Por:(José Manuel Vidal).
Gregorio Rosa Chávez, el cardenal-sorpresa de Francisco acaba de pasar por Barcelona, invitado por Peio Sánchez y su parroquia hospital de campaña. Pide «pontífices» para Cataluña, asegura que la canonización del beato Romero «se acerca muy rápidamente» y espera que Francisco vaya a El Salvador, para elevar a los altares, en la misma ceremonia, a monseñor Romero y al jesuita Rutilio Grande, asesinado por los escuadrones de la muerte.
Compañero y amigo, desde que era «un adolescente, pácticamente», de monseñor Romero, considera que es «una situación que le permite hacer presente su memoria y su mensaje». De los frailes de Montserrat le ha impactado cómo aman albeato salvadoreño.
Dice que la canonización de Romero, ese «santo incómodo», está muy cerca. Que continúa siendo un personaje actual en el mundo de hoy, y que por eso Francisco ve en él un icono como pastor de la Iglesia que pretende: pobre y para los pobres. Y que les gustaría que en el mismo acto se canonice a Rutilio.
Resalta la importancia de purificar la memoria, de combinar la misericordia con el perdón, porque una memoria purificada lleva a la reconciliación; la única manera de conseguir una justicia y una paz duraderas. Asegura que el Papa es querido en toda América Latina, en general, y nos anima a arrimar el hombro con él, para que sus reformas sean una realidad irreversible.
¿Monseñor, a qué vino a Barcelona?
Para todo el tema del hospital de campaña. El pdre Peio fue el que tuvo la idea. Y ya aproveché para ir a hacer un retiro a Montserrat. Ahora estoy pactando una apuesta por acá. Vuelvo al país el próximo sábado.
¿Le gustó Montserrat? ¿Ya lo conocía?
Lo conocí hace cuarenta años, cuando vine a ser estudiante en Lovaina, siendo sacerdote. Vinimos por tierra y acampamos en la explanada una noche de verano… Y ahora vuelvo, cuarenta años después, con más profundidad, naturalmente. Estoy fascinado con esta experiencia.
¿Qué le comentaron los monjes de Montserrat respecto al proceso que se está viviendo en Cataluña?
Bueno, son muy prudentes y están muy bien informados, siguiendo muy de cerca cada detalle. Y también, con su oración, haciendo que las cosas vayan tomando el camino que deben tomar. Pero no son para nada ajenos a la historia. Están metidos en ella desde su oración cotidiana. Eso es algo muy hermoso; gente encarnada, pese a la historia, que desde su compromiso acompaña al pueblo.
Y, sobre todo, me impactó cómo aman a Romero. Uno de ellos ha traducido su diario al catalán, otro hizo una obra sobre Romero…, en fin, están totalmente en su onda y eso, a mí me impactó.
¿Usted tiene alguna idea formada en torno al tema catalán? No quiero insistir demasiado, pero como aquí lo estamos viviendo tan a fondo…
Yo lo comenté anoche en la charla que tuve en Tarragona, contando una anécdota del papa Francisco cuando venía de uno de sus viajes y le preguntaron por Venezuela. Y él dijo: «Cuando no se adora, se grita».
Uno viene de un país donde el diálogo no llegó a la paz. Un diálogo que no fue para nada fácil. A mí me tocó acompañar durante cinco años el proceso y tengo una experiencia acumulada de cómo las cosas imposibles se van haciendo posibles cuando la gente colabora. Incluso, con muchos compañeros de colegio, fue allanando el camino el hecho de que nos juntamos en una mesa y comiendo, las paredes van cayendo. Porque cuando no se tienden puentes, se levantan muros. Creo que necesitamos pontífices, gente que tienda puentes.
Es lo que comenta, también, a menudo, el Papa, ¿verdad?
Exactamente: el camino correcto.
Usted pasa por ser, y lo es a los ojos de todo el mundo, el guardián del legado de Romero. ¿Se siente cómodo con ese papel?
Quiero responder a su pregunta desde dos perspectivas; una, que hay una amistad con él, desde que era adolescente prácticamente, cuando le conocí siendo él sacerdote. Una amistad que se consolida cuando trabajo durante un año entero con él en el departamento de teología en el seminario. Esta amistad nos permite vivir momentos muy difíciles y muy intensos. Sobre todo en sus relaciones con Roma y con sus hermanos obispos. Eso está descrito en su diario con bastante detalle. Por ello siento que esta situación me permite hacer presente su memoria y su mensaje. Y también, que existía mucha gente que veía en él un modelo de pastor que nos dejó una Iglesia que es la que el Papa está soñando: pobre y para los pobres. Se dice fácil, ¿verdad? Pero se consigue con sangre; que es lo que hizo Romero.
¿Cuál sería para usted, que le conoció de cerca, la virtud principal de su amigo, monseñor Romero?
La de un hombre que siempre buscó qué quería Dios de él. Un hombre dócil al Espíritu Santo. Y eso le llevó por caminos que no pensaba que iba a recorrer; un hombre como él, de carácter tímido, pusilánime, que se angustiaba con facilidad, y que cobró una gran estatura de valentía y de coraje delante un micrófono, ante todos los poderes del mundo que estaban contra él en El Salvador, porque sentía una llamada y respondió con todo su ser. Y eso le hizo pagar el precio, que fue el martirio. Un hombre coherente, que nunca pactó con el mal ni con los poderes de este mundo. Eso lo hace tan grande a Romero. Y se dio el honor de que muriera en el altar; como quien dice: hoy, la ofrenda eres tú.
Pienso que es un regalo que Dios le hizo, evitando que lo mataran en un atentado más salvaje, en un accidente… Murió en el altar. Justo a la hora del ofertorio. Dios dijo todo con ese detalle, porque nunca un obispo murió de esa forma. Es el sello de Dios en su vida, un regalo magnífico que le hizo el Señor por su fidelidad total al Espíritu Santo.
¿Su lucha por la justicia le hizo santo en el corazón del pueblo, antes de serlo oficialmente?
Sí. El Papa, al día siguiente de beatificarlo, hizo un comentario que me encantó: dijo que él eligió estar con la gente, con el pueblo, para acompañarlo y defenderlo, incluso a costa e su vida. Al Papa este punto le impacta mucho; Romero pudo huir del problema, aceptar seguridad, protección, pero dijo: «No; voy a correr los riesgos que el pueblo está corriendo».
Y pidió al pueblo que le rezara para hacer frente al compromiso de no abandonar a su pueblo. Y el Papa se lo reconoce en ese comentario que hizo el 24 de mayo del día siguiente de la beatificación. Eso es un excelente resumen de lo que era Romero: un hombre que caminó con el pueblo, que se hizo pueblo y corrió los riesgos del pueblo. Y es por eso que la gente lo ama tanto y nunca le olvida.
Porque, antes y ahora, Latinoamérica necesita justicia.
Sí, necesita gente que hable de justicia. Pero, sobre todo, que arriesgue para que haya justicia. Porque uno puede ser un buen demagogo, tener un discurso muy lindo sobre justicia. Pero también se necesita justicia combinada con misericordia, con perdón; uno puede hablar de justicia en nombre de la venganza, de reivindicación, pero el cristiano habla de justicia desde Jesús, que perdonó. Y eso es fácil decirlo, pero es muy eficiente, para un cristiano, pedir justicia en el marco de la misericordia y del perdón. Ciertamente, no se puede prescindir ni de la verdad ni de la justicia para poder crear el perdón, y eso supone, como dice el Papa, purificar la memoria: un tema nuevo en la Iglesia, que el papa Juan Pablo puso en evidencia y se ha profundizado. Porque no se puede estar esclavizado por el pasado o querer olvidarlo sin leerlo a fondo. Hay que leerlo a fondo y poder caminar hacia el futuro que Dios quiere para uno y para la humanidad.
Este consejo de una memoria purificada lleva a la reconciliación. Y el mundo necesita curar heridas, ¿verdad? Somos un mundo herido y hay que ir con alguien que tenga esa experiencia y formar hospital de campaña. Me encanta esa frase del papa Francisco y me alegro de que se concrete en un proyecto, aquí en Barcelona, muy conocido y muy valorado.
El papa Francisco ha hablado de Romero como doblemente mártir: mártir de fuera y mártir de dentro. ¿Esperaba usted que pasase de estar proscrito, o al menos marginado, a ser beatificado?
El Papa fue muy duro en ese curso, yo estaba presente con otros obispos en ese momento y les hizo un reclamo clarísimo. Lo hizo de una forma espontánea, sin texto, muy profético. Con las piedras más duras de la lengua nos dio una gran lección de cómo acercarnos a estos santos incómodos. Los santos incómodos nos obligan a aceptar que somos mediocres y nos impulsan a convertirnos de verdad. Y cuando uno lo asume, se siente muy liberado, pero ese paso no es fácil de dar. Romero es de una actualidad increíble en el mundo de hoy, y por eso el Papa ve en él un icono como pastor de una Iglesia pobre y para los pobres, que es un tema que hoy está ahondándose mucho; cómo hacer posible esa Iglesia. Una frase que es muy inspiradora, pero también muy desafiante.
¿Para cuándo la canonización, monseñor? Dicen que para este año.
Eso va muy bien, pero queremos que la gente se prepare para ese momento de gracia.
Porque temo que sea como una anécdota, no como algo que marque un antes y un después para el país, para el mundo y para la Iglesia. Por eso estamos trabajando para que la gente se prepare para ese momento, porque es algo que el pueblo necesita y que va a permitir que tantas cosas que parecen imposibles, se hagan posibles. Pero la fecha se acerca muy rápidamente.
¿Se puede hablar ya de un año más o menos, o no hay plazo?
Sé que viene pronto. No hubo ninguna traba en el proceso, de momento. Todo va caminando con normalidad.
¿Ya hay milagro?
Ya está todo analizado por los médicos. Es un milagro muy interesante, el que se presentó. Pensábamos que se había retrasado el proceso, porque se trataba de la curación de un cáncer, y uno puede recaer. En cambio, el milagro que se presentó fue de una curación irreversible y se aceptó muy bien.
¿Dónde sería la canonización?
¡Es la gran pregunta! Nosotros quisiéramos que fuera en el país, para que los pobres puedan estar presentes. Pero te dicen: “es un santo para todo el mundo; que sea en Roma”. Y el Papa va a decidir, naturalmente. Pero las dos opciones tienen muchísimos seguidores.
¿Prevé que pueda estar presente el Papa, sea en Roma o sea en El Salvador?
Es que solo él puede hacerlo. Sin él no hay canonización. Por tanto, si es en El Salvador, tendría que ir. Y entonces, quisieran una misma ceremonia también para Rutilio Grande.
¿En la misma ceremonia, beatificar a Rutilio?
Eso quisiéramos, pero el proceso de Rutilio va un poco más lento. Llevamos un año con ese proceso.
¿Un cardenal como usted, obispo auxiliar, es un signo más del pontificado de Francisco?
Todavía no he hablado con él pero, ciertamente, a todo el mundo sorprendió que pensara en mí.
¿Cómo vivió elreciente viaje del Papa a Chile y a Perú?
Ha sido un viaje difícil, comparado con el de de Juan Pablo II. Cuando un país está en una situación tan crítica con la Iglesia… Necesitaba una palabra, como la que él ha pronunciado. Él dio paz con todos los problemas desde el primer discurso. Creo que ha hecho mucho bien esa palabra y esa presencia. Y no es tanto lo que dice como lo que hace. Creo que ese tipo de mensaje, que es la vida de una persona, es lo que realmente marca la diferencia.
Da la sensación, en general, de que el pueblo quiere y sigue al Papa. La jerarquía, en cambio, no tanto. ¿No?
Depende de los países. América Latina, en ese punto, se caracteriza por una gran amor al Papa. Hay poquísimas excepciones. Y eso es algo que marca nuestra forma de ser cristianos. Como la marca del amor a la eucaristía y el amor a la Virgen María. Son tres amores que mi sociedad tiene como característica. Y eso no ha cambiado. Habrá excepciones, pero, como dinámica global, es algo muy propio de nuestra Iglesia en América Latina. Es algo muy hermoso.
¿Tiene usted esperanza de que su reforma continúe y sea, de alguna manera, irreversible en la Iglesia?
El Papa lo quiere y en eso está trabajando, en que sea algo irreversible. Pero usted sabe lo que eso significa: una Iglesia muy diferente a la que hemos tenido. Porque es una apuesta arriesgada y el Papa no piensa cambiarla. Habrá que ponernos todos a ayudarle, es lo que Jesús también quiere: un mundo como el que sueña el Papa, que es el responde al proyecto de Dios. Creo que todos tenemos que ser parte de la respuesta.
Ojalá nos pongamos todos en esa actitud. Muchísimas gracias, monseñor. Un placer. ¿Va a pasar por Madrid?
Solo para cambiar de avión. Dios te bendiga.
(Tomado de Religión Digital)