Soledad: El peor día de mi vida

No sé cómo explicar ese sentimiento único y terrible, esa sensación de abandono total, de miseria, de incertidumbre; no se trata del simple hecho de no tener a nadie, sino de realmente estar solo.

¿Pero realmente existe eso? ¿Cómo saber que realmente estás solo? ¿Qué te dice o que hace que sientas que estás sin nadie a la par tuya, que eres tú y nadie más?

Me atacó una mañana de julio de este año del coronavirus, vino a mí ese miedo a nada… ese sentimiento que no tiene que ver con el camino de búsqueda le crecimiento espiritual como dicen algunos, que no tiene que ver con “soledad como exigencia filosófica”, tiene que ver más con estar frente a esa realidad, que no es agradable, que no se quiere reconocer… que realmente estamos solos.

Ese doloroso momento me puso en una posición de perdedor, de fracaso, en un lugar donde no quiero volver a estar, y me deja el corazón roto, me doy cuenta que será inevitable volver a ese sentimiento, a ese nefasto lugar, a esa posición donde tu sabiduría, tus conocimientos, tu dinero, tus éxitos no te acompañan, y aunque estés rodeados de tu familia siempre te sientes solo.

Nada de lo vivido te prepara para eso, no hay entrenamiento ni ensayo, no hay ni una posibilidad de evitarlo o de llegar a esa posición de soledad.

Es más, no hay fe que evite que lleguemos a ese sentimiento, a esa sensación tan amarga. Lo puedes entender, pero no dejar de sentirlo.

Y la situación de salud nuestro país está llevándonos a ese nefasto lugar, arrastrándonos a ese sentimiento de soledad. Donde estamos perdiendo tantos seres amados realmente, seres concretos que nos han acompañado desde nuestro nacimiento, acompañado en trabajos, en estudios, en amores…

En el caso particular fue un simple sueño, una pesadilla donde vi a mis padres muertos, donde a pesar de estar acompañado de mi esposa e hijos, hermanos, cuñadas y sobrinos… me sentí realmente solo; y lloré como pocas veces lo he hecho; con el dolor de la absoluta seguridad que ese día llegará inevitablemente, que esa desgarradora realidad vendrá sin aviso, sin misericordia, sin fecha ni hora… solo vendrá porque así debe ser.

No imagino a los hermanos salvadoreños que están pasando por esa SOLEDAD, por ese árido lugar, con la impotencia ante la realidad de una peste tan democrática de la pocos han salido airosos, después de momentos críticos y sufridos; padres, hijos, abuelos, tíos, comadres, compadres, profesores, alumnos, profesionales académicos y empíricos, todos conocemos a alguien que tuvo ese maldito momento de soledad.

Nada te prepara para sobre llevar una situación de ese tipo, nada te dice cómo reaccionar, pero si sabemos que es inevitable, mis condolencias a todos los que han tenido que visitar la soledad, mi deseo para los que no han llegado a visitarla.

Por: Dr. Gerzon Martínez, médico odontólogo salvadoreño.

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