Aram Aharonian
La Organización No Gubernamental Oxfam, la misma que en las últimas semanas había lanzado un demoledor informe sobre la desigualdad en el mundo, ha quedado con su otrora alta reputación por el suelo, tras un ataque sincronizado de la prensa hegemónica.
No se trata de defender los desvaríos de la ONG y sus funcionarios, sino de preocuparse de que sólo se persiga a aquellos que no siguen los guiones de los poderosos. Las grandes ONG tienen los mismos pecados que Naciones Unidas y las grandes corporaciones que envían a parte de su personal a países pobres. El informe de Oxfam señalaba que la crisis de desigualdad se está agravando: El 82% de la riqueza mundial generada durante el año pasado fue a parar a manos del 1% más rico de la población mundial, mientras el 50% más pobre -3 .700 millones de personas- no se benefició en lo más mínimo de dicho ¿crecimiento?
Nuestro modelo económico fallido está incrementando la brecha entre ricos y pobres. Este modelo posibilita que los más ricos sigan acumulando inmensas fortunas mientras cientos de millones de personas ven socavados sus derechos fundamentales y tienen que luchar cada día para sobrevivir con salarios de pobreza, especialmente las mujeres, añadía. Obviamente no gustó a los poderosos. Cuando los conservadores vuelven al poder hay dos presupuestos que eliminan o tratan de minimizar: los derechos sociales de los ciudadanos y la ayuda al desarrollo, siempre con el apoyo de la prensa local y trasnacional. Y mientras suceden estas denuncias, se observa el debilitamiento internacional del multilateralismo, única forma capaz de frenar el riesgo de la utilización de la cooperación como un negocio.
Lo cierto es que las ONG en América Latina no sólo infiltran ideológicamente a los sectores populares –penetración desde abajo y adentro– con los cuales trabajan directamente en proyectos de autoayuda y desarrollo microempresarial, en escuelas, barrios, cooperativas, comunidades marginales, áreas rurales, fábricas, sino que también infiltran ideológicamente a los cuadros de organizaciones y a éstas, potencialmente calificadas para vigorizar al movimiento popular, darle formación político-ideológica y ser promotoras y acompañantes del cambio político-social.
La actividad local, emblema de acción de las ONG, es una trampa ideológica, pues desarticula al movimiento popular mediante paradigmas falsos como el del “no poder” y también mediante la competitividad por recursos financieros. Y trabaja paralelamente con el proyecto hegemónico, pues les permite a los regímenes neoliberales, las transnacionales y las entidades financieras internacionales dominar la política socioeconómica macro y canalizar la mayoría de los recursos del Estado como subsidios al capital exportador y al pago de la deuda externa.
Ajenas a todo control y a toda regulación, algunas de estas organizaciones se arrogan la potestad de juzgar y condenar a gobiernos, empresas, medios informativos y formaciones partidistas, valiéndose para ello del manto de pureza en el que previamente se han arropado, añade.
Oxfam
Oxfam, que recibe millones de euros de instituciones británicas y europeas, y de miles de personas, encargó en 2012 a Helen Evans que pusiera en marcha un mecanismo para recibir y tramitar denuncias sobre casos de explotación sexual y todo tipo de abusos como los ocurridos en 2010 en Haití (relaciones con prostitutas y acusaciones de violación) y varios años antes en Chad.
Cuando Evans supo de varios casos de presuntos abusos a menores en las tiendas de Oxfam en Reino Unido –donde colaboraban como voluntarios niños a partir de 14 años– reclamó más medios y fue entonces cuando se topó con la burocracia y el desinterés, y a los tres años abandonó su cargo
Después de dejar Oxfam, Evans comunicó sus conclusiones a la Charity Commision (organismo público que fiscaliza a las ONG y organizaciones benéficas) y al Ministerio de Cooperación. El escándalo de Oxfam será utilizado por todos aquellos que creen que la ayuda l desarrollo es un derroche.
El encubrimiento existió: cuando el hombre que organizaba fiestas con prostitutas en Haití pactó su salida y pudo encontrar empleo en otra ONG que también le envió a Bangladesh. Siete años antes de los hechos de Haití, ese mismo hombre, Roland van Hauwermeiren, había sido responsable de actos similares en Liberia, con otra ONG. Pero un hecho similar que involucraba a fuerzas de paz de la ONU y a la DAAT, encargado de cooperar con el despliegue de las “misiones de paz” de la ONU en todo el mundo (la luego canciller argentina Susana Malcorra, acusada de encubrir violaciones de niños en África) no tuvo el mismo tratamiento.
El rol del «onegeismo»
Desde los años 1980 las organizaciones no gubernamentales (ONG) se expandieron por todo el mundo abriendo un importante espacio político, cultural y socioeconómico, prácticamente en cada rincón del planeta. Se calcula que actualmente hay más de 10 millones de ONG en el planeta.
En la India, por ejemplo, hay una ONG cada 600 personas. Para lograr esto, los medios de comunicación globalizados destacaban día a día su rol en la educación, la lucha contra la pobreza y el analfabetismo, la protección del medio ambiente, la promoción de libertades civiles, protección de los derechos humanos etc., pero ocultaban su lado oscuro. Cuando les molesta su accionar, llegan los escándalos. Hay aproximadamente unas 40.000 ONG subvencionadas por los gobiernos estadounidense y europeos y que fueron creadas con el fin específico de ser instrumentos de los globalizadores de Washington y Bruselas.
La idea de crear organizaciones no gubernamentales que podrían ser utilizadas por los servicios de inteligencia para la creación de las redes sociales en África, Asia y América Latina con el propósito de promover los intereses norteamericanos surgió a fines de la primera mitad del siglo XX, pero recién fue puesta en marcha en 1961, impulsada por el triunfo de la revolución cubana en 1959, cuando por una orden ejecutiva fue creada la Agencia de EE.UU. para el Desarrollo (Usaid). Estas organizaciones de base tomaron en los años 1980 la forma de las organizaciones no gubernamentales que, bajo el control del Departamento de Estado, tenían que desestabilizar los gobiernos no afines a la política estadounidense a través de un trabajo sutil, encubriendo sus propósitos subversivos con unos programas reales como la lucha contra la pobreza extrema.
A la vez, fue precisamente la Usaid la que envió al famoso especialista norteamericano en tortura Dan Mitrione a Brasil en 1960-1967, a República Dominicana en 1965 y a Uruguay en 1969-1970. La Usaid participó también activamente en todos los golpes de Estado e intentos de golpes que tuvieron lugar en África, Asia y Latinoamérica desde 1961 hasta ahora, en estrecha colaboración con la CIA, el DIA (Servicio de Inteligencia Militar), el FBI, la DEA, la NSA (Agencia Nacional de Seguridad), etc.
Colofón
No existen las casualidades. No hay dudas de las violaciones efectuadas por miembros de ONG, de fuerzas de paz de la ONU, de la Minustah en Haití. Pero la andanada contra Oxfam se parece más a una demostración de fuerza de los poderosos del mundo contra quien denuncie la desigualdad y las inequidades de su modelo de expoliación y sometimiento.