EL SALVADOR: Propaganda para que el pueblo no despierte: ¿Cómo nos venden el cuento (y cómo desactivarlo)?

Por: Miguel A. Saavedra.
Compara la propaganda gubernamental y su trabajo de adormecimiento colectivo que llevan desde antes que llegaran al poder. Piénsalo como un gran call center, monstruoso y bien montado, pero en vez de ofrecerte un plan de datos o un seguro caro, te convencen de comprar: resignación, respuestas de microondas y fe ciega en mesías de juguete. Así funciona el «Aparato Ideológico-Comunicacional» ese equipo de medios, algoritmos y líderes que parecen vendedores de baratijas en una feria. No están ahí para informarte, sino para programarte el cerebro. ¿Su receta? Varias jugadas tan brillantes y perversas que merecen un Oscar al guion de comedia política.
Distracción —te tienen mirando el escándalo del día mientras te meten la mano al bolsillo.
Luego: Relato de la Inevitabilidad —«es lo que hay, no hay vuelta atrás». «No hay nada que hacer», te repiten hasta que te lo crees; para finalmente: Alabar al falso Mesías —te venden un héroe salvador; casi endiosan al que no salva ni el café de la mañana.
Es la política fast food: te sirven una hamburguesa que brilla en la foto (promesas relucientes), pero al darle la mordida, puro aire. Y, aun así, el empaque es tan bonito que le sacamos selfie con filtro. Estas tres trampas no van solas; son una coreografía casi perfecta. Primero te marean, luego te aplastan con fatalismo y, al final, te enchufan un ídolo de cartón. ¿Qué queda? Ciudadanos reducidos a clientes zombis, esperando la próxima oferta del superhéroe político. Pero ojo, esto no es un velorio: es un grito con ganas de pelea.
¿Te animas a desarmar la estafa?
La estafa del sistema. 
A cambio de mesías, nos quitan todo y cambian nuestros derechos por promesas. Como ciudadano vas un fin de semana a pasear por el centro histórico y te topas con una megatienda de esas que abren los extranjeros. En vez de venderte algo útil, te ofrecen «resignación», un mesías político y una palmadita en la espalda. Así funciona la «de-ciudadanización»: no perdimos la ciudadanía por accidente, nos la robaron con un guion escrito por un experto en neuromarketing. Como esos anuncios que te convencen de comprar un batido «detox» cuando antes te bastaba un café barato o una horchata de morro.
Hoy te cuento cómo el «aparato ideológico-comunicacional» —medios, redes, líderes religiosos, algoritmos— nos pasea por cinco fases, del: «no pasa nada «al «salvador, sálvame». Y también te digo cómo salirnos del libreto. ¿Listo? Agarrémosnos.
Fase 1: «No te enteras porque no quieres».
Empecemos por el principio: «no sabemos que nos están jodiendo» porque estamos demasiado ocupados viendo el último viral de TikTok o discutiendo si Messi es mejor que Maradona, de qué famosa tiene mejor cuerpo (¿Kardashian, JLo o Beyoncé?), o qué artista de farándula llegará este fin de semana (en El Salvador traen uno cada quince días, igual que los narcocorridos y grupos de banda a los pueblos y Distritos).
Los algoritmos son como esos dependientes que te distraen con chucherías mientras el dueño sube los precios. **Burbujas de desinformación**, ruido constante, titulares que gritan, pero no dicen nada. Te mantienen adormecido. Aquí no hay conciencia de la injusticia porque el sistema no quiere que mires. Es el truco más viejo del marketing: *»Si no sabes que tienes un problema, no buscas solución»*. ¿Te suena?
Fase 2: «Duele, pero ¿y ahora qué?»
De repente, algo hace *clic*. Ves la pobreza en la esquina, la corrupción en las noticias no oficiales, el sueldo que no alcanza, o a un conocido capturado o despedido. Estás en la *Fase 2*: «consciente del problema, pero perdido». El periodismo te restriega el escándalo —»¡Otro robo al erario, escándalo financiero!»—, pero no te da mapa ni brújula.
Ahora el aparato ideológico saca su as bajo la manga: te deja con el dolor a flor de piel y las soluciones en la niebla. ¿Resultado? Gritos desesperados por un salvador. Es como cuando sientes cansancio crónico y el internet te ofrece mil remedios (¡y hasta sabe qué medicinas tomas!). Y ahí aparece el mesías de turno con su «Tranquilos, yo lo arreglo». Bukele, Trump, Milei, Noboa… Todos siguen el mismo manual escrito por las élites.
Fase 3: «Hay salida, pero cuidado con soñar».
Te hartas y buscas soluciones de verdad: protestas, organización, ideas colectivas. Bienvenido a la *Fase 3*, donde el sistema te pone un alto. Los medios oficiales y sus aliados tachan las marchas de «violentas», a los activistas los acusan de terroristas (gracias al *Estado de Excepción* o a causas inventadas en fiscalías cómplices). Criminalizan cualquier chispa de cambio.
Es como si una marca de vitaminas te dijera: «Sí, hay otras, pero cuidado: te dan alergia y otras reacciones secundarias». El aparato no quiere que explores; prefiere que esperes al héroe con capa que nunca llega.
Fase 4: «Te vendo esperanza en oferta».
Aquí ya conoces el «producto»: el mesías político. Te lo venden con eslóganes pegajosos —»Aquí hay ley, seguridad y orden», «Cambio radical», «Nunca en la historia en el país se había…»— que suenan bien pero no explican nada. Cansado de pelear, estás listo para comprar lo que sea con tal de sentir un subidón de dopamina.
La estrategia del sistema es brutal: promesas vacías envueltas en emociones fuertes. ¿Funciona? Claro. Mira cómo X (antes Twitter) se llena de hilos alabando a líderes que no han lavado un plato en su vida. Es el triunfo del *neuromarketing* sobre la realidad: te venden un sueño que nunca entregan.
Fase 5: «Actúas, pero en su juego».
Llegas a este punto con el fuego en el pecho, listo para mover el mundo, y ¡zas!, el sistema te tiene enjaulado. Esos movimientos sociales que podrían derribar murallas terminan secuestrados por instituciones y organizaciones de todo pelaje que te miran con cara de «no hay nada que hacer» o por líderes que venden la bandera al primero que pasa con plata y dobles cargos a ellos y su familia. Los ejemplos sobran: de la A a la Z, desde gremios, hasta sindicatos y ONGs , se arrodillan al régimen por unas migajas, traicionando la causa por un plato de lentejas con macarrones. Es como si fueras por esas vitaminas que te prometieron y te dijeran: «Solo las tenemos nosotros, a nuestro precio y con nuestras condiciones, así que ni te quejes». El aparato ideológico te la juega completa: te da permiso para actuar, pero solo si no rozas ni de lejos el poder de verdad.
El mesianismo no es tu culpa, es su truco.
Aquí va la clave: el mesianismo no es un error tuyo, es una jugada maestra. No te culpes por querer un salvador cuando todo duele; el sistema lo diseñó así. Es un guion para convertirte de ciudadano en espectador, de actor en aplaudidor. Pero no todo está perdido. Podemos **hackear esta jugada**:
1. Ataca la Fase 2 (donde duele, pero no ves claro). Usa humor ácido:
   – «El mesías no paga tus cuentas, ni llena tu refri».
   – «Esos que seguís nunca se han acostado sin comer, ¿verdad?».
2. Crea mensajes desprogramadores:
   – «No es lo que hay, es lo que nos vendieron».
   – *»Las dictaduras aquí no duran más de tres períodos… hasta ahora».
3. Deja de ser audiencia y conviértete en editor: Coordina, crea, cuestiona. No necesitamos un héroe; necesitamos un nosotros, bien despierto.
Pero. La estafa hay que terminarla aquí.
La de-ciudadanización no es un tropiezo, es una estafa con todas las letras. Nos venden mesías como cura mágica, pero el precio es alto: nos arrancan la ciudad, los derechos, y nos dejan con promesas vacías. El sistema tiene su guion —distracción, dolor, salvadores de juguete y cartón—, pero no es invencible. Hackeémoslo con risas que desnuden la farsa, palabras que rompan la resignación, y un nosotros que deje de aplaudir y empiece a construir. «La estafa termina cuando dejamos de comprar el cuento y el valor vence al miedo».
¿Y tú? ¿Sigues en la fila de la megatienda o ya estás escribiendo tu propio libreto?
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