Por:Ferran Monegal
El filósofo español Emilio Lledó habla de lo que ha sido hasta ahora su vida, contada por él mismo. Un paisaje de reflexión y estudio constante le caracteriza. Sin ruido. Como le dijo el otro día Pepe Mújica: «Hay que saber vivir sin pamentos». ¡Ah! La palabra pamento es hermosísima. Es la variante que se usa en ciertos lugares de América Latina cuando se refieren a lo que en otros lugares llamamos aspaviento. Efectivamente, la vida de Lledó sigue una trayectoria sin pamentos.
Quiero detenerme en ese pasaje en el que cuenta su llegada a la Universidad de Hidelberg. No debería de tener más de 26 o 27 años de edad. Quizá menos. Decidió huir de Madrid, aquel Madrid de los años 50 pringado de franquismo por los cuatro costados, como España entera. Cambió el entonces turbio Manzanares por el Neckar. Cuenta Lledó que al llegar a la Universidad de Heidelberg le sorprendió enormemente, y gratamente, que en ese lugar «no reinaba el imperio asignaturesco», Decía: «Allí un catedrático un semestre hablaba de Safo, y al siguiente de Tucídides, y al otro de Nietzsche, y al otro de Hegel». Y dijo que al ver aquella maravilla se preguntó «¿Y donde están las asignaturas?». Y enseguida lo comprendió: «Las asignaturas no existían. No tenían por qué existir. Aquello era una explosión de libertad». Seguramente también de sabiduría, me atrevo a añadir yo.
Allí se encontró con el catedrático Hans Georg Gadamer, discípulo de Heidegger. Un maestro fundamental en la formación del estudiante Lledó. Le enseñó que un examen debe ser una conversación. ¿En qué has trabajado últimamente? He leído a Tucídides, y Aristóteles. ¡Pues hablemos del Libro IV de la Historia de Tucídides, hablemos de Aristóteles, hablemos! Y recordando aquellos años en Heidelberg, Lledó concluyó: «Aquello eran los exámenes, aquello era una universidad moderna».
En esta diacronía vital Lledó no se ha referido en ningún momento a la tele. Pero ha dicho algo que tiene mucho que ver con la televisión: «No es verdad que una imagen valga más que mil palabras. Una imagen no nos dice nada sin un lenguaje que reflexione sobre ella». Con razón los autores de este Imprescindibles, David Herranz y Alberto Bermejo, lo han titulado Mirar con palabras. Otro acierto.