Trump encarna las peores formas del imperialismo.

Por: Ruben Montedonico Rodríguez.
La observación y la consiguiente opinión sobre la actual administración
compleja y sólo pretendo desmenuzar algunos detalles sobresaltantes de la
misma referidos en general a nuestra América. A partir que Donald Trump
fue electo mandatario de EEUU, se comportó como un presidente ya en funciones
para algunos temas y de inmediato señaló las medidas que tomaría de manera
formal como mandatario regente de un cierto orden. Es que las promesas
de campaña en las ferias electorales son de las primeras cosas que los electos
dejan por el camino: no ocurrió con Trump, a pesar de que algunas propuestas
tuvieron cambios menores.
La actitud, ya como presidente, influyó de forma clara en los gobiernos
occidentales, tanto los del capitalismo central como en las periferias.
Los primeros elementos que contaron fueron los movimientos de
inversionistas menores y medianos respecto a sus papeles en las
bolsas, que se reflejaron públicamente a través de las pizarras y por diversos
medios de comunicación. Aquello fue un primer sacudón, una suerte de
torbellino-predictor que acompañó al electo, que se prolongó y en algunos
casos se hizo de un efecto más profundo, obligando a cambios en la cotización
de monedas y papeles con valor, llegando a ser encaradas -con miras al
futuro inmediato- como un verdadero preámbulo que anunciaba la llegada
de un nuevo y diferente ciclo económico.
Varios fueron los regímenes que tuvieron que adecuar sus perspectivas a
nuevos tiempos dictados desde la Casa Blanca por una administración que
utilizó muchos de sus recursos para modelar un régimen deseado y anunciado
por Trump.
Sin embargo, para los latinoamericanos el más grave anuncio fue aquel que
abarcó ataques directos contra los migrantes con pocos o ningún documento
identificatorio (llamados por las autoridades gringas como «Ilegales»). En particular
México, Guatemala, El Salvador y Honduras, presionándolos mediante medidas
económicas -le impondría enormes fiscalidades a la compra de sus productos a
quienes no colaboraran con la campaña anti migrantes emprendida. Para desazón de
muchos empleadores, han visto arrestar a sus trabajadores, como consecuencia de la
medida que se está llevando al cabo en contados sitios y alcanza a personas de más
países que los señalados. La pregunta que se hace el pueblo estadunidense es acerca
de qué sucederá si la medida se extiende en el tiempo y desaparece la mano de obra
barata de los extranjeros.
En particular, esta medida genera rupturas en el cuerpo republicano cuando se refieren
a cuestiones de nacionalidades; un decreto de Trump -anulado por inconstitucional por
la Corte Suprema con amplia mayoría republicana- quiso privar de la misma a los nacidos
en territorio estadunidense siendo hijos de indocumentados.
A los anuncios hechos desde los tiempos de campaña. el inquilino de la Casa Blanca y
su gabinete de comerciantes y empresarios supermillonarios sumó un destacado interés
expansionista compuesto por la oferta de comprar Groenlandia (accediendo, quizá, a
un pedimento del Pentágono), rehacerse con el Canal de Panamá (como una suerte más
de la confrontación comercial de guerra fría contra China Popular) y, la gran piedra del
escándalo internacional, la cesión por parte del gobierno genocida de Israel, de la Franja
de Gaza, cuando no esté habitada por ningún palestino.
Hay momentos en los cuales me pregunto, no sin insensatez, si estamos ante un sujeto
con problemas de sistema nerviosos central o un mal actor de ópera bufa. Regreso de
ese estado primario a la realidad y lo veo como el signo del capitalismo y del
imperialismo del futuro, con seguidores tan espurios como él: Bukele, Bolsonaro, Milei y
alguno que otro que anda agazapado. Hay una versión de la denominada «doctrina Monroe»
adecuada a la tipología del nuevo régimen que se intenta extender por el continente (donde
lo latino se ve como del «patio trasero» y el Pacífico el lugar donde se sostendrá la primer
gran batalla contra el competidor comercial pekínes).
En el contexto de la disputa China-EEUU por la preeminencia en Latinoamérica hay que anotar
que existe una clara determinación por parte Washington de seguir aplicando su interpretación
de la doctrina Monroe, alentando a grupos de la oligarquía a apoyar decididamente a candidatos
de la derecha y hostigar a los gobiernos que se encuentren poco dispuestos a “tener palo ande ir
a rascarse” (términos empleados en el poema gauchesco Martín Fierro) con la administración Trump.
Entre mis consideraciones de los últimos tiempos, creo que a Sudamérica llega una época con
grandes zanjas entre países producto de la balcanización y los desarrollos culturales desparejos de
país a país- con la derecha que quisiera seguir apoyando en lo que pueda al imperio, pero la realidad
de los pueblos marcha y marchará por otro lado, obligándolos a rectificar o irse y hasta, tal vez,
ponga a pensar a quienes hoy dicen representar a la izquierda si lo son realmente.
De lo que trata, según me parece, coincide en gran parte con lo que piensa y propone el maestro
Julio. C. Gambina, quien recuerda con enorme acierto a El Amauta (José Carlos) Mariátegui cuando
indica «Se trata de recuperar la historia y la experiencia de las luchas contra la conquista, pasando
por la gesta emancipadora de la “patria grande”, al proyecto socialista sustentado desde la emergencia
de colectivos que levantaron propuestas revolucionarias por el socialismo». Incluso, como indicó Mariátegui,
no se trata de calcar el pasado, sino de resignificar el proyecto en contra del capitalismo y por el socialismo,
que anida en múltiples experiencias comunitarias, de autogestión, solidarias, cooperativas, de reproducción
de la vida cotidiana y la naturaleza, más allá y en contra de la ley del valor.
La amenaza de Trump y sus aliados en la región es resultado de experiencias que generaron expectativas
de mejora social sin confrontar al régimen del capital. Parar la amenaza supone reinstalar el objetivo en
contra del capitalismo y por el socialismo.
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