El papa Francisco y el vicepresidente Vance. Catolicismos confrontados.

Por: Elio Masferrer Kan. *

La Iglesia Católica acredita una larga tradición de respaldo a los migrantes e incluso tiene a su interior congregaciones especializadas en el apoyo a los procesos migratorios como es el caso de las y los “escalabrinianos”; los jesuitas han desarrollado el Servicio Jesuita Migrante y tienen un trabajo muy fuerte en varios países de Europa y América para apoyar a las personas en movilidad. El papa Francisco, el mismo hijo de inmigrantes italianos del Piamonte ha realizado un conjunto de gestos para dejar muy clara su solidaridad y compromiso con los migrantes al margen de su religión, dejando de lado si son o no cristianos, rescatando en todo caso la humanidad de los actores en situación de movilidad, dando así testimonio de la vocación del Concilio Vaticano II de “diálogo entre las religiones”, incluso con aquellas que no son cristianas.

Al principio de su pontificado el papa Francisco consiguió niveles muy altos de popularidad entre católicos y no católicos, logró colocarse como un punto de referencia en la opinión pública mundial, que le reconocía su valentía por romper con los estereotipos jerárquicos obsoletos del clero tradicional. Recientemente se hicieron nuevas encuestas y las mismas acreditaban una ligera disminución de su popularidad, sin embargo, lograba tener mas popularidad en Italia, que el porcentaje de personas que siguen declarándose católicas.

El viernes pasado, en la Conferencia de Seguridad Europea realizada en Múnich dejó totalmente sorprendidos a todos los participantes, el discurso del vicepresidente de los Estados Unidos J.D. Vance, quien consideró que el problema central eran los mismos europeos y particularmente las elites políticas que no reconocen los valores democráticos y no asumen las firmes posiciones de segmentos importantes de sus propios ciudadanos que rechazan en forma consistente la migración no autorizada a su territorio, también cuestionó los criterios políticos de aislamiento de las formaciones de ultraderecha, evitando tomar en cuenta sus planteos: “el asunto no es China ni Rusia” afirmó, el problema serían “los europeos que no respetan los valores democráticos que se asumen en los Estados Unidos”, al no reconocer el rechazo a los migrantes y que estos serían entonces el principal problema, no por casualidad, citó al papa Juan Pablo II reclamándoles a los europeos “que no tengan miedo”.

También les informó que se reunirían con el presidente ruso, Vladimir Putin, sin la presencia europea para resolver la guerra con Ucrania y por su parte el presidente Trump conminó a los ucranianos para que cedieran una parte importante de sus recursos naturales para resarcir la inversión de recursos de los Estados Unidos en el conflicto. El respaldo tácito de Vance al partido neonazi AfD motivó una enérgica respuesta del ministro de defensa alemán

que reafirmó la posición alemana de rechazo a todo aquello que reivindicara el período hitleriano.

Lo más complejo del asunto es que Vance recientemente se convirtió al catolicismo, con lo que sería el segundo vicepresidente católico después de Biden, quien en su momento lo sería de Obama. Biden fue además el segundo presidente católico después del asesinado J.F. Kennedy. Recientemente varios investigadores hemos entrevistado a clérigos católicos en torno a los procesos migratorios y las respuestas fueron sorprendentes, un sector muy importante de sacerdotes, obispos y laicos rechazan a los migrantes, en muchos casos con argumentos racistas, discriminatorios y xenófobos. Mientras que otros retoman conceptos de misericordia, amor al prójimo y respaldan los planteos de Francisco. El debate está sobre la mesa y las opiniones fracturan a los creyentes.

Trump y Vance reaccionaron con un fuerte rechazo a los religiosos que proponen una política pro-migración. La obispa anglicana que los cuestionó fue descalificada como falsa obispa y al papa Francisco se sugirieron que se ciñera “a la Iglesia Católica y déjenos a nosotros el control de las fronteras”, llama la atención la actitud de la Jerarquía católica norteamericana, quienes, con su silencio, al igual que muchos líderes protestantes están respaldando la política antiinmigrante.

El problema es eminentemente cultural y esto se traduce en estrategias políticas, muchos europeos y norteamericanos están en una situación de “pánico moral” ante la llegada de personas distintas a los patrones sociales y culturales dominantes y no quieren asumir la realidad de que sus tasas de fertilidad son bajas, a tal punto que no pueden siquiera garantizar la reproducción de la población local y son las “minorías” quienes tienen más nacimientos generándose así la percepción de una “invasión” de “gente de color” que es aprovechada por las derechas para desmantelar las débiles democracias europeas.

Hay quienes dicen que Trump sólo durará cuatro años y que después vendrá el cambio. Vance tiene 38 años y muy probablemente sea el reemplazo de Trump, su discurso consistentemente conservador nos hace suponer que el asunto no son los comportamientos aparentemente intempestivos de Trump, debemos entender que estamos frente a un nuevo proyecto de división internacional de las hegemonías en el mundo resultado de complejos procesos económicos y políticos.

Mientras tanto podemos confrontar los proyectos del papa Francisco con su Encíclica Fratelli Tutti y por otra parte el catolicismo conservador, nativista y racista del Bloque mayoritario del Episcopado norteamericano y de otros países, cuyo portavoz es Vance, católico y vicepresidente de los Estados Unidos. Como dice el dicho popular “que nos agarre confesados”.

*Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH-INAH

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