Antes de que nos petrificara el terror de la pandemia, sostuvimos varios líderes de la espiritualidad maya y cristianos en un diálogo hermoso y gratificante con algunos de los que considero guardianes del conocimiento ancestral de los pueblos.
Me relataron con el corazón la lucha inmensa que realizaban por reconstruir una espiritualidad autónoma desde los pueblos, desligada de todo pensamiento colonial y con preocupación nos solicitaban colaborar con ellos para mediar entre ellos y los grupos fundamentalistas cristianos (carismáticos y evangelicales) que los asediaban y nos les permitían expresarse con libertad en ningún lugar público.
Me relataban con preocupación la intromisión a sus espacios de culto, y el constante asedio y estigmatización a la que eran sometidos/as, se referían constantemente a la palabra «brujo/a» como forma de estigmatización.
Al final nos abrazamos con mucho amor y pactamos seguir en diálogo para intervenir, buscar y conocer a los grupos cristianos que los asolaban y colaborar a mermar en la medida de lo posible el comportamiento irracional y violento por el que son conocidos estos grupos.
Hoy me golpeó tan fuerte el asesinato de Don Domingo Choc, lo mataron por buscar una espiritualidad auténtica, lo mató el fundamentalismo religioso y su comportamiento irracional, lo mató la falta de comprensión, diálogo y fraternidad ecuménica muy propio de esta relación de dominación que se replican en todas las áreas de la existencia humana pero que las manifestaciones en el ámbito religioso alarman y evocan conductas medievales.
Es urgente seguir trabajando en la construcción de espacios de paz dónde nos podamos conocer sin prejuicios, cara a cara, como hijos e hijas del mismo Dios que se manifiesta de formas infinitamente diversas he increíbles.
Tomado del muro de Héctor Castañeda