ECUADOR. Noboa, el niño rico que juega al pistolero.

Néstor Restivo.

En abril hay balotaje y el presidente busca militarizar Ecuador con apoyo de EE.UU.

Ecuador vive horas cruciales. En lo político, social y económico, muchas denuncias sostienen que el Estado (¿camino a ser otro Estado fallido, como hay en un creciente número en este reordenamiento global con la hegemonía en crisis y en retirada?) ha sido asaltado por bandas de delincuentes ligados al narco. Cunde la inseguridad, que le da al gobierno de Daniel Noboa la excusa para, ante la posibilidad de perder el balotaje de abril y de que regrese el correísmo, desplegar un arsenal de medidas represivas, censoras, para muchos inconstitucionales.

Noboa es un personaje especial. Hijo del “rey del banano” Álvaro Noboa, quien muchas veces quiso y no pudo ser presidente, en algunas de ellas derrotado por Rafael Correa, es un típico niño rico que, por su maleabilidad, le viene como anillo al dedo a los intentos de Estados Unidos y la ultraderecha continental de “securitizar” al pequeño país andino. Cuando Laura Richardson, la generala ahora retirada con cuatro estrellas, todavía dirigía el Comando Sur del Ejército de EE.UU., hasta diciembre último, visitó una docena de veces Ecuador, acaso el país de la región que más patrulló. Como antes con Colombia, antes del gobierno de Gustavo Petro, Washington necesita una cabecera de playa para militarizar (“securitizar”) la región argumentando alguna amenaza a la seguridad nacional que reclame una acción de emergencia, lo cual conlleva todo un dispositivo, legal o no, para controlar al país y evitar los supuestos peligros. Antes de Correa, EE.UU. tenía la base militar de Manta. Desde que terminó el mandato del expresidente exiliado en Bélgica, EE.UU. quiere reabrirla y/o instalar otra en las islas Galápagos.

Un ex embajador en Quito que conoce mucho al actual mandatario dijo a Tektónikos: “Un presidente como Noboa es ideal para esas intenciones por su debilidad y complejidad psicológica. Su physique du rôle calza perfectamente a esa condición”. Por eso, el embajador estadounidense en Ecuador, Arthur Brown, un hombre del servicio exterior que supo también dirigir la polémica USAID en Zimbabue, está tan activo estos meses.

Como recuerda una nota de CELAG, en enero de 2024, a poco de asumir y aprovechando la crisis de seguridad, delincuencia y caos, motines y muerte en las cárceles, Noboa declaró por decreto el “Estado de conflicto armado interno”, lo cual “permitió a las Fuerzas Armadas operar contra las bandas ligadas al narcotráfico al considerarlas como blancos terroristas”. Como se señala más arriba, esa apuesta a la “securitización” fue “apoyada de lleno por los EE.UU., con quien Noboa firmó varios acuerdos que, entre otras cosas, dotan de inmunidad a los militares norteamericanos”. El tema seguridad obviamente está en el tope de la agenda. De hecho, en 2024 una consulta popular que lanzó el presidente fue validada con un Sí mayoritario por la población respecto de diversas medidas propuestas para control del flagelo, aunque ganó el No en preguntas relacionadas al plan económico neoliberal.

También para este medio, el académico e historiador ecuatoriano Juan Paz y Miño consideró que “la delincuencia se dispara y el crimen organizado no se detiene. Pero justamente eso crea un ambiente de terror social, en el cual se cultiva el autoritarismo de Noboa, que justifica los permanentes Estados de excepción con el pretexto del combate a esos grupos, pero impidiendo, al mismo tiempo, cualquier manifestación ciudadana de oposición y resistencia”.

Cuna de oro

Hace muchos años, en la campaña presidencial que al cabo ganó Correa sorpresivamente (su primera victoria, en 2007), Álvaro Noboa recibió en su mansión de Guayaquil a un grupo de periodistas latinoamericanos y corresponsales que cubrían el proceso electoral, entre ellos al autor de esta nota. Junto a su pileta y algún trago en mano, manifestaba su convicción en la victoria. La sostenía la fortuna de (entonces, ahora seguramente aumentó) unos 1.000 millones de dólares obtenidos por sus negocios bananeros, navieros e inmobiliarios. Pero “el dinero no pudo comprar el amor” del pueblo ecuatoriano, podrían haber cantado Lennon y McCartney. Correa fue el ganador y empezó un ciclo virtuoso de la política y la economía de Ecuador, que hasta entonces explotaba tan seguido como sus volcanes. Toda esa paz acabó con los sucesivos gobiernos de Lenin Moreno, Guillermo Lasso y Noboa.

La compañía exportadora insignia del grupo Noboa fue y sigue siendo Exportadora Bananera Noboa, bajo la cual hay más de cien empresas subsidiarias. Ecuador es el principal exportador mundial de banano, y mucho de ello lo realiza Noboa. En aquél encuentro de 2007, Daniel, el primogénito, apenas tenía 20 años. Pero no estaba en la mansión familiar. Ciudadano ecuatoriano-estadounidense, había nacido en Miami en 1987 y por entonces cursaba sus estudios en la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York, tras lo cual hizo su posgrado en administración de empresas en Harvard, Cambridge, Massachusetts.

“Quizá en la relación con su padre y su familia (él presidente, su padre no pudo serlo aunque lo intentó varias veces) haya una clave de su personalidad tan compleja”, agrega el ex diplomático. “Daniel es un bicho raro, caprichoso, niño rico, y con muchas fobias, una de las cuales es con las mujeres, como sucede con su ex esposa (Gabriela Goldbaum, quien lo ha acusado de graves cargos violencia, amenaza y manipulación doméstica y familiar) tanto como con su ex compañera de fórmula y ex vicepresidenta (Verónica Abad, desplazada de su cargo por Noboa, quien lo ha acusado de «romper el orden constitucional» y perpetrar un golpe de Estado)”. Dentro de la serie de irregularidades del gobierno Noboa, se cuenta justamente que se negó a encargarle el poder a la vicepresidenta Abad para pedir licencia y hacer campaña, por la ruptura política entre ambos, y delegó la vicepresidencia en su secretaria de Gabinete, Cynthia Gellibert, algo que estaba declarado inconstitucional.​

El joven Noboa gobierna Ecuador para completar el mandato del banquero Guillermo Lasso, quien ante la crisis total en el país debió abandonar el poder y llamar a elecciones anticipadas en octubre de 2023. En una obligada segunda vuelta de esos comicios a fin de ese año, Noboa derrotó por poco margen a Luisa González, solo para terminar de cumplir con el mandato 2021-2025 que había dejado incompleto Lasso tras su renuncia. Pasado el período que correspondía, en febrero de este año volvieron a enfrentarse los mismos candidatos en un clima de total polarización, donde el resto de los partidos obtuvieron muy pocos votos, excepto el líder indígena Leónidas Izas del Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik (MUPP), que sacó poco más del 5%. Tanto Noboa, por Acción Democrática Nacional (ADN y aliados), como González, por Revolución Ciudadana (RC y aliados), obtuvieron poco más de 44% cada uno, con acusaciones cruzadas de fraude. El final del 13 de abril está abierto.

La consultora argentina Shila Vilker, que está midiendo opinión pública en Ecuador, coincidió para Tektónikos que Luisa González asoma hoy como favorita, ya que “el techo de Noboa no alcanza el 50% de los votos”. Y esto es así, explicó, porque “temas como el orden y la seguridad, que son un motivo central del voto para él, suponen también su rechazo (por las políticas llevadas a cabo por el gobierno en esa materia)”.

Para Paz y Miño, “la polarización política para la segunda vuelta presidencial en Ecuador es total. La oligarquía en el poder teme un eventual triunfo de Luisa González, previsto por todo tipo de encuestas, que le dan por lo menos 4 o 5 puntos de ventaja sobre Daniel Noboa. De modo que el gobierno literalmente se ha lanzado, con todo el poder del Estado, a tratar de impedir ese triunfo. Ello incluye a la fiscalía, la contraloría y, en la coyuntura, al Consejo Nacional Electoral (CNE) que no ha tenido empacho alguno en ‘atender’ las solicitudes y propuestas del presidente Noboa para no tener que encargar su puesto a la vicepresidenta, ni dejar sus funciones para la campaña y últimamente impedir que los ciudadanos tomen foto de su voto, e igualmente se incluye en esa prohibición a los delegados de la Revolución Ciudadana, que auspicia a Luisa y hasta la pretensión de liberar de multas a los ciudadanos que dejen de votar (en Ecuador el voto es obligatorio), lo cual intenta paralizar el voto popular”.

Y sobre un posible fraude en el balotaje, sostuvo: “hay una posibilidad cercana de que se produzca un fraude electoral obviamente en contra de Luisa González, cuyo encubrimiento estaría garantizado por las acciones supuestamente ‘legales’ para normar el proceso electoral y por la impunidad de quienes violan leyes o violentan la justicia a su modo, con el fin de alinearse con los objetivos políticos de la oligarquía en el poder. Ese peligro de fraude es lo que conmueve a los ciudadanos críticos en estos días e inunda el ambiente de las conversaciones y análisis cotidianos”.

De evasiones, secuestros y mercenarios

En octubre de 2023, medios informaron que Noboa poseía, según los Pandora Papers, empresas en guardias fiscales, por lo que su candidatura presidencial habría violado la ley del Pacto Ético, aprobada tras la consulta popular de 2017. Algo similar había pasado con Guillermo Lasso. Pero se sabe que la elite surfea con éxito cualquier denuncia o prueba que pueda revelar su criminalidad.

En abril de 2024, en uno de los tantos escándalos del breve período presidencial de Noboa, fuerzas de seguridad ecuatoriana irrumpieron en la embajada de México en Quito para capturar violenta e ilegalmente, ya que gozaba de inmunidad diplomática según la Convención de Viena sobre asilo, al exvicepresidente ecuatoriano Jorge Glas, acusado de corrupción en medio de polémicas de lawfare, como han sufrido Correa y varios de sus ex colaboradores por supuestos casos irregulares en el Estado, así como sufren hoy alcaldes y prefectos de RD para que se les complique su gestión y permanencia o reelección en el cargo. El caso Glas llevó a México a romper relaciones con Ecuador y a repudios de casi todos los países de la Organización de Estados Americanos. Desde su insólito secuestro en una embajada extranjera, Glas sigue preso en La Roca, la cárcel de máxima seguridad del país.

Uno de los últimos episodios polémicos de Noboa fue su reunión, en este mes de marzo, con Erik Prince, empresario y militar estadounidense fundador del grupo de seguridad privada Blackwater, acusado de mercenario e implicado en la matanza de civiles en Bagdad, Irak, en 2007 y en operaciones de inestabilidad política en Venezuela.

Noboa justificó ese encuentro con que el “experto” colaborará en combatir la violencia. A través de un mensaje en una red social, el presidente aseguró que el vínculo con Prince busca “mejorar las capacidades del país en la lucha contra el narcoterrorismo y la protección de sus recursos marítimos”. Y agregó que empezaba la “ayuda internacional a Ecuador”. No hubo más detalle y sí preocupación en una población que supo enseguida sobre los asesinos a sueldo de Blackwater.

En el establishment ecuatoriano hay confusión. Los sectores dominantes (el petrolero, el del banano, los bancos y poco más) tienen rispideces entre sí y Noboa no les resulta del todo confiable. Era distinto un banquero, también millonario, más tradicional como Lasso, dueño del Banco Guayaquil y otros activos financieros. Él aunaba mejor un bloque más sólido en finanzas, petróleo y firmas de Tratados de “libre comercio”, incluso con China pese a las presiones de EE.UU.

Iracundo y con posiciones extremas, el joven Noboa puede complicar los negocios de la élite, ser “demasiado” funcional al plan de “securitización” que promueve EE.UU., y aún peor para la clase: permitir que el correísmo vuelva a gobernar. Ello, pese a que la estabilidad de los años de Correa les permitió amasar fortunas. Pero como se sabe en toda América Latina, manda la ideología y la estirpe por sobre los resultados de las políticas.

El escenario se complica también por el crecimiento del negocio narco. El colombiano Petro ha esclarecido que la caída de consumo de cocaína en vastos sectores del pueblo estadounidense, y el paralelo auge del fentanilo, hizo que los carteles de la coca colombianos abandonaran muchas rutas hacia el Norte y se reorientaran al Sur, en búsqueda de puertos que vayan hacia Europa, Oceanía y otros destinos, como ya se ha analizado en Tektónikos. Ecuador es la primera parada de ese giro, en especial en los puertos de Guayaquil y Esmeraldas (así como bien podrían el de Rosario y otros de Argentina los últimos de la cadena). Mucho se ha acusado al narco ecuatoriano de ser manejado por la “mafia albanesa”, con efectivamente gente mafiosa proveniente de Albania que reemplazó o tiene más poder que los anteriores sicarios colombianos y otras nacionalidades. No parecen ser carteles muy grandes, sino muchos y dispersos. Como sea, con Noboa el tema no ha hecho otra cosa que agravarse.

Un rasgo particular que señala la fuente diplomática para esta nota es la disputa y el odio que se profesan el Ejército Nacional y la Policía Nacional (Ecuador es un país unitario). Cada fuerza tiene aproximadamente 50 mil efectivos que compiten entre sí por los “negocios” y por la cooperación financiera y en armas de EE.UU., supuestamente para combatir al narco. Cabe recordar que fue la Policía Nacional el cuerpo que intentó un golpe de Estado contra el presidente Correa, en 2010. Ambas fuerzas “tienen un alto grade de descomposición por el narco, y Noboa hizo un pacto tras la masacre de niños por parte del Ejército, él tapó el tema. Son acuerdos que Lasso también tenía”, dijo la fuente. Se refería a otra ignominia del mandato de Noboa: la desaparición y posterior asesinato de cuatro chicos de entre 11 y 15 años a fines de 2024 en Guayaquil, con responsabilidad de las fuerzas militares, como denunciaron y condenaron, entre otros organismos, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

Otro rasgo de Ecuador, coinciden varios académicos y analistas, es la ausencia de organizaciones sociales o sindicales intermedias, incluso de partidos, que no son agrupaciones de masas sino más bien pequeñas, de pocos cuadros y afiliados. En todo caso, las entidades indígenas sí tienen un alto grado de organización y han combatido tanto a la derecha como al correísmo, en este caso con argumentos ambientalistas, sobre todo ante la explotación petrolera en el Amazonas. En esta coyuntura, y dado el peligro que para ese sector (en cuya cúpula sobresale la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador – CONAIE) significa una mayor militarización del país, podría haber cierto favoritismo electoral por la candidatura de Luisa González. Su líder excandidato a la presidencia Leónidas Iza dijo recientemente que el movimiento que representa decidió “no dar ni un solo voto a la derecha ecuatoriana encabezada por el presidente Noboa”. Pero está por verse qué hacen las bases.Noboa, en tanto, nada en un mar de dudas. Según Vilker, “todas las consultas que hacemos sobre él muestran la ambivalencia que comenté cuando cité el caso de orden y seguridad como demandas del pueblo ecuatoriano”. Ella fue una de las pocas encuestadoras que midió y anticipó bien el excelente desempeño de la candidata de RD en la primera vuelta, contra otros sondeos que, sospechosamente, anticipaban un gran triunfo del actual mandatario. O, peor aún, los boca de urnas que, apenas terminada aquella votación, daban cuenta de un triunfo aplastante de Noboa que no ocurrió y sobre el cual sigue habiendo muchas dudas. Todo, a pocos días de una definición que será seguida con mucha atención en todas las Américas, de Norte a Sur.

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