Una revolución no es solo la historia de numerosos combates y el reconocimiento de héroes, no es el realce de la violencia ni la propia toma del poder, es, en cambio, el reconocimiento de una nueva visión social, la unidad que el pueblo propone para cambiar su vida, es un hito que hoy no se toma a la ligera y que se considera necesario estudiar en cualquier parte de mundo, pues, cada una de las revoluciones sucedidas alrededor del globo, representa para su propio país, para su continente y para el mundo, una enseñanza, aún cuando haya sido a favor de un régimen capitalista o socialista, o haya sido de corta o larga duración, todas las revoluciones del mundo tienen relevancia tanto para apoyarla como para refutarla.
De este modo, se presenta el libro de La Revolución Francesa bajo la autoría de Valeria Ianni, editado por Ocean Sur como parte de la colección “Historias desde abajo”. La misma autora ya ha sido presentada con el libro Guerra y Revolución en España, libro que pertenece a la misma colección. El texto en cuestión propone doce apartados en los que se explica la situación de Francia antes de la revolución y los distintos grupos sociales que la conformaban, así como la situación política, social y económica que afectaba dichos grupos; se refiere al proceso de revolución en toda su plenitud; luego la inestabilidad y la república, dentro de esta, la república jacobina. Finaliza con la conspiración de los Iguales y su derrota. Propone como anexos, tres apartados que aportan, entre otros elementos, una cronología de hechos y la bibliografía consutada.
La tan estudiada revolución francesa está lejos de ser un hecho para el olvido, no fue una revolución proletaria ni llevada a cabo por grupos minoristas sino que, es la revolución burguesa, la que lleva al poder a los explotadores, no a los explotados. Sin embargo, hay muchas cuestiones que la hacen resaltar: en primer lugar, “la derrota del feudalismo y su Estado monárquico fue posible por la acción directa de un pueblo en armas”; segundo, “porque barrió con las diferencias que se superponían y ocultaban las relaciones de clase”; tercero, “muestra problemas genéricos de cualquier proceso revolucionario”: el poder, la estrategia, relaciones de fuerza, etc; cuarto, “permite traer como enseñanza que aún con el avance que suponía la conquista de la igualdad jurídica y política, esta no equivale a la liberación nacional”; quinto, “muestra la participación popular en las calles y los campos”.[1]
Asimismo, esta ha sido una revolución que ha causado mucha confusión, de ahí que el presente libro se enfoca principalmente en los primeros años del proceso y en la revolución de los jacobinos.
Como contexto general de desarrollo de esta revolución se da que como resultado de la transición del feudalismo al capitalismo. Se desarrollan dos clases sociales fundamentales: la burguesía y el proletariado. La noción de la distribución del poder, de comprar y vender la fuerza de trabajo, deriva en reflexiones de Marx y Engels para 1848. La idea del “estamento” o “clase estamental” es crucial para entender la engorrosa relación de la época y el sentido histórico de la revolución francesa. Aparte de tener el control de algunos medios de producción, la clase estamental es propietaria de cierta exclusividad política. De esta forma, la relación básica entre los nobles, incluyendo la iglesia, y los campesinos, está mediada por un lazo jurídico-político, es lo que se conoce en el marxismo clásico como “coerción extra económica”. Aclarado este punto, podemos entender que en Francia existía una numerosa cantidad de clases sociales, cambiantes, pero, por su parte, la nobleza y la iglesia eran las clases favorecidas por el estado.
Bajo esos beneficios, ¿por qué habría de existir una revolución “de los de arriba” siendo los más favorecidos? Esto podría parecer en primera insancia, pero la realidad era que la monarquía en Francia comenzó a ser cada vez más absoluta y luchaba por imponer su poder sobre la voluntad de la nobleza. Así, comenzó la “crisis en las alturas” en Francia, con la bancarrota financiera de la Corona en 1787. La intervención en la guerra anglo-americana en 1776 dejó al país con una situación extrema, la única solución que encontró la monarquía fue subir los impuestos. La aristocracia, no contenta con la alternativa, logró destituir al ministro de finanzas, Charles Alexandre Calonne, y, una vez que lo hicieron, siguieron por la línea de la reacción feudal. Ante la presión aristocrática, el rey no tuvo más opción que convocar los Estados Generales[2], lo que se ofició el 5 de mayo de 1789. Durante esta reunión que duró meses, los tres estados no lograron ponerse de acuerdo, hasta que el pueblo decidió tomar el poder, se dio la Toma de la Bastilla.
El libro abre las puertas a esta historia fascinante; solo resta entrar.
Por: Cristina Lanuza Marrero
(Tomado de contextolatinoamericano.com)
[1] Todas las citas son de: Iann, Valeria: La Revolución Francesa. Editorial Ocean Sur, México, 2011. p.2.
[2] Repesentación de los “tres estados” o “tres órdenes”: el clero, la nobleza y los grupos sociales que no pertenecían a ninguno de los anteriores.