Por: Elio Masferrer Kan (ENAH / INAH – México)
La cuestión político-religiosa está constantemente arriba de la mesa pues en una pandemia es evidente que se incrementa el número de fallecimientos y en este contexto, son las iglesias quienes históricamente se han ubicado como instrumentos para la salvación de las almas y los difíciles caminos para ir “al más allá”.
Simultáneamente los diferentes gobiernos deben construir estrategias para afrontar la emergencia sanitaria cuidando la salud de la población. Estas medidas están limitadas por la eficacia de los sistemas de salud pública y un elemento que incide notablemente es que los estados no pueden exigir que la población permanezca indefinidamente fuera de los espacios públicos pues la cuestión económica y laboral es insoslayable. Sectores muy numerosos de la población están fuera de mercados laborales formales y estables debiendo buscar a diario su sustento. También como resultado de las políticas de reducción del Estado, la salud pública no recibió inversiones en los últimos 35 años.
Los gobiernos del continente americano han desarrollado distintas estrategias, muy vinculadas con sus estructuras culturales, religiosas e históricas y matizadas con las situaciones coyunturales, que me parece importante analizar y podríamos agruparlos en cuatro variantes: Modelo bonapartista, providencialista, negacionista y de complementariedad responsable.
El modelo bonapartista o autoritario está tomado de los regímenes de carácter presidencialista con tradición católica, con una historia de dictaduras militares. Podemos incluir en este perfil a Argentina, Chile, El Salvador, Guatemala y Perú entre otros. En estos casos la persona que detenta la presidencia de la república tomó una serie de medidas drásticas que llevaron fundamentalmente a una cuarentena de cumplimiento obligatoria que implicó el aislamiento de la población en sus domicilios, aplicando el modelo de España e Italia. Pasados más de dos meses de dichas medidas la situación de pobreza sistémica y estructural mostraron los límites del modelo, sectores amplios de la población no podían mantenerse en estas condiciones pues vivían al día.
El modelo providencialista es el adoptado por los Estados Unidos, muy en la perspectiva de la Doctrina de la Predestinación (Dios tiene un plan para cada una de sus criaturas), quizás funcional en sectores que viven en barrios residenciales dispersos. El modelo resulta inviable en los contextos del centro de las grandes ciudades, donde hay poblaciones concentradas e incluso tugurizadas, lo cual mostró realidades distintas, que se mezclan con situaciones de racismo estructural, clientelares y el proceso electoral de reelección.
Según un cable de AP, Trump distribuyó varios miles de millones de dólares entre la Iglesia Católica y probablemente otras iglesias. Se le debe agregar un sistema de salud pública inexistente, donde quien no está asegurado simplemente no tiene acceso a servicios de salud, que resultó particularmente cruel con los indocumentados y los pobres, particularmente hispanos y afroamericanos, que no votan habitualmente “republicano”, quienes sufrieron la mayoría de las defunciones
El modelo negacionista es el adoptado por Brasil y particularmente el presidente Bolsonaro, quien minimizó los efectos de la pandemia, tratando de copiar la estrategia Trump, en un contexto cultural, social, económico y religioso diferente. Todo apunta a una catástrofe.
El cuarto modelo es el de la responsabilidad compartida, que fue adoptado por los dos países (México Y Uruguay) con mayor tradición de separación estado-iglesia, aunque con una impronta cultural del catolicismo en un contexto histórico de triunfo de proyectos políticos liberales. La estrategia consistió un control y cierre de los espacios públicos por el Estado, pero sin aplicar restricciones impositivas a la movilidad individual, apelando al ejercicio de la responsabilidad de cada ciudadano en la aplicación de medidas de distancia social, higiene y cuidados personales. Evitando así entrar en conflicto con los sectores no formales de la economía.
La ultraderecha española, mexicana y argentina entre otras, por su parte vieron en esta situación una “oportunidad” y se lanzaron a capitalizar el drama y el descontento generado por la pandemia. Viven una situación de “orfandad” pues el papa Francisco hizo permanentemente llamados a la cordura respetando las medidas de prevención gubernamentales; la mayoría de los episcopados latinoamericanos se disciplinaron. Las iglesias transpentecostales (IURD Pare de Sufrir) o ciertos grupos fundamentalistas en Estados Unidos no están muy convencidos de cerrar sus templos, aunque en muchos casos sus propios feligreses son más precavidos que los liderazgos.
Estamos “en el filo de la navaja”, cualquier error es dramático y los costos en la pérdida del reconocimiento de la eficacia simbólica del que se equivoque puede ser catastrófica.