Albino Tinetti: un rebelde con muchas causas que hará falta.
Por: Víctor Manuel Valle Monterrosa.
Es notoria la cantidad de artículos periodísticos que se refieren al jurista, educador y humanista Albino Tinetti, fallecido en San Salvador el 18 de marzo de 2025, a sus 86 años. Es admirable cómo, desde varias posiciones políticas e intelectuales, han salido encomiables comentarios sobre la vida y obra de Albino. Eso lo hace, ahora que ya no está, una figura de consenso. En este mundo de perplejidades, ocurrencias y mistificaciones hará falta su integridad moral, inteligencia notoria, erudición general y sapiencia jurídica. Por eso podría caer en la categoría de “los imprescindibles” según el término acuñado por el dramaturgo alemán Bertolt Brecht en su frase muchas veces citada. Y desde esa perspectiva es bueno recordar a Albino, además de educador nato, como un rebelde de toda la vida.
Conocí a Albino en el apogeo de su rebeldía estudiantil cuando en 1960 era un aguerrido orador en la lucha contra el presidente Lemus, el primer opresor y violador de la integridad de la Universidad de El Salvador de la segunda mitad del siglo XX y derrocado en octubre de ese año. Algunos de sus líderes coetáneos eran estudiantes de todas las Facultades de la UES: Ivo Alvarenga, Roque Dalton, Josefina Guirola, Eduardo Badía Serra, Miguel Parada, Lotario Bayardo Gómez, Miguel Sáenz Varela, Eduardo Castillo, Fidel Chávez Mena y muchos más que, en esos tiempos, mostraban una similar rebeldía contra las injusticias.
Se recuerda que Albino y Roque Dalton compartieron las aulas y corredores del Externado San José, de la Orden Jesuita, donde ambos se graduaron en los 1950, aunque Roque era unos años mayor que Albino.
La rebeldía de Albino se reflejaba también en su alejamiento de dogmas, su independencia de criterio bien fundamentado, su apego a la razón y al pensamiento crítico que lo llevaba a veces a guardar silencios elocuentes. Esos rasgos los conocí cuando en 1962 y desde la juventud universitaria decidimos impulsar cambios en la UES y propusimos al Dr. Fabio Castillo Figueroa como candidato a Rector de la Universidad de El Salvador.
Para lanzar ese movimiento formamos un comité plural con estudiantes de varias facultades. Estaban Miguel Sáenz Varela, Antonio Osegueda, Ivo Alvarenga, Salvador Navarrete Azurdia, Albino Tinetti y Víctor Valle.
Triunfó el movimiento reformista en la UES. Fabio tomó posesión como Rector el 1 de marzo de 1963 y comenzó la siembra de ideas para pronto recoger frutos, no sin antes recibir los embates de la derecha de siempre. Se integró la Comisión de Reforma Universitaria donde estaban los profesores universitarios Fabio Castillo Figueroa, Rector, Mario Flores Macal, secretario general, Alejandro Dagoberto Marroquín, académico del Derecho y las Ciencias Sociales, y Alfonso Trejos Willis, educador y científico costarricense docente en Medicina. La AGEUS, por entonces respetada y gloriosa, designó a dos estudiantes para dicha Comisión, Albino Tinetti y Víctor Valle.
En esas reuniones semanales, donde los jóvenes aprendimos mucho, tuve ocasión de conocer más sobre la solidez intelectual de Albino quien no era fácil de que nadara con la corriente y razonaba sus posiciones. Gracias a él me sumergí en la lectura de los grandes reformistas universitarios de América Latina: Alfredo Palacios, José Ingenieros, Aníbal Ponce, Deodoro Roca y otros de similar talante. Sobre todo, Albino era ferviente partidario del Manifiesto de Córdoba, ese inspirador documento estudiantil de 1918 que planteó postulados cimeros para la educación universitaria de América Latina desde posiciones de rebeldía estudiantil.
Cuando en la Comisión discutimos y aprobamos el documento de septiembre de 1963 con las bases de la reforma universitaria a emprender en la UES, Albino jugó un papel importante en la redacción. Comenzaba así: “el 21 de junio de 1918 la juventud universitaria de Córdoba, Argentina, lanza un manifiesto que luego tuvo honda repercusión en toda América Latina, pues con el nació el movimiento que encendió el entusiasmo de los estudiantes del continente: La Reforma Universitaria” Sin duda el párrafo se inspiraba en un texto rebelde y combativo de 45 años antes que sirvió a Albino para redactar el párrafo aludido.
Después de una fecunda vida intelectual y académica, que incluyó la obtención de un Doctorado en Jurisprudencia y Ciencias Sociales de la Universidad de El Salvador y un Magister en Educación de la Universidad de Harvard, regresó a El Salvador a mediados de 1972 y el Rector Rafael Menjívar lo incorporó al equipo de asesores que trabajaban con la coordinación de Eduardo Badía Serra, secretario de Asuntos Académicos. Con entusiasmo se dedicó al remozamiento de la reforma universitaria que ya estaba bajo fuego interno y externo.
El 19 de julio de ese año fue la intervención militar del gobierno del coronel Molina que, con la concurrencia de los tres poderes del Estado, usualmente sometidos al poder político de turno, y el papel de algunos ministros ex alumnos de la UES encarcelaron al Rector, funcionarios y estudiantes, expulsaron del país al Rector y varias personas más y desmantelaron la reforma universitaria.
Ese día, a la hora de la llegada de la fuerza pública, Albino había salido a almorzar y por eso no fue capturado y maltratado como a los otros capturados. Pronto, se instaló una Comisión Normalizadora integrada por profesores adversarios de las reformas en marcha y llamaron a algunos a colaborar. Albino, enarbolando su acostumbrada rebeldía, dignidad y ética intelectual no colaboró en “normalizar” la Universidad bajo el mando del general Alfredo Alvarenga, director de la Guardia Nacional que era el comandante supremo de la ocupación militar y jefe de los “normalizadores”.
Quizá la rebeldía acostumbrada, a veces callada, de Albino se nutría de un antecedente familiar, de lo cual nunca hablaba por su acostumbrado carácter de no jactarse de nada. El historiador Carlos López Bernal me recordó cómo el apellido Tinetti llegó a Centroamérica.
Tres hermanos italianos Teodoro, Albino y José Tinetti vinculados al anarcosindicalismo, al estilo de los célebres Sacco y Vanzetti, llegaron a Guatemala en 1896 y en 1907 fueron enjuiciados por un atentado con bomba que casi mata al dictador Manuel Estrada Cabrera. Teodoro liberado y un pequeño hijo llamado Antonio se fueron a El Salvador en 1913. Antonio ya adulto, al igual que Teodoro, tenía un Taller Mecánico y en homenaje a su tío Albino le puso ese nombre a su único hijo. Eso explica en parte la rebeldía fecunda y productiva de Albino Tinetti expresada en muchas de sus actuaciones.
La anécdota de los hermanos Tinetti en Guatemala está registrada por historiadores y novelistas y de estos últimos los más conocidos son Miguel Ángel Asturias con El Señor presidente, y Rafael Arévalo Martínez, con Ecce Pericles.
Hará falta Albino Tinetti como rebelde con muchas causas; pero por las palabras habidas a pocos días de su fallecimiento sobre su vida y obra, sin duda deja un legado llamado a perdurar.
Que descanse en paz Albino Tinetti el rebelde honrado, brillante jurista, ilustrado humanista y constructor de nuevas realidades. Sus hijos Lucita y Antonio, y demás familia, tienen abundantes razones para sentirse orgullosos de él y conservar su memoria.