Deterioro ambiental salvadoreño

Por: Luis Arnoldo Colato Hernández*/

Los continuos deslizamientos de tierra registrados en diferentes lugares del país, con las consecuentes pérdidas de vidas humanas y materiales (el caso de la familia soterrada en Santo Tomás, en el marco de la tormenta Amanda, al sur de la capital, lo desnuda con crudeza), o la amenaza de desprendimiento y soterramiento en San Marcos – también en los suburbios sureños de San Salvador – que de parte de la antigua pedrera de “El Milagro” apunta a una importante área residencial, son un constante recordatorio de las implicaciones que el deterioro del entorno ambiental tiene.

Pero, porque en nuestro país?
Varias son las causas entre las que podemos citar por ejemplo la orografía del territorio, donde las estibaciones en éste son una constante; sin embargo, ello solo constituye una amenaza por la ocupación humana de las tales superficies, lo que implica que las personas son “orilladas”, en razón de su condición económica, a ocupar tales espacios, estableciendo la relación de riesgo que coloca a la población ante la amenaza.

Otra causal, relacionada siempre con las condiciones socios económicas de la población, lo constituyen las actividades que deterioran de manera intencionada al entorno ambiental, rompiendo los delicados procesos de equilibrio alcanzado a lo largo de eones entre la naturaleza y sus ocupantes, derivando por ejemplo, en la destrucción del dosel arborícola, para ser sustituido por “planchas” de concreto, sobre las que es imposible la recarga acuífera en el período lluvioso, que degenera en las temidas inundaciones.

Debemos sumar a ésta ecuación la contracción que el bosque originario ha tenido en el último siglo, y que lo ha reducido a apenas el 34% de su extensión original [UNES/2019], lo que se acusará en un más extremo stress hídrico, por incapacidad de recarga, que agudizará la ya visible desertificación del territorio con más temperaturas extremas.

Ello se evidencia en una carencia más acusada del recurso hídrico, agravado por el hecho de que hasta el 97% de las aguas superficiales del país, se encuentran gravemente contaminadas (MASS/FONAES) en razón de los vertidos, lo que redunda en un círculo vicioso que tiene en su centro al propio ser humano, que por razones culturales contamina con sus detritos los mantos acuíferos.

Es decir, a lo señalado se lo debe sumar una cultura que gira en torno a intereses económicos, en donde los esfuerzos que de manera superlativa se haga para re direccionar tales conductas, chocan con una cultura sostenida desde el modelo económico, manifiesta por ejemplo, en la incapacidad del MARN, para incidir en razón de los límites impuestos desde el estado, defensor de intereses financieros (recortando los fondos del MARN a apenas 15 millones), impidiendo la persecución de los delitos ambientales, que la FGR nunca ejecuta.

Entonces, las pérdidas de vidas y propiedades, no son la voluntad de ninguna divinidad, como algunos prefieren designarlo, sino producto de conductas indeseables que deben sustituirse en razón de la sustentabilidad, por lo que todo, como siempre, se reduce al más puro interés político por así hacerlo.

*Educador salvadoreño.

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