Amazonia, el Papa: la industria minera debe respetar a comunidades aborígenes

En vista de la asamblea sinodal sobre la Amazonia que se llevará a cabo en octubre de este año en el Vaticano, el Papa ha vuelto a hacer un llamado por el respeto de las comunidades aborígenes durante la audiencia que concedió a los que participan en el encuentro organizado en el Vaticano con los exponentes de la industria minera, durante el que subrayó que «el respeto de los derechos humanos fundamentales de los miembros de las comunidades locales y de los que defienden sus causas son principios no negociables».

El Dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano Integral, recordó durante la introducción el cardenal prefecto Peter Kodwo Appiah Turkson, heredó del Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz la organización de una Jornada de reflexión con los dirigentes de la industria minera «para estimular una conversación sobre una industria que es vital, aunque desgraciadamente involucrada a menudo en conflictos». Entablando en esta «conversación» con los industriales mineros de Canadá, América Latina, África y Asia, esta vez «están tanto nuestro Dicasterio como los representantes de las Iglesias Anglicana y Metodista, de la Unión de los Superiores Generales y de los organismos católicos de desarrollo, además de un representante de la comunidad de Brumadinho (Brasil), afectada por la reciente catástrofe minera».

Según Jorge Mario Bergoglio, «las precarias condiciones de nuestra casa común se deben principalmente a un modelo económico que ha sido seguido durante demasiado tiempo. Es un modelo voraz, orientado hacia la ganancia, con un horizonte limitado y basado en la ilusión del crecimiento económico ilimitado. Aunque asistamos a menudo a su desastroso impacto sobre el mundo natural y sobre la vida de la gente, todavía nos rechazamos al cambio».

Específicamente, «la actividad minera, como cualquier actividad económica, debería estar al servicio de la comunidad humana entera», subrayó el Pontífice, que citó un «pilar de la enseñanza social de la Iglesia», representado en las palabras de Pablo VI: «Dios ha destinado la tierra y todo lo que contiene al uso de todos los hombres y de todos los pueblos, por lo que los bienes de la Creación deben equitativamente llegar a las manos de todos». En particular, dijo Francisco citando su carta apostólica, «en el debate deben tener un sitio privilegiado los habitantes del lugar, que se interrogan sobre lo que quieren para sí y para sus hijos, y pueden tener en consideración finalidades que trascienden el interés económico inmediato». Y aclaró: «a la luz del Sínodo sobre la Amazonia, quisiera subrayar que “es indispensable prestar una atención especial a las comunidades aborígenes con sus tradiciones culturales. No son una simple minoría entre las demás, sino más bien deben convertirse en los interlocutores principales, sobre todo cuando se procede con grandes proyectos que afectan sus espacios”».

«Estas vulnerables comunidades tienen mucho que enseñarnos», dijo el Papa argentino exhortando a todos a «respetar los derechos humanos fundamentales y las voces de las personas de estas bellas pero frágiles comunidades». Además, la «actividad minera debería estar al servicio de la persona humana y no al contrario», dijo Francisco citando al Papa Benedicto XVI (en las intervenciones para el desarrollo se debe insistir en el «principio de la centralidad de la persona humana, la cual es el sujeto que debe asumirse primariamente el deber del desarrollo») y añadiendo que «cada persona es preciosa frente a los ojos de Dios y sus fundamentales derechos humanos son sacros e inajenables, independientemente de la condición social o económica. La atención por la tutela y el bienestar de las personas involucradas en las operaciones mineras, así como el respeto de los derechos humanos fundamentales de los miembros de las comunidades locales y de los que defienden sus causas son principios no negociables».

«Solo la responsabilidad social de empresa no es suficiente –insistió. Debemos asegurar que las actividades mineras conduzcan al desarrollo humano integral de cada una de las personas y de la comunidad entera». Francisco también recordó que «las tradiciones religiosas siempre han presentado la sobriedad como elemento clave de un estilo de vida ético y responsable», y, para concluir, denunció «la cultura del descarte», subrayando, nuevamente con una cita de la Laudato si’, que «todavía no se ha logrado adoptar un modelo circular de producción que asegure recursos para todos y para las futuras generaciones, y que exige limitar al máximo el uso de los recursos no renovables, moderar el consumo, maximizar la eficiencia de la explotación, reutilizar y reciclar».

El Papa también quiso citar a los obispos latinoamericanos al concluir su discurso, para desear que durante el encuentro vaticano los participantes puedan «analizar, interpretar, discernir qué es apropiado o no de las actividades de extracción en los territorios y, luego, proponer, planificar, actuar para transformar nuestro estilo de vida, influir en las políticas de energía minera de estados y gobiernos, así como en las políticas y en las estrategias de las empresas dedicadas a la extracción, con el objetivo de realizar el bien común y un auténtico desarrollo humano, sostenible e integral».

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