Rutilio Grande, Monseñor Romero y el Papa Francisco.

Por: Ignacio Ochoa. *

El 12 de marzo se conmemora la muerte del Jesuita Rutilio Grande, S.J., asesinado en El Paisnal, Aguilares, San Salvador en 1977.

Los que han visto la película «Romero», aprendieron que, Monseñor Oscar Arnulfo Romero Galdámez, fue nombrado arzobispo de San Salvador el 3 de febrero, 1977 por el Papa Pablo VI.

Los sectores progresistas de la Iglesia Católica en El Salvador inicialmente no vieron con buenos ojos el nombramiento de Óscar Arnulfo Romero como arzobispo de San Salvador en 1977, por ser considerado un clérigo conservador, cercano al Opus Dei y poco comprometido con la Teología de la Liberación.

Los Jesuitas y las Comunidades Eclesiales de Base, esperaban que el cargo lo asumiera Monseñor, Arturo Rivera y Damas, quien tenía una trayectoria más clara en defensa de los pobres y la justicia social.

Mi amiga, Teóloga y Periodista, María López Vigil, en el 2015, dejó hablar a la gente para que expresara sus testimonios sobre lo que significó aquel contexto de 1977 en El Salvador en su libro «Piezas para un retrato», de UCA-Editores.

«DESDE FINES DEL 76 Sabíamos que Roma estaba en consulta buscando nuevo arzobispo, porque a Chávez le tocaba renunciar por la edad.

El nuncio promovió la candidatura de Romero y consultó al gobierno, a los militares, a los empresarios, a las damas de sociedad. Le preguntaron a los ricos y los ricos dieron todo el apoyo al nombramiento de Romero. Sentían que era uno «de los suyos». (Francisco Estrada)

» LA OLIGARQUIA HABIA AVALADO Su candidatura, eso se conocía en nuestros ambientes. Y hasta se hablaba de que algunos viajaron a Roma a gestionar su nombramiento y que uno de ellos fue Rodríguez Porth. No sé si será cierto, lo cierto es que se decía.» (Magdalena Ochoa)

«EL FINAL DEL GOBIERNO DE MOLINA Después del fracaso de la reforma agraria, fue de una represión tremenda contra los campesinos. Y ya empezaba la persecución contra la Iglesia. Sólo en febrero de aquel año habían torturado a cuatro curas, a cuatro los expulsaron del país por extranjeros, ya había allanamientos y amenazas contra religiosos, un ambiente muy feo. Monseñor Chávez pidió que se acelerara el cambio para que su sustituto le entrara a aquella crisis. Cuando supo que era Monseñor Romero se desalentó. Lo había tenido de auxiliar cuatro años y conocía sus limitaciones. -Es curioso -me dijo- que la Santa Sede no me haya hecho caso con Monseñor Rivera, que siempre fue mi candidato y lo sabían. Cuarenta años de arzobispo y no tuvieron en cuenta mi opinión… Estaba dolido. Tal vez en Roma le temieron a Rivera, porque, aunque no era un peleanchín, sabía debatir jurídicamente. – ¡Este Chompipón -así le decían a Rivera- es un comunista que sólo sabe ponernos en apuros! Ese era el comentario de la derecha y de los militares. Tal vez en Roma dijeron: mejor Romero, que lo podemos manejar.» (César Jerez)

«SE ME CAYÓ EL MUNDO Encima cuando supe que Romero era el nuevo arzobispo. Mi fui a la UCA llorando amargamente. – ¡Yo no voy a obedecer a una Iglesia que tenga semejante jefe! ¡Ahora tendremos que irnos a las catacumbas! » (Carmen Álvarez)

Sin embargo, tras el asesinato de su amigo Rutilio Grande, S.J., Monseñor Romero sufrió una transformación radical y asumió una postura firme en defensa de los derechos humanos, denunciando la represión y la violencia en El Salvador.
Aquellos Jesuitas de avanzada, durante los 36 meses siguientes no solo apoyaron a Monseñor Romero, sino que vieron cómo Romero se convirtió en uno de sus más grandes defensores y promotores del legado de Rutilio Grande.

La homilía de Monseñor Óscar Arnulfo Romero en Apopa, pronunciada el 14 de marzo de 1977, fue un momento clave en su transformación pastoral tras el asesinato del padre Rutilio Grande, S.J. y sus dos acompañantes, Manuel Solórzano y Nelson Rutilio Lemus, ocurrido el 12 de marzo de 1977.

Romero denunció el asesinato de Rutilio Grande, S.J. como un acto de violencia injusta y como un ataque a la Iglesia comprometida con los pobres.

Declaró que la muerte de Rutilio Grande, S.J. fue un llamado a la Iglesia salvadoreña para reafirmar su misión profética y su compromiso con la justicia social.

Monseñor Romero se solidarizó con las comunidades cristianas y criticó la represión estatal contra quienes defienden los derechos de los más vulnerables.

Afirmó que “La Iglesia no puede quedarse callada cuando se toca la dignidad del ser humano.”

Finalmente, Romero anunció que no participaría en actos oficiales con el gobierno, marcando una ruptura con las élites políticas y económicas.

En estos días previos a la entrada de la Cuaresma, el Papa Francisco ha estado delicado de salud. Él, como Jesuita, conoce la tradición intrínseca sobre la fecha del 12 de marzo para los Jesuitas del mundo. En sus entrevistas ha expresado una gran admiración por Rutilio Grande, el sacerdote jesuita salvadoreño asesinado en 1977 por su compromiso con los pobres y la justicia social. Rutilio Grande fue un amigo cercano e inspiración para Romero, quien tras su muerte asumió una postura más firme en defensa de los derechos humanos en El Salvador.

El Papa Francisco beatificó a Rutilio Grande el 22 de enero de 2022 junto con otros mártires salvadoreños, reconociéndolo como un símbolo del compromiso de la Iglesia con los más necesitados. Su martirio encarna la opción preferencial por los pobres, un principio clave en el pontificado de Francisco.

El papa Francisco ha mostrado una profunda admiración por San Óscar Romero, el arzobispo de San Salvador asesinado en 1980 mientras celebraba misa. Romero es un símbolo del compromiso de la Iglesia con los pobres y la justicia social, valores que Francisco ha promovido constantemente en su pontificado.

En el 2015, el Papa Francisco declaró a Monseñor Romero; mártir de la fe, lo beatificó y finalmente lo canonizó el 14 de octubre de 2018 en el Vaticano. Durante la ceremonia, el papa usó el cíngulo manchado de sangre que Romero llevaba cuando fue asesinado.

El biógrafo de Rutilio Grande, Rodolfo Carde comentó lo siguiente en una conferencia que impartió en Roma, 2015 en ocasión previa a la canonización de Monseñor Romero: «Permítanme comenzar con una anécdota personal. Mientras reunía documentación relacionada con Rutilio Grande, en el Archivo Romano de la Compañía de Jesús, en octubre de 2015, el arzobispo de San Salvador me invitó a unirme a la delegación salvadoreña de visita en Roma para agradecer al Papa Francisco la beatificación de Monseñor Romero (…) Cuando me encontré delante de él, me presenté como el autor de dos biografías de Rutilio Grande, una breve y una extensa, y como presidente de la comisión de peritos de su causa de su canonización. Me dijo que conocía la primera. Luego me miró y me preguntó si ya teníamos el milagro. Le respondí que no. Entonces me dijo, con una gran sonrisa, que ya había un milagro. Y agregó que el milagro de Rutilio Grande es Monseñor Romero»

*Fundación Nahual
fundacion.nahual@gmail.com

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