No seas tapudo” decimos en El Salvador cuando alguien es boca floja, farsante o, sencillamente, indiscreto y que habla por hablar.
Por: Miguel Blandino
Los medios de propaganda del gobierno salvadoreño -y todos los funcionarios con permiso oficial para hablar en nombre de la monarquía- son tapudos, mentirosos marca diablo, pero, eso sí, no son mitómanos. Son embusteros con plena consciencia de su mendacidad. Profesionales de la falacia, desconocen la vergüenza; pajeros a sueldo.
La más reciente escenificación de la tapudez echó por los suelos la credibilidad de los que se venden sin rubor, pero que aún conservaban alguna población cautiva, asida por el dogal de la palabra edulcorada que dice lo que ese auditorio ama escuchar.
Apenas hoy, el 20 de enero de 2025, Joaquín Castellón, de La Sexta Clave, publicaba desde Madrid “Toma de posesión. Meloni, Bukele y Milei: los aliados internacionales en la investidura de Trump que comparten sus intereses y visiones”.
Castellón -impúdico- no se midió la boca al afirmar que las claves que unen a Donald Trump y al tiranito musulmán que usa pasaporte salvadoreño se basan en que “en temas de seguridad, Bukele y Trump comparten una visión similar: la lucha implacable contra las bandas criminales.”
En su trabajo periodístico el escribiente de La Sexta Clave no se toma la molestia de confirmar los datos que le encomiendan suscribir con su nombre los que pagan la tinta y su conciencia: El pagador no le dijo que en realidad al presidente salvadoreño no le habían dado la tarjeta de invitación que recibieron otros, incluyendo rivales políticos de Trump, como los Clinton.
Idiota o amnésico –porque ignorante no es-, el chupatintas “olvidó” o hizo caso omiso de las palabras que el propio candidato Donald Trump le dirigió al jefe de la primera cleptocracia reinante de Centroamérica en la inauguración de su campaña.
Al aceptar su nominación como el representante indiscutido del Partido Republicano, el viejo expresidente habló a los asistentes a la magna convención nacional. Aquella noche caracterizó el mundo en el que de ganar las elecciones tendría que ejercer su trabajo como administrador de un poder imperial que –según su perspectiva- se encuentra amenazado desde su propia entraña y desde las graves acechanzas provenientes del exterior.
En ese memorable discurso -que se transmitió a todo el planeta en vivo y por todos los medios- Trump lanzó una acusación directa y clara en contra del recién inaugurado rey de reyes, el primer Sha, de un lugar no persa todavía llamado El Salvador.
Dijo –cito-: “En El Salvador los asesinatos han bajado 70 por ciento. Pero, ¿por qué han disminuido? Él (estaba hablando específicamente de Bukele) quiere convencernos de que es porque ha entrenado a los asesinos para que sean personas maravillosas. Pero no. Han bajado porque ha estado enviando a sus asesinos a los Estados Unidos de América…”
Eso fue apenas hace seis meses, en julio del año pasado, no es algo que ocurrió en la prehistoria, cuando todavía la humanidad no había inventado la escritura. Es más, esa acusación puede todavía encontrarse en cualquier aparato como texto, como audio e, incluso, como video. Basta solamente con tener ganas de saber la verdad.
Pero ese señalamiento trumpista de la complicidad entre la Mara Salvatrucha y el máximo jefe del gobierno salvadoreño no fue la última acusación durante la reciente campaña electoral, solo fue la primera.
Sin embargo, lo de Donald Trump no fue realmente el destape de la falsedad del gobernante que se precia de combatir la corrupción.
En otro vergonzoso incidente de boconería, un congresista estadounidense se vio en la obligación de desmentir a la embajadora salvadoreña en Washington, señora Milena Mayorga, con quien había sostenido una conversación telefónica la mañana del miércoles 16 de enero de 2021.
Ocurre que tras la comunicación no oficial entre ambos funcionarios, la señora Mayorga escribió una sarta de mentiras en sus cuentas de redes sociales.
Al conocer la falsedad de las afirmaciones de la representante de Bukele el congresista Albio Sires se vio forzado a emitir un comunicado de prensa para desmentirla.
La llamada de la “diplomática” centroamericana y la conversación que sostuvieron aquel miércoles seguramente estuvo motivada por la misiva que él le escribió al gobernante salvadoreño para manifestarle su seria preocupación ante la vulneración a la institucionalidad y el debilitamiento del estado de derecho que sufre la democracia salvadoreña desde el inicio de su administración. Sin embargo, Mayorga no hizo ni una sola referencia a aquella carta del representante del Partido Demócrata.
Como cualquiera puede recordar, los momentos en los que Bukele atacó los cimientos democráticos comenzaron desde el día del nombramiento del ministro de defensa y del jefe nacional de la policía, a los que hizo jurarle lealtad personal y no a las leyes o a la letra de la Constitución Política.
Las agresiones sistemáticas en contra de todas las instituciones y personas que ponían límites al poder autocrático que se advertía estaba configurándose sin pausa, paso a paso, dieron un salto en febrero de 2020 con el asalto a punta de fusil a la Asamblea Legislativa que encabezó al frente de las tropas del ejército nacional y de la policía.
Pocas semanas después, aprovechando la epidemia del COVID19, sin mediar ningún criterio médico, Bukele implementó su primer estado de sitio en contra de toda la gente y eliminó de facto la obligación de rendir cuentas acerca del uso del erario público, retiró el presupuesto a todos los gobiernos municipales y solicitó a la banca extranjera miles de millones de dólares que no solo eran innecesarios, sino que nunca se supo el destino final de ese dinero.
La señora Milena Mayorga publicó que Albio Sires le reiteró que conocía personalmente a Bukele, y que en su conversación telefónica le dijo que “bajo ningún motivo procede inhabilitarlo.”
El comunicado de prensa de Sires, aparecido en la página Web y en su cuenta de Twitter, afirmaba que los “comentarios emitidos desde la cuenta oficial de Twitter de la Embajadora Mayorga” plasman de manera errónea una conversación “sustantiva”.
Tanta mentira solo puede tolerarse por un pueblo enamorado de las virtudes creadas por los expertos en publicidad y los millonarios gastos de propaganda, dentro y fuera del país, pero hasta eso tiene su límite.
Un destacado defensor salvadoreño de los derechos humanos, Benjamín Cuéllar, dijo un día cualquiera que “cuando el hambre entra por la puerta, el amor salta por la ventana.”
El Director del Periódico El Independiente, el escritor y profesor universitario, Walter Raudales, dijo en algún set “cuando el pueblo sale a las calles, el miedo cambia de acera.”
Las encuestas dicen que el amor del pueblo por Bukele y el miedo que infunde caen a ojos vistas; mientras, en casa presidencial se escucha un rumor que dice: “Oh, y ahora ¿Quién podrá defendernos?”… Obvio como en todas las tiranías, las balas del ejército.