La resistencia a Trump cobra forma a los tres meses de mandato.

Protestas en las calles y un ligero despertar demócrata, retos en los tribunales y desafíos se suman al rechazo de Main Street, Wall Street y grandes donantes a su caótica guerra comercial

El presidente de EEUU, Donald Trump, durante un acto en la Casa Blanca el pasado 15 de abril.

El presidente de EEUU, Donald Trump, durante un acto en la Casa Blanca el pasado 15 de abril. / ALEX BRANDON / AP

El 5 de abril, conforme en un sábado lluvioso y desapacible decenas de miles de personas formaban un río de protesta contra Donald Trump que llenaba 20 calles de la Quinta avenida desde Bryant Park hacia el sur, varios manifestantes comentaban con sorpresa la escasa presencia de policías. Uno de los motivos del mínimo despliegue de uniformados, según dijeron extraoficialmente fuentes policiales, es que no esperaban la masiva participación en la marcha. Otras convocatorias desde enero contra acciones de Trump o los recortes promovidos por su aliado, Elon Musk, habían tenido una participación modesta incluso en la progresista metrópoli de Estados Unidos.

El poder de convocatoria no solo se sintió en Nueva York. Hubo manifestaciones en todo el país, desde en ciudades también de gobierno demócrata como Chicago hasta en otras de dominio conservador como Salt Lake City y en zonas rurales de feudos republicanos como Texas. Todas se consideraron un éxito.

El eslogan dominante de esas marchas fue un genérico «Hands off», que literalmente se traduce por «manos fuera» pero que figuradamente es «no toques» y que se ha demostrado muy práctico ante la apisonadora puesta en marcha por Trump y Musk desde el 20 de enero. Y manifestantes y pancartas le reclamaban que deje en paz, entre otras cosas, a los inmigrantes, a la comunidad trans, las leyes, los derechos civiles y las libertades, la seguridad social, la prensa, las universidades, la ciencia, Groenlandia

Manifestación contra Donald Trump, el pasado 5 de abril en Nueva York.

Manifestación contra Donald Trump, el pasado 5 de abril en Nueva York. / ANDRES KUDACKI / AP

Tanto la inesperada asistencia masiva a las protestas como el amplio abanico de causas que movilizan a muchos ciudadanos apuntan a una nueva fase en la resistencia a Trump. Y hay señales de que, cuando se cumplen tres meses de su mandato, se ha entrado en una etapa de más fuerza y organización que no solo llegan de las calles o de ambientes progresistas.

Los demócratas

El Partido Demócrata sigue en busca de un camino y de liderazgo. Acciones como el apoyo del senador Chuck Schumer a la legislación republicana en el Congreso que permitió a Trump evitar un cierre operativo del Gobierno han desatado la furia de muchos contra el veterano demócrata. Pero conforme el partido muda de piel empiezan a verse brotes de esperanza.

Uno se palpó con el simbólico pero efectivo discurso maratoniano que ofreció en el Senado Corey Booker, más de 25 horas con las que el político de Nueva Jersey, con evidentes aspiraciones presidenciales, logró capturar atención mediática y mostrar la determinación de hacer algo inusual para dar respuesta a tiempos que pocos consideran normales.

El máximo exponente del potencial demócrata de movilizar ciudadanos, no obstante, se está viviendo en los extremadamente populares mítines con que Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez llenan estadios con su «Gira combatir la oligarquía«, que en la última semana ha pasado por Utah, Idaho, California y Montana.

El eco que tiene su mensaje de populismo económico y contra la corrupción alimenta la idea de que hay un camino para estructurar un movimiento. Y de momento está permitiendo al ala progresista cumplir un objetivo que, en palabras del joven congresista de Florida Maxwell Frost, es vital: «Asegurar que la gente no cae en la apatía«.

El despertar del rechazo creciente a Trump y a Musk que reflejan los sondeos se ha sentido, fuera de estadísticas, en las urnas. Se demostró a principios de mes en una elección para el Tribunal Supremo de Wisconsin con la derrota del candidato al que el hombre más rico del mundo había apoyado con decenas de millones de dólares. También con resultados en elecciones especiales para el Congreso en Florida donde, pese a la victoria republicana, la ventaja sobre los demócratas cayó a la mitad de la que obtuvo en noviembre tuvo Trump.

De la capitulación al desafío

En los primeros meses de presidencia entre las palabras y lamentos más habituales han estado los del miedo y la «capitulación», un término que permitía hablar de universidades, bufetes de abogados o empresas que se rendían y plegaban ante las presiones y amenazas de Trump. Esta semana, en cambio, ha llegado la decisión de Harvard de plantarse y no ceder. Y este momento clave es «de un significado trascendental, trascendental«, como ha remarcado Michel Luttig, un prominente jurista que es una referencia muchos conservadores.

El de la universidad más rica y más antigua de EEUU es un ejercicio de resistencia sonado pero no único. Los medios se llenan de casos de ciudadanos anónimos que se plantan ante la agenda de Trump, como los habitantes del pueblo de Nueva York donde vive Tom Homan, el «zar de inmigración», que con sus protestas lograron la liberación de una madre y tres hijos que habían sido detenidos por las autoridades para su deportación, o los de directores de dos escuelas de primaria en Los Ángeles que negaron la entrada a agentes de ICE, la agencia policial de fronteras e inmigración, que pretendían detener a menores.

Justicia

Otra de las barreras más consistentes que se han alzado en estos tres primeros meses para Trump ha sido la de la justicia. Más de 200 demandas han sido presentadas contra las acciones de su Gobierno y, según un contador que mantiene ‘The New York Times’, de momento cerca de 75 decisiones judiciales han obligado al republicano a frenar.

Aunque la justicia avanza a su ritmo, lentode momento «el sistema está funcionando», según ha valorado en ‘The New Republic’ Skye Perryman, presidenta de Democracy Forward, uno de los grupos que ha presentado demandas. Y en la publicación también subrayaba la emergencia de una nueva «dinámica muy interesante» Lisa Gilbert, copresidenta del grupo progresista Public Citizen, fundado por Ralph Nader: el avance a la par de la lucha en los tribunales y las protestas en la calle.

La secretaria de Seguridad Interior de EEUU, Kristi Noem, durante una visita al centro de confinamiento terrorista de Tecoluca, en El Salvador, el pasado 26 de marzo.

La secretaria de Seguridad Interior de EEUU, Kristi Noem, durante una visita al centro de confinamiento terrorista de Tecoluca, en El Salvador, el pasado 26 de marzo. / ALEX BRANDON / AP

Queda por ver si Trump acatará las decisiones judiciales en su contra. Ya las está ignorando aunque verbalmente él y sus aliados, incluyendo la secretaria de prensa, Karoline Leavitt, aseguren que las cumplen. Y esta misma semana un juez le daba plazo de una semana antes de declarar a su Gobierno formalmente en desacato, un momento que asoma a EEUU a una crisis constitucional sin precedentes.

Brechas internas

Ese choque daría un golpe a la estabilidad y la confianza internacional en EEUU, que se sumaría a las sombras de duda que ya están azotando al país por la errática y agresiva política arancelaria de Trump, otro de los elementos que ha despertado la rebelión, en este caso incluso desde filas conservadoras.

Titanes del mundo empresarial, especialmente pero no solo de Silicon Valley, alertaron al republicano contra la escalada en la guerra comercial con mensajes tanto en público como en privado. Grandes donantes como Bill Ackman le instaron a dar marcha atrás. Y acabó haciéndolo, siquiera de forma parcial, respondiendo además al golpe de las bolsas y del mercado de la deuda. Pero hace malabares para tratar de mantener satisfecha a una coalición que mezcla los intereses no alineados del populismo del movimiento MAGAWall Street y de los gigantes tecnológicos.

Ya antes de que el gobernador demócrata Gavin Newsom convirtiera este miércoles a California en el primer estado que presenta una demanda contra sus aranceles, denunciando que se ha saltado la separación de poderes y se ha arrogado autoridad que corresponde al Congreso, había hecho lo mismo un grupo llamado Alianza de Nuevas Libertades Civiles. Detrás están dos nombres fundamentales del movimiento libertario y conservador: Charles Koch y Leonard Leo, este último presidente de la Sociedad Federalista, el grupo que fue fundamental para que Trump pudiera asentar la supermayoría conservadora en el Tribunal Supremo.

La senadora republicana Lisa Murkowski (derecha), en una imagen de archivo.

La senadora republicana Lisa Murkowski (derecha), en una imagen de archivo. / BILL O’LEARY / EFE

Igual que a Koch y Leo, los aranceles están poniendo nerviosos a muchos congresistas republicanos, que reflejan a su vez los nervios tanto de sus donantes como de sus votantes. Estos han dejado claras sus suspicacias y dudas ante despidos masivos y recortes en servicios como la sanidad pública y han hecho que muchos congresistas huyan en el receso de semana santa de organizar encuentros en sus distritos para evitar ser increpados, como pasó en febrero.

De momento, cuando más ha contado para Trump, como cuando ha necesitado votos para hacer que siga avanzando su propuesta presupuestaria de recortar impuestos, esos políticos han abandonado cualquier conato de rebelión, pero hay señales de grietas en el férreo apoyo.

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