Por: Elio Masferrer Kan. *
La dinámica del campo religioso es constante, tenemos los testimonios de quienes lo abandonaron, de aquellos que permanecen y de los que se reincorporan. Cada quien enarbola estadísticas en un sentido o en otro, las mismas son todas ciertas, aunque cada quien lee la que más les conviene o cómo les conviene. El desafío de los antropólogos y demás científicos sociales es explicar las dinámicas diferentes que se dan en las sociedades complejas, que estudiamos, a la vez que compartimos y vivimos en tanto ciudadanos, donde sin renunciar a nuestras elecciones y posiciones personales podamos construir análisis y estudios objetivos que reflejen las realidades diversas en que nos encontramos.
Otro asunto que a veces se olvida es el papel de la cultura o más precisamente, las diferentes culturas y subculturas que coexisten en esta complejidad social. Esta diversidad incide directamente en las distintas visiones del mundo y por supuesto en la toma de decisiones sobre cuestiones íntimas y personales, resultado de las visiones del mundo compartidas por los diferentes grupos sociales. Este asunto es muy importante, pues lo que puede parecer lógico y correcto para algunos, no lo es para otros. Lo mismo puede suceder con las iglesias, la adhesión o participación en alguna de ellas, no implica que todos los miembros de la misma tengan las mismas opiniones sobre cuestiones vitales y trascendentales.
Los escépticos en materia religiosa enarbolan la cifra de que el 29% de los estadounidenses dicen que “en materia de religión, nada en particular”, los “nones” que tienen más presencia entre los jóvenes. Las encuestas mexicanas van en el sentido contrario, sólo el 5% afirma que no cree en Dios. El Censo de Población del 2020 afirmó que menos del 1% se declara ateo o agnóstico: más de nueve millones de mexicanos dice que “no tienen ninguna religión” y algún comentarista dijo alborozado que por fin esos engrosan las filas del ateísmo. Nada más equivocado, sectores importantes de los evangélicos fundamentalistas afirman que la religión es un invento “de los hombres” y podría ser una estrategia de Satanás para confundir al personal y llevarlos engañados a los peores destinos. Más de tres millones de mexicanos igual de precavidos se declaran “creyentes” en su respuesta del Censo. Es muy probable que esos casi 13 millones de lean la Biblia y se inspiren en ella para guiar sus comportamientos.
¿Quiénes crecen en el campo religioso? Nuestra investigación de campo nos muestra que se fortalecen las corrientes carismáticas y pentecostales, tanto en el mundo católico, como entre los evangélicos, estas tendencias religiosas implican modos de vida religiosos más intensos, con una particular relación con el Espíritu Santo y que diferentes formas implican un “nuevo nacimiento” personal. En estos contextos vivenciales participan más los jóvenes
que los adultos y son estos nuevos contingentes quienes fortalecen a las congregaciones religiosas.
La vida religiosa ha tenido cambios cualitativos con motivo de la pandemia, aunque venía de antes: se han posicionado con bastante impacto en grupos de creyentes muy comprometidos las propuestas “multisituadas” que combinan servicios religiosos presenciales y digitales, tanto que varias iglesias ya establecidas, están cambiando sus estrategias pastorales, también hay quienes se resisten y persisten en sus tradiciones.
Otras tendencias basadas en cuestiones de introspección personal y muy relacionados con la Nueva Era e iglesias de tradiciones orientales, pero que en muchos casos fueron refundadas en Occidente también han ampliado sus espacios, particularmente entre sectores de clase alta, altísima y clase media alta, a quienes debemos agregar intelectuales e incluso algunos estudiosos de las religiones, que se han convertido a las “nuevas espiritualidades”. El año pasado asistí a un congreso en Uruguay, donde pude observar a los colegas ya “espiritualizados”.
Estos cambios en los creyentes de México y América Latina tienen matices y la crisis de las creencias están más referidos a la pérdida de la sacralidad de las iglesias o más particularmente de ciertos líderes religiosos que han tenido escándalos sexuales y/o patrimoniales. En Chile, en este momento el país con 38% de “nones” se combinan los escándalos en el mundo católico y en el mundo evangélico. Rebasó a Uruguay, que era el país con más ateos de la región.
El impacto de los escándalos de Marcial Maciel, el fundador de la Legión de Cristo podría explicar el avance de la Nueva Era y neo espiritualidades en las clases altas, quienes en su momento vieron a la Legión como una alternativa a lo tradicional del catolicismo. Después del fiasco quienes crecen son los carismáticos católicos.
La clave de la búsqueda de lo religioso, en un contexto donde se “habla mucho y se hace poco” está basado en el “testimonio personal”, no en los discursos, por ello muchos están preocupados por la salud del papa Francisco, al margen de si son católicos, evangélicos o ateos “de a deveras”.
La discusión sobre el aumento de los creyentes o de los ateos, es muy parecida a la del “vaso medio lleno o medio vacío”.
*Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH-INAH