POR: JOSÉ GUILLERMO MÁRTIR HIDALGO.
Larry Henry Abraham, fue un teórico político y autor estadounidense. Publica “El Movimiento Verde: la ambición ambientalista por el poder global” en mil novecientos noventa y tres.
Subraya que desde Lyndon Baines Johnson declaro la guerra contra la pobreza, se propuso un sistema masivo de bienestar social y se han gastado trillones de dólares, sin que su incidencia haya variado a esta en grado aceptable. Además, manifiesta que el Programa de Investigación Espacial que el público apoya, está muy lejos de reemplazar a la guerra. En cambio, el ambientalismo fue seleccionado como iniciativa política de primera importancia. Ya que es factible exagerar la amenaza ambiental e inclusive, inventar una falsa a falta de la verdadera.
Fue Richard Milhous Nixon quien instituyo el Primer Día de la Tierra, en el mes de abril de mil novecientos setenta. Ese mismo año, se estableció la Agencia para la Protección del Medio Ambiente. Este proyecto, fue un “reemplazo de la guerra” con la excusa de ser beneficio para la salud, con lo que se justifica los desembolsos públicos.
Los temas ambientales son tratados como asuntos internacionales. Se crean organizaciones destinadas a reunir, almacenas y distribuir datos mundiales sobre los aspectos relacionados con el medio ambiente. Se establecen normas internacionales de medio ambiente, para establecer reglas adecuadas a las actividades humanas en alta mar, estratosfera, espacio sideral y regiones polares.
El tema del medio ambiente debe reemplazar la fijación de la sociedad con la guerra fría. La novela de George Orwell, “1984”, definió los propósitos de la guerra como instrumento para controlar a una ciudadanía servil. Y el Informe Iron Mountain, definió el criterio y el substituto de la guerra. El Movimiento Ambientalista se instaló como su sucedáneo.
El término “Crecimiento Sostenible”, dice Abraham, es la jerga de los iniciados para la desindustrialización, para la cartelización de las materias primas y para el control internacional de la economía global. Asimismo, se recomiendan impuestos al medio ambiente para pagar el costo verdadero de utilizar los recursos naturales.
La Agenda de la Cumbre de la Tierra de Rio de Janeiro en mil novecientos noventa y dos, llevo a adoptar un estatuto para la Tierra definiendo y nuevos principios para temas relacionados con el medio ambiente. Se establecieron nuevos programas para implementar los nuevos principios. Se firmaron tratados contra el recalentamiento del globo terráqueo, la reforestación y la biodiversidad. Finalmente, se crearon mecanismos internacionales de control.
Para el autor, el ambientalismo es la racionalización diseñada para engañar al mundo para que acepte que se le gobierne. Los que formalmente gobiernan, reciben órdenes no del electorado, sino, de un pequeño grupo de hombres y mujeres del Establishment. Por ejemplo, en Estados Unidos, hay un solo partido, el “Partido de la Propiedad”. Republicanos y demócratas, son dos ramas del mismo partido. Han sido las élites las que han esbozado su programa ambientalista. De este modo, hemos presenciado un “reemplazo de la guerra”. Así, las élites bancarias van a beneficiarse en su viaje hacía el control mundial.
Los costes del programa de limpieza total del medio ambiente serán inmensos, para reforzar que el peligro es crítico e inminente y así, nos habituamos para arrojar cientos de millones de dólares por año para solucionar el problema. Por tanto, no debería sorprendernos, escribe Abraham, que las figuras que encabezan las principales fundaciones para el medio ambiente sean miembros claves de las organizaciones políticas de la élite. Estos organismos medio ambientales involucran a organismos privados como la Sociedad Nacional Audobon, si no, a grandes corporaciones como Dow Chemical, AT & T, EXXON y 3M.
El propósito no es salvar al medio ambiente, sino, modificar la ley para transformar a unas instituciones, para que sean más idóneas para controlar a nuestra independiente ciudadanía.