(Por: Francisco Parada Walsh)
Una de las figuras legales más hipócritas, particularmente en El Salvador, es la concepción de las universidades y las religiones como “fundaciones sin fines de lucro”.
Comprendemos la filosofía de esta idea, pero de igual forma advertimos la trampa. Es claro que tanto la espiritualidad como la educación, al igual que la libertad de prensa, son pilares fundamentales de la democracia. Por esta razón, el lucro mercantil no debería de existir en este tipo de personas jurídicas.
Pero no es el asunto fiscal lo que nos ocupa ahora, que universidades, iglesias y grandes medios de comunicación estén exentos de todos o de muchos impuestos que sí son exigidos al resto de empresas.
Lo que nos ocupa y preocupa mucho acá, es que las universidades sean empresas con absoluto interés mercantil, despreocupadas por la excelencia académica y más prestas a subir año con año los aranceles, sin mejorar el plantel docente, tecnologías y recursos didácticos y académicos, bibliotecas, rigurosos métodos de evaluación, etc.
No se trata cual algún restaurante de comida, que la calidad decaiga o que por malas condiciones de salubridad los clientes se enfermen. Esto es algo peor: Hay engaño al hacer creer a los jóvenes que son “médicos, licenciados” o lo que en la isla de la fantasía haya sido su deseo.
Quiero entonces, centrar mi atención a las escuelas de medicina, sin perjuicio que lo mismo suceda con todas las carreras. Somos un minúsculo país con más universidades que Alemania.
Si el resultado de este fenómeno fuera el progreso intelectual, técnico y el desarrollo del país, fabuloso. Pero con una población joven que cada día se incrementa en número, el resultado de una mala formación es la sobre saturación de profesionales, el desempleo, sumado a todo esto la insuperable mediocre-cracia, bajo la cual los menos o nada preparados obtienen los mejores empleos a base de influencias, amistades, favores políticos, etc.
Lo que se genera es un panorama sombrío. Serán en el 2020 aproximadamente setecientos médicos en servicio social los que en apariencia cumplirán el sueño de sus vidas, se reparten el pastel varias universidades.
La cifra pude variar según se le rece al santo. ¿Debe o no debe preocupar esta desconocida realidad?: Por supuesto. Sé de primera mano, de una escuela de medicina que conserva los mismos salarios para su plantel docente desde hace décadas, pero que aritméticamente, año con año, suben sus cuotas, cobran altos aranceles por la mera realización de exámenes o tramites y que, no han mejorado en nada los recursos didácticos o el plantel de docentes.
Conozco de primera mano, de personajes de la política salvadoreña, empresarios de sabida trayectoria, que son dueños, accionistas o se encuentran en las mesas directivas de muchas universidades e instituciones de educación superior.
Si lo señalado antes no es estafa, o por lo menos ofrecer un mal servicio amparados en la protección de la ley, entonces vivimos en un país en donde la ciencia, el conocimiento, el desarrollo y por qué no, la espiritualidad impera. Pero lo que vemos es todo lo contrario: Médicos o pseudo médicos de pésima calidad, predominio de la idea mercantilista en el ejercicio médico, el triunfo de los mediocres que se ubican aquí y allá en puestos políticos, o peor, en aquellos que requieren excelencia académica en favor de un sufrido pueblo.
De esta forma se enriquecen ciertas cúpulas influyentes, mientras lo que prolifera es el desempleo y la mediocridad.
Sé de primera mano de excelsos profesionales despedidos por no tan excelsas universidades sin pagarles lo que la ley manda, poco les importa el escarnio público pues saben que el campus universitario abarca tremendas conexiones políticas y legales donde el empleado despedido luchará contra Hidra de Lerna.
Si estudiar medicina resulta ser una de las carreras universitarias más caras y más largas, ¿Qué podemos esperar de aquellas carreras universitarias de menor costo y menor tiempo de estudio?: Respóndase amigo lector.