El ser humano nace en estricta socorrencia, es decir, radicalmente necesitado de los otros y de los medios para vivir. En gran medida ese es un rasgo radical que marca nuestra naturaleza social. Antes que el bebé humano esté en la vida de los demás; ya éstos están configurando su entorno vital.
Por: Edwin Felipe Aldana Aguirre
S omos en términos biológicos un animal que necesita radicalmente de los otros para subsistir. Otros animales a las horas y días ya pueden valerse por sí mismos, cosa que no pasa con los humanos; ya que nuestra constitución requiere de los Otros y los medios para vivir. Esto nos indica la necesidad del “socorro” de lo social, de lo comunitario y familiar en donde se expresan los otros.
La necesidad subyace al dinamismo del control de sí y control del entorno que marca la transformación del mundo y sus posibilidades; y la creatividad en la transformación del mundo constituye al ser humano en co creador con Dios, para la vida buena y abundante que nos promete.
Esa necesidad que se asienta en la realidad en el marco de la realización de nuestra vida y que se constituye en combustible para nuestra naturaleza política transformadora; no tiene nada que ver con la necesidad que determinados sistemas sociales históricos crean y condenan a la mayoría para dominarlos y someterlos a sus caprichos de poder enfermizos.
En todos esos sistemas históricos que despojan y coartan posibilidades a los seres humanos campea el mal común, el cual ya hemos explicado en otros artículos. La necesidad como tal pues, hace relucir nuestra potencialidad y también nuestra vulnerabilidad.
“Jesús volvió de las orillas del Jordán lleno del Espíritu Santo y se dejó guiar por el Espíritu a través del desierto, donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días. En todo ese tiempo no comió nada, y al final sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: “Si eres hijo de Dios, manda a estas piedras que se conviertan en pan.” Jesús le contestó: “Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de pan.”
Lo llevó después el diablo a un lugar más alto, le mostró en un instante todas las naciones del mundo y le dijo: “Te daré poder sobre estos pueblos, y sus riquezas serán tuyas, porque me las han entregado a mí y yo las doy a quien quiero. Si te arrodillas y me adoras, todo será tuyo.”
Jesús le replicó: “La Escritura dice: Adorarás al Señor tu Dios y a él sólo servirás.”
A continuación el diablo lo llevó a Jerusalén y lo puso en la muralla más alta del Templo, diciéndole: “Si tú eres hijo de Dios, tírate de aquí abajo, pues dice la Escritura: Dios ordenará a sus ángeles que te protejan; y también: Ellos te llevarán en sus manos, para que tu pie no tropiece en ninguna piedra.” Jesús le replicó: “También dice la Escritura: No tentarás al Señor tu Dios.”
Al ver el diablo que había agotado todas las formas de tentación, se alejó de Jesús, a la espera de otra oportunidad.” Lucas 4, 1-13
Esta reflexión parte de la realidad salvadoreña y centroamericana, y como tal, es un esfuerzo por desideologizar la realidad engañosa y, por ende, tener una actitud crítica respecto de ésta.
A diferencia de Jesús, los gobernantes se someten a las tentaciones del sistema; pero también es cierto que la gente, las mayorías muchas veces sucumben y se entregan al espíritu del mal. Eso nos hace recordar el alegato de la filosofa Agnes Heller cuando decía: Y cómo justificar ante nuestros compañeros que pasaron hambre, humillación y terror y se mantuvieron firmes ante el mal con aquellos que entusiastamente se pliegan ante los discursos engañosos. Cómo justificar ante aquellos que vienen de hogares violentos y alcohólicos y fueron capaces de sobreponerse a ello y no repitieron ese esquema injusto. La gente tiene responsabilidad y es discurso intelectualoide con ínfulas de superioridad de todo tipo, querer ver y presentar a la gente como boba y sin capacidad de reflexión. La gente es responsable y la gente cristiana es más responsable ya que tenemos la vida de Jesús como respaldo para nuestra vida.
El Capital nos convierte en amos o esclavos, mientras que la utopía cristiana nos lleva en el camino de ser hijos e hijas de Dios y hermanos entre sí. Esto que el padre Ellacuría expresaba como Cultura de la pobreza, no del empobrecimiento que genera el Capital, nos lo explica con una sencillez maravillosa nuestra filosofa salvadoreña Marcela Brito en su libro: Ignacio Ellacuría. Fraternidad Solidaria. El cual recomiendo su lectura.
Esas ansias de poder perpetuo, de acumulación desmedida de bienes de todo tipo con su correlato de exclusión y marginación, sólo pueden tener como fuente los designios del mal, que nos señala el evangelio de Lucas en la segunda tentación. Esa alianza con el mal que expresa el equipo de gobierno de Bukele, que busca exprimir hasta la última gota, la vida y los recursos de los salvadoreños nos muestra claramente el desprecio por la vida de la gente, a partir de la promoción de la minería que no sólo empobrecerá si no que también envenenará las aguas que dan vida al país. Ante esto, o nos arrodillamos ante el falso dios o decimos con claridad, que sólo servimos al verdadero Dios que ama la vida y que es justo y misericordioso.
El becerro de oro que quieren que adoremos, que vivamos por él en el reino de mentiras, debe saber que ya sabemos su proceder. Se falsea la ley al estilo de los Fariseos, y se emiten falsas leyes que suenan bien pero su objetivo de someter y saquear son más que evidentes. Bien nos enseña Jesús, que no se hizo el hombre para la ley, sino que la ley debería estar al servicio de las personas.
Marcela Brito citando a Ellacuría nos dice: “…cuando la ley se pone por encima de la dignidad y los derechos de la mayoría, se vuelve “partera del mal”, pues históricamente ha protegido al fuerte y aplastado al débil. El poderío de una ley que se apoya en las estructuras maléficas no sólo se impone y configura el orden económico, social y político, también el moral y cultural, incluso el religioso.”1
Es tiempo de reunirnos, de platicar, de orar, de no desconfiar de aquellos que van por otros caminos, pero hacia la misma meta, de construir pueblo, de construir organización, de ser solidarios en todo momento y dar testimonio con nuestra vida; alejándonos de esos falsos templos del sistema que son los centros comerciales, zonas exclusivas y luces fantasiosas que nos atraen como si fuésemos insectos.
Tenemos la dignidad de ser hijas e hijos de Dios.
*Docente e investigador social.
- Ignacio Ellacuría. Fraternidad Solidaria. Marcela Brito; Herder Editorial, S.L, Barcelona; 2022; España.