos a reducir al estado en las áreas críticas que precisamente son las de los operarios efectivos de éstas, también por cumplir estos el rol de evaluadores del aparato estatal, donde ahora mismo el régimen se ha dedicado masivamente al expolio de los bienes públicos, en la mayor campaña latrocida adelantado en contra del patrimonio público estatal que se viera alguna vez en nuestro país en toda nuestra historia.
Pero además, porque el proceso de despido que se ejecuta tiene un componente crudamente ideológico partidario, pues se busca interponer entre los trabajadores estatales, un temor insano a perder su fuente de trabajo por razones politiqueras y arbitrarias, dentro del contexto excepcional en el que nos mantiene el ilegal régimen, que además y para asegurarse en el poder, busca el respaldo de esa masa laboral mediando el fomento de ese irracional temor al desempleo por razones ideológicas, por lo que no son pocos los casos en los que se aprecian escenas vergonzosas donde algunos de estos y quizás con la esperanza de preservarse en sus cargos, denuncian a sus compañeros de labores, para congraciarse con el régimen.
Sin garantías, pues está visto que incluso los allegados al círculo ejecutivo, son prescindibles cuando así conviene políticamente.
Así, bajo el esquema de aparentar progreso y solvencia, el régimen impulsa la represión de la población por la vía laboral, careciendo además de una política de empleos, y con la confianza de que en algún punto vendrá la inversión extranjera al país.
Han transcurrido virtualmente 6 años y no llegan las inversiones, aumenta el desempleo, y la apuesta es redirigida a la segunda opción: las remesas, para lo que la expulsión de los más posibles, asegurará de acuerdo al cálculo del caudillo, que seguirá el flujo de estas para financiar su fracaso.
En el ánimo de perpetuarse en el poder, el régimen profundizará esta política del desempleo. Calculando que así seguirá siempre a cargo. Por temor.
*Educador salvadoreño