Lenin, el ecuatoriano

(Por: Luis Arnoldo Colato Hernández , educador)

El inicio de las revueltas en Quito y sus alrededores, el presidente ecuatoriano marchó de la capital dejando la gestión de la crisis que entendió se gestaba, en manos de su concejo de ministros, quienes tampoco resolvieron y en cambio la agudizaron.

El conflicto tomó forma rápidamente, como consecuencia a la represión estatal en contra de las protestas ciudadanas, surgidas espontáneamente en un primer momento, en oposición al decreto 833 que se lanzó so excusa de sanear la economía, y que constituía una serie de medidas económicas condicionadas desde el FMI, cargadas por entero al ciudadano de a pie, que derivó en los enfrentamientos callejeros citados, y que ya se saldaron con 7 asesinatos cometidos por la fuerza pública, 1340 heridos y 1152 detenidos, de acuerdo a la defensoría del pueblo ecuatoriana (RT Noticias); finalmente el señor Moreno derogó el decreto en cuestión, celebrando además que la ciudadanía “aceptara el diálogo” que alega haber propuesto desde su posición ejecutiva.

Por supuesto no sin antes y a través de sendos discursos, endilgar la responsabilidad de los “…desórdenes públicos… [primero]”, a Venezuela y luego al ex presidente Correa junto a una supuesta alianza con narcotraficantes.

Es importante aclarar que los desórdenes a los que se refiere el señor Moreno, se transformaron en los tales solo luego de que el mismo ejecutivo ordenara a la fuerza pública “…reprimir a los sediciosos golpistas, que atentaban en contra de la paz social…”.

Tampoco, como consta en las evidencias de medios informativos (RT, DW y BBC), aquellas protestas eran violentas, sino pacíficas, que además demandaron de sus autoridades “…un diálogo abierto y sincero…” entre ambas partes, y que solo subieron de tono luego de ser reprimidas y muerto el primer ecuatoriano, en Cuenca, el día 6 del corriente, que ha dado paso a las paralelas investigaciones por parte de la defensoría, al igual que de la fiscalía. A ésta se le han sumado 6 más desde entonces.

Sin embargo, la crisis para el señor Moreno no existió – pues a aquellos sediciosos a los que se refería, aseguró primero no “…representaban el sentir de los buenos ecuatorianos…”, procurando así descalificarlos sin más, pero evidenciando con sus acciones su manifiestó temor a que estos derribaran su gobierno, como antes lo hicieran con 2 de sus predecesores (Bucaram y Lucio), lo que alcanzó su zenit cuando incluso las fuerzas del orden se enfrentaran entre sí ya desde el martes 8, en mitad de Quito y en momentos diferentes, en cruda evidencia de la carencia de unidad de su gobierno de cara al descrédito derivado del turbio manejo del mismo, lo insostenible de sus argumentos en torno de las causales de las medidas en cuestión – pues heredó una economía sana-, o al hecho irrebatible de que la situación lo supera por completo, lo que ha derivado en el pobre y demagógico discurso que presenta de sí mismo, con el que confía recuperar algo, de su maltrecha imagen [apenas el 18% de aprobación] ante el soberano y el mundo.

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