ARGENTINA: EL DIA DE LAS BESTIAS. 

Por: Marcelo Valko. 

Soy marchero viejo. Estuve en infinidad de marchas y manifestaciones, porque estar en la calle es tan necesario como escribir un libro y entenderlo, tan vital como un abrazo, energiza tanto como un beso en la boca, profundo, bien dado. Estuve en marchas del final de la Dictadura cívico-militar-eclesiástica. Marchas duras, repletas de esbirros de civil fácilmente reconocibles. También en el comienzo de la democracia, en una oportunidad logramos que mis viejos participaran y vieran “in situ” a las Madres de Plaza de Mayo marchando por sus hijos detenidos desaparecidos. Para mi familia fue muy emocionante, inolvidable. Mi mamá lloro aquella noche viendo a esas mujeres avanzando con las fotos de sus hijos. Hubo muchas marchas con represiones, con infiltrados varios que hacían desmanes para luego dar con todo a la gente, pero hace mucho tiempo no presencié la saña de hoy en las calles del centro de Buenos Aires.  

Saña absurda atacando a gente en la vereda, a padres con sus hijos que les enseñaban a esos niños que se puede discrepar de las autoridades en forma civilizada, estando en la calle, mostrando disconformidad por ejemplo con el miserable sueldo que cobran los jubilados después de una larga vida de trabajo. ¿Está mal apoyar el reclamo de los pobres viejos con ese sueldo que habría causado escalofríos a los esclavos de Espartaco, escandalizado a los sans-culottes que tomaron la bastilla o a los marineros del acorazado Potemkin? Una saña absurda, atacando a gente que lo único que hacía era aplaudir mostrando su disconformidad en la esquina de Callao y Rivadavia frente al Congreso Nacional, reprimir a palos y gases a gente que solo cantaba un hit musical que hace bastante está en el top ten de las más escuchadas: “QUE SE VAYAN TODOS QUE NO QUEDE NI UNO SOLO”. Reprimir a los hinchas de futbol, que guiados sin duda por Diego Maradona desde el Más Allá, decidieron salir a respaldar a los abuelos no tiene perdón. Reprimir a gente por sacar una foto como se ve en el video del pobre muchacho que perdió masa encefálica. Decenas de heridos, gente hospitalizada, casi doscientos detenidos. Ya cuando iba en el Subte desde Urquiza en la línea B para ir a la marcha, observé gente con camisetas del Rojo, la Academia, el Gallito de Morón, Atlanta, la 12, River, Ferro y tantos otros clubes y por supuesto de Chacarita que fue la primera hinchada en apoyar, una gloria que nadie les va a quitar. La historia, la gran historia, tiene esas chispas, como la que produjo la hinchada de Chacarita que los diarios del régimen transformaron en “barras bravas”. Esas chispas casuales, que no las causan los que se atragantan con frases, y se enredan con palabras. A la historia las mueven las pequeñas chispas, muchas veces no encienden, pero cuando encienden, más les vale correr a quienes están del otro lado… Yo, operado del corazón y con una válvula no estoy para tirar piedras ni mucho menos. Igual fui manguereado, corrido y gaseado. Pero vi algo en la gente, algo diferente, una especie de decir basta, hasta acá llegan las bestias. Quizás la chispa encienda y se mantenga, quizás no. Igual la historia es larga, las estrellas no duermen y habrá rendición de cuentas, y sin duda: es lento, pero viene… 

 

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