Este día, después de varios meses de confinamiento, da inicio una mayor reapertura en la vida productiva del país. Atrás quedan muchas historias, dramáticas unas y satisfactorias otras. Para algunas familias fue doloroso al perder a sus familiares por la enfermedad.
Otros han perdido sus negocios. A otros muchos les han despedido de su trabajo y han perdido sus empleos agravando su situación familiar y personal.
Para muchos hermanos nuestros realmente estos meses se agudizaron sus problemas, y el retorno es complejo a una realidad mucho peor de cómo estaba allá por marzo.
Sin embargo, a pesar de tanto dolor, para algunas personas significó el encuentro consigo mismo, el descubrir a su familia, un reencuentro con su yo interior. Para muchos ha servido esta experiencia inesperada como un descubrirse.
Esa dicotomía entre tragedia y comedia, entre aislamiento y reencuentro nos lleva a ver la vida con esa dualidad que la define. Vivimos entre el dolor y el amor. La vida misma es eso a veces debes cruzar una puerta estrecha y otras veces te toca ir por la puerta amplia.
Algunos dicen que en esta tempestad que nos ha tocado vivir y enfrentar estamos en el mismo barco. Yo no creo eso. Es falso, no vamos en el mismo barco, estamos en la misma tempestad sí, pero en barcos diferentes. Vamos en el mismo barco dicen quienes van en un enorme y lujoso yate. O en un crucero. No podemos ir todos en el mismo barco, porque la realidad es desigual. Vamos en distintas embarcaciones, en donde para unos el peligro es mayor, para otros no hay peligros. Hay quienes han pasado esta tempestad, desde sus comodidades, en un trasatlántico, en un crucero, con todas las comodidades y les faltó muy poco, a otro les ha tocado en barco mediano, a otros una canoa y a muchos a puro nado, a brazo tendido.
Esta pandemia ha dejado al descubierto una realidad injusta y desigual que no podemos dejar de mencionar. No podemos ponernos mentirosos diciendo que todo está bien. Dar datos sería para espantarnos, sólo basta decir que la pobreza ha aumentado y va a seguir empeorando. Que muchas hermanas y hermanos nuestros la están pasando mal, que seguirán pasándola mal, que muchas empresas han quebrado y seguirán declarándose en quiebra.
La realidad económica que se avecina no estará fácil. Vienen momentos duros y difíciles. No habrá trabajo para muchos, la inseguridad y delincuencia se dispararán, los discursos gubernamentales que está controlada la delincuencia es pura propaganda barata que nos sale cara.
A pesar de esa realidad de apocalipsis que se nos avecina, Dios y la vida, nos dan una nueva oportunidad para comenzar. Entonces enfrentemos esa puerta estrecha que se nos ofrece, con alegría. Estamos vivos y eso es lo que importa.
Sigamos adelante y a luchar. Ya pasamos el tiempo del encierro y el confinamiento, debemos seguir con responsabilidad hasta que pase todo riesgo y peligro. Ahora viene el momento de la lucha.
Hay muchas razones para luchar. Para emanciparnos. Luchemos con alegría. Esa es la vida, el eterno amarrar nudos, desamarrarlos y volverlos a amarrar.
El que tenga oídos que oiga.
Por: Walter Raudales