(Por: Francisco Parada Walsh)
¿De la raza explotadora o de la raza saqueada? Se celebró el día de la Raza, atrás dejamos el 15 de septiembre y el ruido del desfile militar. A pesar de cientos de años de esa infame fecha pareciera que debemos rendir pleitesía a nuestros invasores, sigue el país atarantado, totalmente equivocado: sin rumbo; solo el día en que se le enseñe al estudiante que la independencia de El Salvador es un invento de nuestra historia y que el día de la raza debería ser eliminado de nuestra vida y del calendario el país avanzará, sino se le explica al salvadoreño la verdad la nariz le seguirá creciendo a El Salvador.
Tristemente pareciera que ocultar la verdad trae más réditos a una sociedad fragmentada donde se prefiere asistir a un desfile militar y celebrar con bombos y platillos dicho acto en vez de escudriñar en nuestra historia, escarbar en nuestros grandes historiadores como lo son Don Pedro Escalante Arce, José Erquicia y otros y quizá hasta entonces sentiremos un vaho de tristeza, decepción y confusión. Hemos estado engañados por siglos y el error crece exponencialmente al celebrar tales fechas y solo cuando en los textos escolares aparezca la verdad de que fuimos sometidos, invadidos y saqueados será que la auténtica democracia empezará a caminar; mientras, todo es pan y circo para una sociedad sedienta de mentiras.
Los próceres no fueron el coro de los niños cantores de Viena sino que un grupo de hombres defendiendo sus intereses pero vamos más allá, ¿En qué ha cambiado el saqueo a mano de los españoles a nuestra vida actual?: En nada pues en aquellos sangrientos tiempos nos trajeron espejitos y se llevaron nuestras riquezas, ¡Oro puro! Y en estos tiempos podemos ver como compañías internacionales de capital bien variable nos traen celulares y se llevan nuestro dinero y tantas bisuterías que se venden en cada cuadra; es otro tipo de invasión, los remanentes criollos aparecen como las personas más acaudaladas de nuestro país y seguimos siendo víctimas de una explotación tan brutal como lo fue en 1492.
Los explotadores modernos se disfrazan de presidentes y ejemplo claro han sido los más de 600 millones de dólares que la Fiscalía le atribuye a que Saca y Funes se llevaron en nuestras narices y todo sigue igual. Debemos sentir vergüenza por celebraciones que ofenden nuestra maltrecha dignidad ya que parece que decir y explicar la verdad no es conveniente, se prefiere seguir tachonando la mentira en vez de darle un rotundo cambio a la página de nuestra verdadera historia.
Debería ser el ciudadano salvadoreño alguien que sepa su historia, su verdad aunque dolorosa sea esta; cuando una persona tiene en la palma de la mano todo un mundo de búsqueda para escudriñar sobre su pasado y enterarse de la verdad pero no, nuevamente el perfil del salvadoreño de ser llamado guanaco por su incansable fortaleza, nobleza y obediencia hace alocución a lo antes mencionado y mientras una sociedad no sepa su verdad poco se puede decir de su avance como tal.
No necesitamos desfiles, porristas, bandas de paz en un país en guerra ni jóvenes perdiendo tiempo valioso ensayando y preparando los desfiles sino que necesitamos libros, computadoras, profesores bien remunerados, becas en abundancia para los mejores, estímulos al mérito académico, escuelas más que cárceles, planes de estudio modernos y tantas cosas más.
En este país se dilapida el dinero en todo y en nada y una sugerencia al oído de la ministra de educación sería que le exponga al presidente la necesidad de revisar la currícula escolar y hacerle un cambio profundo empezando por eliminar de tajo esas dos vergonzosas fechas pues aunque se celebre la independencia parece que no se goza de ella; visitar países como Finlandia, Dinamarca y Japón para siquiera empezar imitando y trayendo no espejos ni bisuterías sino la verdad, instituyendo lo mejor de cada país para que en unos siglos nuestros ciudadanos celebren el día del Libro y de la Verdad y no mentiras como se nos tiene tan pero tan acostumbrados. No vayamos tan lejos señora ministra de educación, vamos a Costa Rica, país cercano años luz del Pinochini de América.