(Por: Francisco Parada Walsh)
Hablar de Juan Carlos Cisneros es hablar de aquel joven que conocí quien en vez de perros y gatos tenía a su inseparable iguana como mascota, quien vivió 14 años. En un salto cuántico Juan Carlos desaparece, como los grandes que deben de migrar a tierras lejanas, así Juan Carlos Cisneros se convierte en biólogo, en doctor en paleontología graduándose de la mejor universidad de Sudáfrica, la misma que vio estudiar, desvelarse y graduarse a un hombre que admiraré por siempre: Nelson Mandela, pero me quedo con lo nuestro, me quedo con mi amigo, con el investigador, con el científico salvadoreño.
Es un deber como salvadoreño rendirle un homenaje a Juan Carlos, en vida, en vida Hermano. Cuando soy tan afortunado de conocer a estos genios no me gusta profanar el texto pero vi crecer a Juan Carlos y quizá El Salvador desconoce su historia, estas líneas son apenas un sencillo homenaje a un grande, a un digno salvadoreño; líneas extensivas y un tributo a su familia, Arquitecto Arturo Cisneros, Dona Silvia de Cisneros (Q.E.P.D.), Silvia Rebeca Cisneros; todos mis amigos.
¿Dónde realizaste tus estudios superiores?: Realicé mi licenciatura en Ciencias Biológicas en la Universidad Federal de Mato Grosso del Sur, en Dourados (Brasil); tuve esa oportunidad gracias a un programa del gobierno de Brasil, a través de la Embajada en San Salvador.
La maestría en Paleontología la saqué en la Universidad Federal de Río Grande del Sur, en Porto Alegre (Brasil), gracias a una beca del gobierno de Brasil. Mi doctorado fue en la Universidad de Witwatersrand, en Johannesburgo (Sudáfrica).
¿Por qué escogiste una carrera universitaria que en nuestro país tiene poco o nulo apoyo?: Bueno, comencé estudiando la carrera de biología, que es una profesión mucho más amplia que la paleontología, la cual ofrece más oportunidades de trabajo, incluso en El Salvador.
En realidad no es normal que se ofrezca la carrera de paleontología a nivel de licenciatura en ningún país precisamente por tener poco mercado, creo que la única excepción es Argentina, donde es una carrera nueva en la Universidad de Buenos Aires y tiene pocos alumnos. La paleontología generalmente es una especialización, casi todos los paleontólogos son graduados en biología, y algunos en geología.
Cuando decidí ingresar a la maestría en paleontología ya tenía cuatro años de estar en Brasil y no descartaba que me pudiera quedar en Brasil sino hubiera buenas perspectivas de trabajo para mí en El Salvador.
¿Cómo se apoya la arqueología o paleontología en los países que has estado?: Es algo variado, pero creo que en El Salvador, tal vez por ser un país más pequeño y con menos recursos, pero también por el atraso que se tuvo durante la guerra, entre otras cosas, no se le ha dado tanta importancia a la arqueología, si lo comparamos con otros países de América Latina.
Casos como los de la urbanización de Tacuscalco o la reforma que se hizo en la Plaza Libertad (y muchos otros) serían impensables en países como Perú o México, donde las leyes de protección al patrimonio se aplican rígidamente. En lo que se refiere a la paleontología, toda Centroamérica, como un todo, históricamente no ha invertido mucho; lo cual es una pena, pues toda la región es muy rica en yacimientos de fósiles y hay mucho por descubrir.
¿Cuántos países has visitado por tu trabajo?: ¡Muchos!, es una de las cosas más bonitas de mi trabajo, pues me toca viajar y examinar fósiles en universidades y museos de todo el mundo para hacer comparaciones con los fósiles que estoy estudiando. Esto me ha llevado desde Canadá hasta Rusia, China y Australia, además de los cuatro años que estuve en Sudáfrica por mis estudios de doctorado. Viajando uno aprende cosas que no se aprenden en la universidad, además uno interactúa con otros equipos de trabajo y ve como ellos resuelven los problemas.
¿Cuál ha sido tu mayor experiencia como investigador?: Trabajar en el yacimiento del Tomayate fue una de las experiencias donde más he aprendido. Ese trabajo (en los años 2001 y 2002) representó un gran desafío porque tuve que buscar información y aprender sobre fósiles muy diferentes de los yo conocía, y de una edad muy distinta a la que estoy acostumbrado a trabajar. De una manera general creo que ir a trabajar a lugares nuevos, inexplorados (Desde el punto de vista paleontológico) siempre es lo que más me emociona como investigador.
Se siente uno como en la nave Enterprise cuando dicen: “Llegando valientemente donde ningún hombre ha ido jamás”. Eso me anima bastante y me dan ganas de ser el primero en encontrar un fósil ahí, y que sea diferente de todo lo que se conoce.
¿Tu mayor descubrimiento?: Creo que si hablamos de un fósil en particular, lo más importante que he descubierto, sin dudas mi fósil favorito ha sido el Tiarajudens, un animal que vivió hace 265 millones de años, (en el período pérmico) y que a pesar de ser herbívoro, poseía dientes de sable.
Este animal era un pariente muy muy lejano de los mamíferos y nos ayuda a entender algunos comportamientos de animales herbívoros de hoy. El descubrimiento lo publicamos en una de las revistas técnicas de más prestigio que existen, la Science y la noticia le dio la vuelta al mundo.
¿Cuál es tu punto de vista de la religión y tu perspectiva como investigador?: No soy religioso. Soy ateo. Pero esto es algo personal, no tengo problemas con las religiones siempre y cuando se respeten a los que no las practican y no traten de imponer sus reglas a terceros, especialmente en países laicos como el nuestro (y como Brasil, donde vivo).
Me gusta entrar a una iglesia, por ejemplo, para ver la arquitectura, para mi es igual que ir a un centro ceremonial Maya. Como investigador lo importante es que uno sea escéptico, o sea, uno no puede creer en cualquier cosa, especialmente si no hay evidencias. La buena ciencia está fundamentada en esta premisa. Porque si uno afirma que descubrió algo, le toca a uno probarlo. Creo que el escepticismo debería ser practicado por todos, independientemente de profesión u oficio, pues les creeríamos menos a los políticos o a cualquiera que nos quiera engañar.
¿Cuál es tu opinión sobre la teoría del darwinismo?: Es uno de los pilares fundamentales de la biología. Nada hace sentido en esta ciencia sin las ideas de Darwin. Esta es una persona que admiro mucho, sus ideas fueron revolucionarias para el siglo XIX y han influenciado otras ciencias. Además Darwin se dedicó a la paleontología y descubrió fósiles muy importantes en Sudamérica. ¿Cómo se diferencia la parte religiosa de la evolutiva?: No soy religioso. ¿En tus trabajos científicos, cómo afecta o influye la teoría del Big Bang?: Muy poco, los fósiles más antiguos encontrados en la Tierra tienen unos tres mil millones de años, lo cual es bastante tiempo pero el Big Bang sucedió muchísimo antes, por eso no afecta la paleontología.
¿Cómo será para ti el fin del mundo?: En eso sí afecta el Big Bang, tendríamos que preguntarle a un físico qué piensa sobre el fin del universo. Pero antes podemos preocuparnos más con el fin de la especie humana, ya que ninguna especie dura para siempre. Estamos maltratando demasiado el medio ambiente y eso tiene grandes consecuencias para nosotros mismos. Tenemos que pensar en qué tipo de mundo y que perspectivas le vamos a dejar a las futuras generaciones.
Dejar de hacer algo en pro del medio ambiente porque nos parece poco (por ejemplo, evitar el uso de plástico innecesario) o porque lo llevamos todo en broma, es parte del gran error. En las líneas de Nazca y en las construcciones milenarias, como científico, ¿Cuál es tu opinión sobre alienígenas ancestrales?: No creo en nada de eso y pienso que defender esas ideas es una falta de consideración con los antiguos pueblos que hicieron esas construcciones.
En el fondo hay una buena dosis de racismo en todo eso, el cual se hace claro cuando vemos que esas ideas las aplican únicamente a civilizaciones que no son europeas. Los pobres egipcios, los hindúes, los mayas, los incas, los de la isla de Pascua…parece que todos los morenos necesitaban ayuda de los alienígenas para construir cosas grandes, pero los griegos y los romanos, como eran cheles, nunca tuvieron que pedirle ayuda de un platillo volador.
¿Dónde estás trabajando actualmente?: Soy profesor de paleontología en la universidad Federal de Piauí y director del Museo de Arqueología y Paleontología en esa universidad. Vivo en la ciudad de Teresina, capital del estado de Piauí, una de las ciudades donde hace más calor en todo Brasil.
¿Cuál es tu historia sobre el reportaje en National Geographic?: El descubrimiento del Tiarajudens.
¿Cómo quisieras ser recordado?: Me gustaría servir de inspiración para que jóvenes salvadoreños y brasileños se dediquen a la ciencia. Un mensaje a las autoridades del Ministerio de Cultura de El Salvador: ¡Que se pongan las pilas! El Salvador tiene un pasado riquísimo, donde hay mucho que descubrir. Tenemos que protegerlo, divulgarlo y estudiarlo mucho.
¿Cómo te interesaste en la ciencia (Por la paleontología)?: Desde chiquito me han gustado los animales y la ciencia. Yo pasaba dibujando animales, haciéndolos de plastilina, ojeando la enciclopedia Barsa y todos los libros de ciencia que veía. A los cinco años me regalaron un libro sobre la vida marina y todavía lo tengo.
Tuve la suerte de que me compraran un juego de química, un microscopio, etc. Mi ídolo de infancia era Jacques Cousteau. Creo que si vemos que a un niño le interesa la ciencia, hay que estimularlo. Yo era un coleccionista de la revista National Geographic, fue en junio del 2012 que esta revista publicó una nota del doctor en Paleontología Juan Carlos Cisneros sobre el descubrimiento del Tiarajudens. Pasaron nueve años para volverme descubridor de paleontólogos y encontrar a este salvadoreño, a este paleontólogo universal que ha puesto tan, tan en alto el nombre de El Salvador. Felicidades Amigo.