Por: Garabed Arakelian
La definición jurídicamente válida de qué es un genocidio, hace que se distinga de las masacres o de las matanzas, términos que en ese plano no son sinónimos pero a los que acuden algunos dirigentes políticos a nivel internacional cuando deben hablar del genocidio cometido contra los armenios y desean eludir el compromiso que significa denominarlo Genocidio.
Es que cuando se le llama así Turquía se enoja pues sabe lo que eso implica. Desde que cometió ese delito de Lesa Humanidad incurre en otro: el negacionismo, rechazando tozudamente, pese a las evidencias existentes, su responsabilidad en el crimen cometido.
El no haber recibido hasta ahora condena alguna a nivel internacional le deja las manos libres para llevar adelante esta nueva agresión. Esta vez sus aliados son: Azerbaiján que hace el trabajo sucio de la guerra, e Israel proveyendo armamentos sofisticados, trabajo de información y también de espionaje.
En el caso del genocidio se califica así no por la brutalidad desplegada o el número de víctimas sino porque su finalidad última no es solo vencer sino aniquilar al enemigo destruyendo su capacidad de sobrevivencia y de reanimación, eliminando sus raíces culturales y de identidad junto con el tejido social de reproducción.
En Artsaj, que tiene 150 mil habitantes, están marchando al frente, los jóvenes veinteañeros hijos de los combatientes maduros. No solo padres e hijos, también las madres están acudiendo al frente de guerra respondiendo al llamado de la sobrevivencia. ¿Alguien tiene dudas que se trata de un genocidio en marcha?
Se trata de tres poderosos países – Azerbaiján, Turquía e Israel- coaligados contra un pueblo de exigua población y minúscula superficie territorial que reclama su derecho a vivir sobre su tierra ancestral. Reconocerle su soberanía y su condición de país, conformando un estado como realmente lo es, constituye la tabla de salvación para la República de Artsaj y su población y el recurso para detener así el genocidio en marcha e implantar la paz en la región.
Los países, además de sus pueblos, deben extender la mano solidaria y brindar el respaldo jurídico a ese status no solo merecido sino históricamente real, que se quiere suprimir. Será Justicia.
Garabed Arakelian|
Periodista, docente, analista uruguayo, dirigente del Partido Socialista, presidente de la Asociación Cultural Uruguay-Armenia (ASCUA), asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
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