Reflexión de Fin de año | Sombras y esperanzas

«El Salvador necesita renacer»

El Salvador transita por una etapa crucial de su historia, marcada por contrastes entre discursos oficiales brillantes y una realidad sombría que golpea a miles de familias.


Por: Miguel A. Saavedra


Mientras el año se despide, los retos se acumulan con despidos masivos en instituciones estatales obedecen a las imposiciones de la banca internacional a los países en vías de desarrollo. Este panorama no solo fragiliza las condiciones laborales, sino que deja a miles sumidos en la incertidumbre.

En el ocaso del año, el país se debate entre un presente marcado por despidos masivos para miles de empleados públicos y un modelo económico subordinado a los dictados de la banca internacional, que no cesa de empujar al Estado hacia un abismo de endeudamiento insostenible. Mientras tanto, el presidente, con una imagen cuidadosamente diseñada como un «jeque moderno», proyecta su megalomanía a través de sus sueños de poder y riqueza, acumulando beneficios para su círculo más cercano.

El estado de excepción eterno con la justicia atrapada

Desde 2022, el país vive bajo un estado de excepción que ya suma 34 meses. Más de 85 mil personas han sido apresadas en el marco de esta política convertido en la insignia del chantaje para la población y perpetuar la falsa dicotomía «Quieres seguridad o derechos», muchas de ellas inocentes, quienes, incluso con cartas de libertad permanecen tras las rejas, no han sido liberadas debido a un sistema carcelario ineficiente y el autoritarismo de un sistema carcelario que responde más a los intereses políticos y a un régimen que prioriza el control sobre la justicia.

La sombra del estado de excepción, ha sumido al país en un régimen de represión que captura no solo a los verdaderos delincuentes, sino también a miles de inocentes. Incluso aquellos que han obtenido cartas de libertad víctimas de la ineficiencia

Esta estrategia, más que combatir la criminalidad, desnuda una maquinaria represiva que prioriza números y propaganda por encima de derechos humanos fundamentales.
Un liderazgo megalómano en un país con hambre

El presidente, con una imagen cuidadosamente construida que emula a un jeque del viejo mundo, muestra su inclinación por la acumulación de poder y riqueza alrededor de su tribu, su culto y ego.

Todo esto ocurre en un país donde más de un cuarto de millón de personas no tendrán qué comer durante las fiestas de fin de año, Y en esos hogares no «habrá pollo en la mesa», esa es la realidad que ocultan muy hábilmente. Reflejo fiel del fracaso de la forma de gobernar como la inefectividad de sus políticas económicas y sociales que no garantizas ni el nivel más básico: garantizar la dignidad humana.

El Salvador se vende al exterior como el país más seguro del hemisferio y hasta del mundo, según sus voceros, gracias a costosas campañas propagandísticas en redes sociales. Sin embargo, detrás de esta fachada se esconden cifras implacables: el menor crecimiento económico de Centroamérica, exportaciones en declive, y una inversión extranjera prácticamente inexistente.

Una economía sostenida por deudas y recortes

El modelo económico del gobierno se sostiene mediante un endeudamiento externo insostenible, la explotación de las reservas de pensiones, y drásticos recortes a programas sociales esenciales como salud, educación y apoyo a los productores agrícolas. Este esquema pone en peligro la sostenibilidad del país, mientras se priorizan proyectos de alto costo propagandístico pero de nula rentabilidad social, como eventos y obras que simulan progreso pero esconden una economía al borde del colapso.

La maquinaria propagandística del gobierno no logra maquillar los fríos números de una economía sostenida artificialmente por endeudamiento externo, saqueo de los fondos de pensiones, y recortes severos en áreas esenciales como salud, educación y apoyo a productores nacionales.

El triángulo de la dominación [propaganda, espectáculo y represión]

El aparato gubernamental se erige sobre tres pilares

1. La fábrica de propaganda, operada desde la Secretaría de Prensa y Comunicaciones, donde se producen narrativas diseñadas para presentar un país ficticio a la diáspora y al mundo, dilapidando recursos en campañas que priorizan la imagen sobre los resultados; convierten mentiras en verdades oficiales mediante una narrativa diseñada para confundir y controlar.

2. La fábrica del espectáculo con el montaje de eventos y shows estilo Hollywood, se convierten en la fachada del gobierno, que distraen al público con fantasías mientras su presupuesto supera el de carteras fundamentales para el desarrollo del país.

3. La maquinaria de represión y miedo, se controla y silencia cualquier intento de oposición, incluso criminalizando la disidencia.

que utiliza el espionaje, el control social y la amenaza constante de encarcelamiento para silenciar cualquier voz disidente o crítica.

En este escenario, se priorizan los batallones militares, presentados con pompa cada seis meses, por encima de la educación, la salud y la producción de alimentos. El Salvador se transforma, así, en un país de fantasía diseñado para el turismo internacional, pero inhóspito para sus propios ciudadanos, especialmente los más pobres, desplazados por una agresiva gentrificación que expulsa a los vulnerables del Centro Histórico, que no debe aparentar signos de pobreza que den mal aspecto como dice el alcalde capitalino.

Gentrificación y exclusión: la cara oculta del desarrollo

En el corazón del país, la agresiva gentrificación del centro histórico, impulsada por el gobierno y la familia presidencial, desplaza a los pobres, quienes se ven excluidos de los espacios que antes habitaban. La ornamentación y el glamour destinados al turismo internacional contrastan con la realidad de miles que no encuentran cabida en esta nueva versión de su propia ciudad, salvo cuando se les necesita para votos electorales. Según revelaciones de la señora Taher, una ex funcionaria del régimen. En una reunión de amigos un alto funcionario del partido oficial dijo: “Ganamos gracias a esa bola de pend… que nos apoyan”. La frase se hizo viral en redes sociales.

El becerro de oro: la minería metálica y sus consecuencias

En su afán por exprimir los recursos del país, el gobierno ahora busca explotar la minería metálica, ignorando los riesgos que esta práctica conlleva. La minería representa una apuesta peligrosa por el «becerro de oro», priorizando ganancias rápidas sobre la sostenibilidad y la calidad de vida de las futuras generaciones.

En su incesante búsqueda de poder y riqueza, el gobierno se prepara para explotar la minería metálica, a pesar de las devastadoras consecuencias ambientales y sociales que esta actividad podría traer. La obstinación en seguir este camino ilustra el nivel de sometimiento del régimen a intereses externos, mientras ignora las voces de la iglesia , las comunidades, ambientalistas y la academia; quienes defienden el medio ambiente y la vida desde sus territorios y sus espacios.

Una luz al final del túnel

Cerramos un año más con la teatralidad de los socios bitcoineros de la familia presidencial y las decoraciones navideñas del gobierno, mientras el país real lucha por sobrevivir. La desesperanza parece reinar, pero incluso en el túnel más oscuro, hay una luz al final. Este fin de año, la esperanza debe ser el motor que nos impulse a construir un futuro diferente, lejos de las sombras del autoritarismo y más cerca de un renacer auténtico para El Salvador.

A pesar de este oscuro panorama, la historia nos enseña que los momentos más difíciles son preludio de transformaciones. El Salvador atraviesa lo más sombrío de su túnel histórico, pero la esperanza persiste. Las luces de la Navidad y el fin de año nos recuerdan que, aunque el camino sea largo, la voluntad colectiva puede renacer y construir un futuro mejor. Que la luz de estas festividades ilumine el camino hacia un país más justo, inclusivo y libre.

En este tiempo de reflexión, recordemos que la verdadera transformación comienza en el corazón de quienes se atreven a imaginar un país diferente. Es momento de recuperar la dignidad, la justicia y la solidaridad que definen la esencia salvadoreña.

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