Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir: la historia de amor de dos grandes intelectuales del siglo XX

Sus nombres eran Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir y se convertirían en dos de los pensadores más influyentes de su época.

«Hoy en día tendemos a olvidar cuán glamorosos y famosos eran, como estrellas de cine«, dice la escritora Claudine Monteil, una de las fundadoras del movimiento de derechos de las mujeres en Francia y amiga personal de la pareja.

En los años 70, «en Francia, un escritor era como una estrella de cine», explica Monteil. «Tenían una reputación extraordinaria e iban por el mundo siendo recibidos como cabezas de Estado».

Su historia de amor y de mutua colaboración intelectual, que se extendería por medio siglo, fue una de las más famosas y menos convencionales del siglo XX.

No solo nunca se casaron, algo ya escandaloso para la época, sino que -todavía más chocante- tuvieron una relación abierta en la que ambos tenían amantes.

Monteil, los conoció en la década de los 70, cuando ella tenía 20 años, y ha escrito numerosos libros sobre la pareja.

En entrevista con el programa Witness de la BBC, Monteil habla de cómo los conoció y cómo era esta legendaria pareja en la intimidad.

Conociste primero a Sartre en una protesta en París y tuviste un episodio vinculado a unos libros de cómics. ¿Qué pasó?

Fue extraordinario porque había soñado con conocer a Sartre y tener una reunión muy intelectual y seria con él. Tu sabes, cosas que piensas cuando eres una estudiante de 20 años y vas a conocer a un gran filósofo como él. Sartre me preguntó qué libros traía. Y yo estaba tan avergonzada de traer esas lecturas no intelectuales… Me ruboricé y estaba casi que llorando, pero le tenía que mostrar. Entonces, de repente, Sartre hace una sonrisa enorme y me dice: «¿Te gustan los libros de cómics? ¡A mí también!». Y empezamos a hablar de cómics y como nos gustaban tanto a los dos, al final declaró: ‘Eres una joven estudiante muy interesante».

En base a esa charla, él se ofreció a presentarte a De Beauvoir, que era tu heroína. Y fuiste con una delegación de mujeres que integraban la campaña para legalizar el aborto en Francia.

Fui a su casa y éramos como ocho mujeres, todas al menos 10, 20 o 30 años más grandes que yo. Cuando llegué y me senté frente a ella, estaba esperando escucharla, pero me quedó mirando y dijo: «¿Cuál es tu punto de vista y qué sugieres como estrategia para la campaña para legalizar el aborto?».

Tuve que responder al instante y Hélène de Beauvoir, su hermana, luego me dijo: «Hiciste lo correcto al responder, porque si no lo hacías, no ibas a existir más para ella».

¿Cómo eran Sartre y De Beauvoir?

Al conocer a Sartre, lo primero que te golpeaba era cuánto más feo era en persona que en fotos. No era un hombre atractivo, por así decirlo. Pero tenía la voz más extraordinaria y cálida que jamás haya escuchado y, cuando te hablaba, te hacía sentir que eras la única persona que interesaba en el mundo.

Simone de Beauvoir me trató con dignidad cuando yo era tan joven… Te diría que era una persona muy directa y frontal. Y para mí eran la mejor pareja del mundo. Los unía la forma de ver el mundo y la escritura. «Cuando la conocí, tuve la sensación de tener la mejor relación que pudiese tener con cualquiera», me contó Sartre. Era una relación completa que implicaba una igualdad total.

Ella se volvió tu amiga y la visitabas una o dos veces por semana. En base a esa cercanía dices que pudiste notar que ella encontraba difícil tener que compartir a Sartre con las muchas otras mujeres que había en su vida.

Ella había aceptado el pacto que tenían de que eran el amor más esencial de sus vidas pero que, al mismo tiempo, tenían amantes. Ella también tenía amantes a los que quería mucho, como el escritor estadounidense Nelson Algren y el escritor francés Claude Lanzmann. Pero, cuando los conocí en los años 70, fue un shock porque Sartre tenía una agenda de una hora para esta mujer, una hora para esta otra, y luego destinaba las comidas y tardes para Simone de Beauvoir. Ese no era mi ideal de relación amorosa y podía ver que, en realidad, Simone de Beauvoir estaba sufriendo por eso.

¿Él alguna vez intentó seducirte?

Nunca intentó seducirme, pero una vez me invitó a almorzar solos. Entonces alguien cercano me recomendó no ir porque todo el mundo pensaría que lo estaba intentando seducir. Así que cancelé el almuerzo y Sartre entendió muy bien. Y desde entonces Simone de Beauvoir supo que nunca intentaría seducir a Sartre y eso creó un vínculo muy especial entre nosotras.

La pareja compartía la pasión por las ideas y la escritura, pero ella podía ser una crítica muy dura, ¿no?

Cuando Simone de Beauvoir leía uno de tus textos era como una profesora y era dura, pero él amaba eso. Sartre nunca publicó nada sin que Simone de Beauvoir lo hubiera leído palabra por palabra y criticado. Una vez él le pidió que regresara antes de Estados Unidos solo para que le corrigiera un manuscrito.

Hélène de Beauvoir me contó que una tarde ella le dijo a Sartre: «Este texto es muy pobre, no puedes publicarlo», tomó los papeles y los rompió. Él estaba acostumbrado a sus críticas, pero para ese entonces, ya estaba perdiendo la visión y le era muy difícil escribir. Él le respondió: «Te odio, Castor», que es como le llamaba por la similitud entre beaver, el nombre del animal en inglés, y el apellido de ella.

Entonces, ella le dijo: «Sí, me odias hoy, pero mañana de mañana volverás a tu manuscrito y lo escribirás de la forma que usualmente lo haces».

Y todo estuvo bien. Era amor.

¿Cómo eran el uno con el otro?

Simone de Beauvoir era más alta que Sartre y ponía su mano en el hombro de él todo el tiempo, era un gesto muy tierno. Y él siempre la miraba, aunque ya no pudiese ver muy bien al final. A veces también se terminaban las frases el uno del otro.

Sartre me contó que la primera vez que habló con ella quedó fascinado por su belleza y su inteligencia. «Siempre me pareció hermosa-me dijo-, incluso cuando la conocí por primera vez… ¡y eso que tenía puesto un sombrero muy feo!».

«Lo maravilloso de Simone de Beauvoir —continuó— es que tiene la inteligencia de un hombre (…) y la sensibilidad de una mujer».

Sartre murió el 15 de abril de 1980, cuando tenía 74 años. ¿Cómo fue para ella?

Él murió justo después de que ella dejó el hospital. Eso le rompió el corazón. Y lo otro que le rompió el corazón fue tener que organizar el funeral. El gobierno francés le ofreció poner un cordón policial para hacer toda la caminata desde el hospital hasta el cementerio, pero Simone de Beauvoir rechazó todo esto.

Dijo: «No, Sartre no quería ningún reconocimiento oficial. Solo quería que la gente estuviese ahí». Y yo le comenté: «Pero no vas a tener a nadie protegiéndote y van a haber miles de personas».

De hecho, eso fue lo que sucedió: creo que la cifra oficial de concurrencia a su funeral fueron 50.000 personas.

Hubo exactamente una milla y media de personas a lo largo de tres avenidas yendo al funeral.

Cuando llegamos al cementerio ni siquiera habían protegido los alrededores de la tumba y los periodistas, especialmente los de televisión, empezaron a empujarme con las cámaras, para tener una mejor imagen de Simone de Beauvoir.

Simone de Beauvoir empezó entonces a desvanecerse y luego se desmayó en su casa y tuvo que ser hospitalizada en emergencia por dos semanas. Fue terrible. Estuvo llorando todo el tiempo, pero lo que le salvó la vida fue escribir: decidió escribir la historia de los últimos años de Sartre. En ese mismo libro publicó 100 páginas de entrevistas a Sartre sobre temas que él no pudo publicar. Son discusiones entre ellos sobre la escritura de Sartre, la vida y la noción de libertad, que son extremadamente removedoras y bellas.

Durante sus años juntos, Sartre escribió sobre filosofía y existencialismo, narró obras de teatro, novelas y tratados, eliminando numerosos absolutos y certezas morales del pasado. Incluso ganó el Nobel de Literatura en 1964, pero lo rechazó porque «consistentemente había declinado todos los honores oficiales», señala en su página web la propia premiación.

De Beauvoir escribió sobre ética, filosofía y el lugar de la mujer en el mundo, obras que inspiraron una generación posguerra dominada por la escena intelectual francesa.

Sartre y de Beauvoir, unidos aún después de la muerte. Foto: BBC/GETTY

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