El escritor estadounidense publica la colección de relatos «La sangre manda» mientras espera que casi una veintena de sus títulos den el salto a la televisión en los próximos meses.
«Si quieres ser escritor, sobre todo has de hacer dos cosas: leer y escribir mucho. No te lo puedes ahorrar, me temo, no hay atajo». Con estas palabras grabadas a fuego en «Mientras escribo», fabuloso libro de memorias que cualquier aspirante a escritor, popular o no, debería leer y memorizar, resumía Stephen King (Maine, 1947) la esencia de su oficio y lo que él mismo se ha encargado de convertir en un mantra vital.
Leer, escribir, escribir y leer y, llegado el momento, transformarse en una suerte de I+D unipersonal para la ficción televisiva y cinematográfica de los siglos XX y XXI. Puede incluso que, para cuando termine de leer este artículo, el Rey del Terror, el más prolífico y torrencial de los novelistas americanos, tenga ya una o dos novelas nuevas en imprenta y media docena de adaptaciones en camino.
Es fácil perder la cuenta pero, según las últimas estimaciones, Mr. King sumaría ya 61 novelas, algo más de dos centenares de relatos y unos 350 millones de ejemplares despachados en todo el mundo, cifras que sin duda se verán incrementadas tras la llegada a las librerías esta misma semana de «La sangre manda» (Plaza & Janés), colección de relatos que viene a confirmar que ni los 72 años ni su imponente fortuna le permiten estarse de brazos cruzados. «He escrito porque da sentido a mi vida. Claro que me ha servido para pagar la hipoteca y la universidad a los hijos, pero esto era un añadido. Lo he hecho por aquella excitación especial. He escrito por la alegría que me da. Y si te lo pasas bien escribiendo, te puedes dedicar toda la vida», dejó escrito el autor de «It».
Y a juzgar por esta nueva tanda de historias en la que regala (por fin) todo el protagonismo que venía reclamando Holly Gibney (de «Mr. Mercedes» a «El visitante» y vuelta a empezar) y con la que sigue explorando obsesiones recurrentes como la ambición, la amistad o los límites de mal, no hay duda de que el autor de «El resplandor» se lo debe seguir pasando en grande.
Horror en serie
El literario, sin embargo, no es más que el cauce principal de un universo con infinidad de ramificaciones hacia el cine, la televisión y el cómic. La relación entre King y el audiovisual, es cierto, siempre ha sido estrecha y ha dejado un completísimo catálogo de trasvases en el que títulos como «El resplandor», «La zona muerta», «Carrie», «Misery» o «Cadena Perpetua» se emparejaban, no siempre para bien, con directores de la talla de Stanley Kubrick, David Cronenberg, Brian de Palma, Rob Reiner o Frank Darabont, pero en los últimos tiempos la cosa se ha acabado por desmadrar de verdad.
Tanto es así que ahora mismo, con el susto de «El visitante» y el mal sabor de boca de «Doctor Sueño» aún en el cuerpo, hay una veintena de títulos de King a punto de dar el salto al audiovisual. En concreto, 19: 11 películas y 8 series para plataformas como Hulu, HBO o Apple TV. Un auténtico festín de terror, coches con instintos criminales y vampiros homicidas con los que King se consagra como inagotable cantera de la ficción audiovisual además de autor del que se aprovechan hasta las sobras.
Entre lo que está por llegar, proyectos tan apetecibles como la versión de «El misterio de Salem’s Lot» de Gary Dauberman, la adaptación del relato «The Boogeyman», la muy oportuna «The Stand» («Apocalipsis»), con esa pandemia vírica que pone en jaque a la civilización, la serie que J.J. Abrams está realizando para HBO a partir de líneas argumentales de «El resplandor»…
¿Más? Veamos: en cola están también «The Eyes of Dragon», atípica incursión de King en la fantasía élfica de magos y dragones; «The Institute», nueva vuelta de tuerca a los poderes psíquicos y las organizaciones siniestras; y «Los Tommyknockers», testigo directo de la época más desmadrada y problemática de King, con su menú de alcohol y cocaína, y, a día de hoy, una de las novelas que sigue sin recordar haber escrito. Quizá la nueva adaptación de de James Wan consiga refrescarle por fin la memoria.