Por: Raúl Ochoval.
A 84 años después de su vil fusilamiento, García Lorca sigue siendo como ayer un faro de libertad en la oscura noche del autoritarismo y la violencia.
A comienzos de 1936 el pueblo español fue testigo de sucesos que conllevaron a uno de los procesos históricos más atrapantes del siglo XX. La guerra civil española comenzó con las sublevaciones militares en la madrugada del 17 y 18 de julio de 1936, donde militares bajo las órdenes de Francisco Franco encabezó un alzamiento para derrocar al presidente del gobierno Santiago Casares Quiroga del Frente Popular. Este alzamiento generó una resistencia por partes de milicias conformadas por obreros y campesinos junto a socialistas, comunistas, anarquistas y el trotskismo.
En ese escenario de revolución y contrarrevolución, Federico García Lorca fue secuestrado por falangistas en la noche del 16 de agosto de 1936 en Granada y fusilado dos días después en Viznar. Junto a él, estaba el maestro Dioscoro Galindo y a dos banderilleros anarquistas, Francisco Galadi Melgar y Joaquín Arcollas Cabezas.
La vida que unos guardias civiles fascistas asesinaron de madrugada en agosto de 1936, y cuyo cuerpo arrojaron a una cuneta, dio mucho de sí en sus treinta y ocho años de existencia. Federico García Lorca, el más célebre poeta español del siglo XX, el más leído de todos los tiempos, había cultivado con brillantes varios géneros literarios antes de aquel brutal alzamiento militar
Su juventud
García Lorca en su juventud llegó a la residencia universitaria de Madrid en 1919, donde vivió hasta 1928 y donde conoce entre otros a Rafael Alberti, Luis Buñuel, Salvador Dalí con quien entabla una gran amistad. Con el paso del tiempo, Lorca empieza a destacarse en los círculos artísticos de Madrid.
Ya a finales de la década del 20, Lorca empieza a involucrarse más activamente en la vida política de la convulsionada España. Firmó proclamas, participó de mítines organizados por el Partido Comunista en contra del régimen militar de Miguel Primo de Rivera que vio su fin en 1930.
Durante la Segunda República García Lorca comienza a recorrer España con una compañía teatral llamada La Barraca, formada por jóvenes de la Facultad de Filosofía y Letras con la necesidad de hacer conocer la el teatro español entre los obreros y campesinos de la España profunda, clerical, conservadora, monárquica. Lorca aceptó ser director de la compañía y con el apoyo de Fernando de los Ríos -ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes y amigo de Lorca- comenzó a recorrer toda España dirigiendo funciones para obreros y campesinos.
Su obra
García Lorca y los jóvenes de La Barraca consideraba fundamental batallar contra la educación dominada por el oscurantismo clerical durante siglos. Frente a la influencia burguesa, presentan obras con un fuerte contenido social ante contra los convencionalismos sociales.
Lorca elabora los temas universales, el amor, la muerte, la libertad, la opresión. Al fin y al cabo, el tema de la libertad perseguida es uno de los principales en las obras de Lorca, tanto poéticos como teatrales. El papel que tienen los gitanos en el Romancero gitano (1928) lo tendrán los judíos y los negros en Poeta en Nueva York (1940). El autor se posiciona siempre en el bando de los débiles y de la dignidad humana
La obra de García Lorca no se agota solo en su faceta lirica ya que también fue un destacado dramaturgo. Compuso obras tan actuales, tan representadas y tan admiradas hasta nuestros días, como Mariana Pineda (1927) que trata sobre una heroína libertaria enfrentada a la restauración absolutista en el siglo diecinueve. Bodas de sangre (1933) tragedia que elabora, desde una perspectiva mítica y legendaria, la pugna eterna entre el amor como fuerza de vida y la muerte; y la tragedia más conocida de todas La casa de Bernarda alba, escrita en 1936 y estrenada en Buenos Aires en 1945. Obra donde el fanatismo religioso, la intransigencia y la violencia de la “España profunda”, así como también la jerarquía social y la fuerza del dinero, impiden a las mujeres entregarse a sus pasiones y a cometer sus propios errores.
Lorca fue una de las primeras figuras de la generación del 27 y se consagra plenamente en 1928. Conquista temas particulares como la realidad del pueblo gitano en el contexto de una sociedad burguesa. Sus dieciocho romances muestran a un pueblo marginal, oprimido, inadaptado, castigado por los representantes del orden burgués dominante, cuyo brazo ejecutor era la Guardia Civil. Con recursos artísticos que son los que hacen inolvidable El romancero, transformando estos temas en leyenda.
La omnipresente luna adquiere según el contexto multitud de sentidos y connotaciones, desde muerte a esperanza a pasión amorosa: el metal del cuchillo, ávido de carne, representa la muerte; el verde lo impregna todo; el agua se desdobla entre la vida, cuando discurre fluida, y la muerte cuando está estancada; las rosas son la sangre.
El régimen que instauró Franco se llevó consigo a más de cien mil personas, una de ellas fue Lorca. Quisieron callar a uno de esos poetas que tienen una sensibilidad capaz de poder sentir el dolor ajeno y hacerlo propio. La vida de Federico, al igual que los grandes personajes de la historia, no muere ni se pierde en el devenir de la vida misma. La espesa bruma del olvido está lejos de poder tapar su legado porque él vive en cada uno de sus escritos; está vigente en cada persona que lee unos de sus poemas, está presente en esa luna que nos ilumina en los oscuros senderos de la noche buscando la aurora, en el aire que nos golpea el rostro, recordando esa suave brisa de primavera que traerá consigo el florecer de los jardines.
Federico García Lorca, el poeta de los que nada tienen, está presente en ese irrenunciable deseo de cambiar este sistema de opresión y violencia que solo siembra miseria y lágrimas por el mundo. Hoy a 84 años después de su vil fusilamiento, Federico sigue siendo como ayer un faro de libertad en la oscura noche del autoritarismo y la violencia.
Fuente: La Izquierda Diario