¿Y QUÉ DE LO ECONÓMICO SOCIAL EN LA VIDA DE LA CLASE TRABAJADORA?
Por: Róger Hernán Gutiérrez. *
Ha caído el “libre mercado” y las tesis de que la anulación de aranceles, tratados de libre comercio, además de zonas francas y /o económicas especiales como quieran llamarse, en un marco de producción bajo regímenes de un bajo o nulo arancel o supuesto libre comercio y elusión fiscal; después de las últimas decisiones de Trump en el país que quiere rescatar su imperialismo, pareciera ser un giro en otra lógica económica y comercial del mundo.
La idea de que toda la inversión o la que conviene regrese al seno estadounidense y, que todo o casi todo lo que entra al mercado de USA, se le impongan altos aranceles para mermar la competitividad y supuesto favorecimiento a las empresas de países afuera del mercado de dicho país, además de otras medidas que abortan un libre mercado, está haciendo que lo geopolítico vaya imponiendo otras reglas al capitalismo, en un debilitamiento de lo que conocimos como libre mercado; dando pauta a otra globalización económica y sus resabios para las economías subdesarrolladas como la nuestra, que se ve afectada con el incremento de aranceles a lo producido en el país, y que tenía ingresos al mercado de los EEUU en un libre comercio “sin aranceles”, bajo el cafta-RD.
Que dirán ahora los grupos dominantes del capital, que amparados en un modelo de libre mercado y que implicaron términos como el consenso de Washington, la teoría del rebalse y otras terminologías para imponer una economía dominante de característica neoliberal, en los tiempos de arena (1989-2009) y la continuidad en el ejercicio administrativo del fmln (2009-2019), que plantaron el debilitamiento de lo institucional (lo público), de lo social y de las capacidades de desarrollo económico-social de la clase trabajadora, a partir de un estado despojado de su fuerza constitucional y desprotegido para poder beneficiar los sectores populares, marginados y excluidos de la economía.
Recordando ese paquete de reformas político-económicas, eran algo «estándar» para los países sub desarrollados, azotados por la crisis financiera, según las instituciones bajo la órbita de Washington D. C. (como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos); que propugnaban la estabilización macroeconómica. Ahora nuestro país bajo un control de 40 meses del FMI quiere detener el endeudamiento creciente y facilitar los dólares para cubrir un mínimo el alto déficit alcanzado en el período Bukele.
Se trataba también de una liberalización económica con respecto al comercio—que ahora con las decisiones de Trump se contradice—. La reducción del Estado, que fue lo que mejor hizo arena y que ahora establece un empobrecimiento continuo y un debilitamiento alto del poder adquisitivo de la gente común y corriente y, la expansión de las fuerzas del mercado dentro de la economía interna, lo que determinó un mayor eje de acumulación de la ganancia para los grupos oligárquicos, y una precarización de los puestos de trabajo, de la clase trabajadora, de los salarios y la capacidad adquisitiva de aquélla para impulsar su desarrollo económico-social.
Esto claramente significó en el período un “fundamentalismo del mercado”; ahora el predominio de lo geopolítico está afectando tales premisas, pero sea una cuestión u otra, el destino de la clase trabajadora es una mayor pauperización—proceso por el cual las personas pierden su nivel de vida, en tanto profundiza la falta de empleo y acceso a trabajo, recursos económicos insuficientes (salarios e ingresos), o servicios básicos –apoyo solidario del Estado para la protección social (salud, educación, vivienda, recreación) accesibles y para todos (as).
Precarización de un estatus de vida que supere la situación de inestabilidad, inseguridad y falta de garantías en el trabajo; los despidos, bajos salarios, condiciones laborales bajo un marco de ausencia del apoyo en sede jurisdiccional y administrativa, para una defensa efectiva de los derechos laborales y sindicales. Las personas que trabajan en condiciones precarias tienden a mayores riesgos de accidentes laborales y menores posibilidades de mejorar sus condiciones laborales—lo que se traduce en una situación de subdesarrollo económico-social permanentes.
Necesario para enfrentar la pobreza de manera exitosa, a partir de una economía social que sea capaz de hacer de manera sostenible y sustentable la economía social para la gente en general y la clase trabajadora en lo específico. En concreto la economía social que vivimos está mal y qué podemos hacer para superar esa realidad, Bukele y su argolla, siguen dando tumbos, sin encontrar el proceso económico social adecuado, que establecería y respondería al qué hacer y cómo hacerlo, pero la falta de acuerdos como sociedad, de procesos dialogantes que den equidad al proceso, está cada vez más lejos.
*Sindicalista salvadoreño.