El segundo mandato de Trump: implicaciones geopolíticas para América Latina y El Salvador
Donald Trump ha asumido su segundo mandato en la presidencia de los Estados Unidos. Su elección es resultado del agravamiento de la crisis social en la nación imperialista que ha dado lugar a un gran descontento popular y rechazo al estado de cosas existentes.
Por: Marlon Javier López
C on Trump sin duda estamos en las vísperas de un cambio geopolítico fundamental de calado mundial. Dicho cambio, sin embargo, no está alineado a los intereses de las mayorías sociales tanto dentro como fuera de los Estados Unidos. Al contrario, representa un viraje de la oligarquía norteamericana en favor de un retorno al más salvaje imperialismo expansionista y de un mayor control sobre el mundo. El gran enemigo a vencer es China, quien representa una amenaza existencial a la hegemonía imperialista que los Estados Unidos conserva desde finales de la Segunda Guerra Mundial ¿Qué puede esperar América Latina al respecto?
Primero, hay que decir que el gran empeño de la presidencia de Trump será el de retomar el pleno control de la región, como movimiento táctico necesario para contrarrestar la hegemonía que China ha ganado en los últimos años. Por otro lado, Trump se ha aliado a los oligarcas norteamericanos, algunos de los cuales promueven abiertamente una visión totalitaria del mundo. Esta alianza tiene a la base la voluntad de controlar los recursos naturales del continente, esenciales para la revitalización de la industria norteamericana anhelada por Trump.
Por todos es conocida la ambición de Elon Musk por controlar los recursos naturales de América Latina, codiciados en la producción de bienes tecnológicos de las cuales sus negocios se ocupan. Es por ello que el período de Trump estará marcado por la más férrea coerción hacia los países que abrazan los derroteros de la soberanía popular y la idea de un mundo multipolar que escape al control directo de los Estados Unidos, por un lado, y por el otro por la promoción de gobiernos antidemocráticos encargados de facilitarle la tarea de controlar geopolíticamente la región.
Es en este contexto que debe ser analizada la disposición de Bukele por colaborar y ponerse a las órdenes del proyecto de Trump y Elon Musk. En sí mismo, Bukele representa a un nuevo sector oligarca en el país, que para prosperar necesita de aliados internacionales. Nada más natural que aliarse con el imperialismo para, en conjunto, emprender el más despiadado saqueo de los recursos humanos y naturales del país.
Todo el mandato de Bukele ha estado marcado por el enriquecimiento de un reducido grupo, cercano al presidente, y el aumento de la pobreza de la población mayoritaria. Esta política antidemocrática, no solo en lo político, sino en lo económico, está acorde a la visión que Trump tiene para América Latina. Una forma de capitalismo antidemocrático que trabaja en favor de una minoría privilegiada, exacerbando las desigualdades y los conflictos sociales.
Ante este escenario los pueblos tienen como tarea la lucha organizada en favor de la democracia y la construcción de un mundo económicamente justo que funcione para todos. A lo largo de la historia ha sido la lucha de los pueblos la que siempre ha traido cambios positivos. Como olvidar conquistas como la jornada laboral de 8 horas, la abolición de la esclavitud y la consecución del voto femenino.
Todas ellas conseguidas gracias al desarrollo de vastos movimientos de masa. Trump y Elon Musk son herederos de la tradición más antidemocrática que ha parido occidente; aquella a la que pertenecen personajes como Hitler y organizaciones como el Ku Klux Clan, quienes siempre han surgido para combatir los avances democráticos conseguidos tras años de lucha. En estos momentos oscuros, sin embargo, no debemos olvidar la enseñanza de filósofos como Ernst Bloch quien enseñó que incluso en los momentos más oscuros yacen oculta en la historia aquellas huellas utópicas que nos recuerdan que la historia es un escenario siempre abierto con posibilidades de transformación y progreso.
