Del calendario gregoriano al bitcoin: cómo se moldean los consensos globales.

Del mismo modo que hoy se reabren debates en torno al comercio internacional, se pone en evidencia la fragilidad de ciertos consensos que dábamos por sentados.

Estamos entrando en la primavera en el hemisferio norte y en el otoño en el sur. A pesar de que la hora parece de las convenciones más estables, la historia del estándar para medir el tiempo no es lineal, sino que está atravesada por intereses políticos, necesidades prácticas y una constante tensión entre poder y conveniencia. En un momento en que muchos de los consensos internacionales parecen resquebrajarse —desde acuerdos comerciales hasta principios de cooperación multilateral—, vale la pena detenerse a observar cómo y por qué ciertas normas universales lograron consolidarse.

Históricamente, el ferrocarril desempeñó un papel clave en la estandarización del tiempo, al transportar un horario unificado a cada destino para mejorar la previsibilidad del transporte y las comunicaciones. Antes de esto, cada ciudad determinaba su horario a partir del mediodía solar. Con el tiempo, los países adoptaron distintos husos horarios, en parte por conveniencia, necesidad y también por razones políticas.

El impacto de la política en la adopción de estándares es evidente en la historia. España, por ejemplo, adoptó la hora central de Europa en 1940 por decisión de Franco para alinearse con Alemania, a pesar de que geográficamente debería estar en otro huso. China, aunque casi tan extensa como Estados Unidos, opera con un solo huso horario para homogeneizar su vasto territorio.  Las crisis energéticas, por ejemplo, han provocado cambios en el horario en diversas naciones para aprovechar mejor la luz solar. En Argentina, esto ocurrió durante el gobierno de Alfonsín y nuevamente con la crisis del gas bajo la presidencia de Néstor Kirchner, cuando la Provincia de Mendoza cambió su horario.

La búsqueda de estándares y consensos globales

A lo largo de la historia, la humanidad ha desarrollado mecanismos para facilitar la convivencia y la cooperación. La estandarización de sistemas y medidas ha sido clave en la evolución de sociedades complejas, permitiendo una comunicación más eficiente y reduciendo costos y conflictos.

Muchos de los estándares actuales —como el calendario, los pesos y medidas o las monedas— surgieron de procesos de cooperación prolongados. En algunos casos, estos acuerdos fueron explícitos entre países e instituciones; en otros, se impusieron por imperios o gobiernos, o simplemente fueron adoptados en forma capilar por conveniencia.

El caso del esperanto es un ejemplo de un intento fallido de estandarización. Diseñado como un idioma universal neutral, no prosperó debido a la falta de adopción masiva. En contraste, ciertos sistemas han logrado convertirse en estándares globales. Un ejemplo claro son los semáforos: aunque las reglas de tránsito varían, el código de colores es casi universal, lo que evita la necesidad de negociar en cada intersección. No obstante, aún no existe un registro de conducir internacional válido en todo el mundo, solo algunos se reconocen en ciertos países a través de un trámite.

En algunos casos, se han diseñado mecanismos para permitir la compatibilidad entre distintos sistemas. Por ejemplo, los módulos de acoplamiento de la Estación Espacial Internacional están diseñados para conectar naves de distintos países, y las redes ferroviarias han desarrollado soluciones para operar en regiones con diferentes anchos de trocha.

La estandarización de pesos, medidas y calendarios

En la antigüedad, cada región tenía sus propias unidades de medida, lo que dificultaba el comercio y la comunicación. La longitud del pie o el peso de la libra variaban significativamente entre culturas. La necesidad de unificar estas medidas llevó al desarrollo de sistemas más coherentes, como el Sistema Métrico Decimal en el siglo XVIII, que facilitó el comercio internacional y la cooperación científica. En la actualidad, se han implementado conversiones entre sistemas métricos e imperiales, como en el etiquetado de productos en Europa.

Uno de los estándares más ampliamente adoptados es el calendario gregoriano que corregía un desfasaje del calendario juliano de aproximadamente 11 minutos por año, Aunque su adopción no fue simultánea en todo el mundo, con el tiempo se convirtió en el estándar global, reflejando el impacto de las decisiones centralizadas en la estandarización.

Estándares en la tecnología, la música y la navegación

La música también ofrece ejemplos de estandarización. La afinación del La a 440 Hz se estableció en 1939 como un estándar internacional, facilitando la colaboración entre músicos de distintas regiones.

En la navegación, el sistema de balizamiento marítimo IALA, establecido en 1957, buscó unificar los criterios de señalización. Sin embargo, todavía existen dos sistemas: el A, utilizado en Europa, África y Asia (excepto Japón, Corea y Filipinas), y el B, adoptado en América.

La tecnología ha vivido sus propias batallas por la estandarización, con ejemplos como los sistemas de televisión PAL y NTSC, las diferencias entre voltajes eléctricos (110V vs. 220V), y las distintas clavijas y conectores para dispositivos electrónicos. Sin embargo, algunos estándares han logrado una adopción global, como el protocolo de Internet (IP) y el sistema GSM en las telecomunicaciones móviles.

Bitcoin: ¿Una estandarización monetaria descentralizada?

La estandarización ha sido una herramienta clave para resolver problemas prácticos y facilitar la cooperación internacional. Hemos visto algunos estándares que han surgido por decisiones centralizadas. Otros han evolucionado de manera descentralizada a partir de su utilidad y conveniencia.

Desde su aparición en 2009, Bitcoin se ha planteado como una alternativa a las monedas tradicionales, ofreciendo una red descentralizada sin control de una autoridad central. Su potencial para convertirse en una moneda universal dependerá de su capacidad para lograr un consenso similar al del calendario gregoriano o el sistema métrico. Sin embargo, enfrenta desafíos como la volatilidad, la política que puede restringir su utilización a través de regulaciones gubernamentales, y la infraestructura tecnológica.

El futuro de los consensos

Si bien la historia muestra que la política ha sido un factor determinante en la adopción de estándares, la tecnología y la comunicación moderna permiten una mayor transparencia y flexibilidad en la toma de decisiones. En el caso de los husos horarios, cualquier decisión arbitraria puede generar problemas prácticos, como errores en los horarios de vuelos o en la programación de dispositivos. Del mismo modo, la adopción de una moneda descentralizada como Bitcoin podría redefinir los consensos monetarios globales, siempre que logre superar los obstáculos que enfrenta.

Del mismo modo que hoy se reabren debates en torno al comercio internacional, con la reaparición de aranceles impulsado por los anuncios de Trump—, se pone en evidencia la fragilidad de ciertos consensos que dábamos por sentados. En este contexto, repensar cómo se forman y sostienen los estándares globales cobra nueva relevancia.

El futuro de la estandarización y los consensos globales sigue abierto. Lo que es seguro es que, como en el pasado, la combinación de política interna y estrategia global, cooperación y tecnología seguirán moldeando la forma en que organizamos nuestro mundo, tal vez con nuestros relojes sincronizados en lograr mayor transparencia y control.

*Juliana Montani. Licenciada en Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires (UBA), especialización en Relaciones Internacionales, diploma de la Escuela de Gobierno INCAP. Analista en el Instituto de Seguridad Internacional y Asuntos Estratégicos (ISIAE/CARI).
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