Probablemente casi todos hemos pasado por esa sensación, estamos llegando a nuestro hogar, felices de finalmente poder descansar tranquilos. Mientras nos acercamos a la casa sentimos la calma de llegar a nuestro espacio de relación. Pero eso dura poco. Apenas nuestra llave entra en la cerradura, la urgencia de orinar nos invade y es casi incontrolable. Allí, justo allí, somos víctimas del fenómeno de la ‘incontinencia del pestillo’.
Aunque parezca un nombre inventado, la verdad es que este fue acuñado en una investigación científica del 2015 en la que se estudió el comportamiento de hombres con vejigas hiperactivas (VH). Específicamente, el término original dado fue ‘Latchkey Incontinence’ y se refiere, según los autores a:
‘Incontinencia del pestillo’: un fenómeno al más puro estilo de Pávlov
Los investigadores, Hongxia Su, Sen Yang, Yijun Wang, Min Chen, Aishu Dong, Yuru Huang, y Cong Zhu plantearon en su estudio justamente que el ambiente puede jugar un rol determinante en la forma en la que se comporta nuestra vejiga. Efectivamente, su investigación en hombres con VH publicada en Biomedical Research (India) comprobó esto al asociar su conducta con condicionamientos pavlovianos.
“(…) los hallazgos del estudio actual demuestran que una o más señales ambientales pueden influir en los episodios de urgencia e incontinencia urinaria en pacientes con VH. El acondicionamiento pavloviano juega un papel en los síntomas de la VH”, escriben los autores.
A estas alturas, ya todos hemos escuchado sobre el condicionamiento clásico y los icónicos experimentos del perro y la campana de Iván Pávlov. El fisiólogo ruso, y laureado del Nobel de Medicina o Fisiología, probó que un estímulo puede relacionarse a un elemento externo o separado y que luego, es capaz de desatar reacciones fisiológicas incluso cuando el detonante original ya no está presente.
En pocas palabras, para el caso del fenómeno de la ‘incontinencia del pestillo’ lo que pasa en nuestra mente es una cadena de asociaciones. En general, nuestro cerebro une la idea de nuestro hogar, con la de nuestro baño. Luego, también relaciona a este último con la necesidad de orinar. De allí que, cuando llegamos a casa, todas estas relaciones se activan y sentimos que llegar al baño es nuestra misión de vida. Esto incluso cuando al final ni siquiera teníamos la vejiga llena.
En resumen, el condicionamiento clásico nos hace asociar las ideas de llegar a casa y con la micción. Entonces, cuando la necesidad de orinar realmente no está presente, el solo ver la casa –y, específicamente, poner la llave en la cerradura, el más claro indicador de que “hemos llegado”– se vuelve un estímulo suficiente para desatar la reacción fisiológica que nos hace desesperar.
No. No estamos hablando de los saltitos que damos con desesperación mientras tratamos con todas nuestras fuerzas de aguantar hasta llegar al necesario baño. De hecho, acá hablamos del delicado y sincronizado baile que se da dentro de nuestro organismo cada vez que nosotros estamos sufriendo esa crisis en el exterior.
Según le comentó Jamin Brahmbhatt, un urólogo de Florida al medio Dollar Shave Club, la micción tiene componentes tan físicos como mentales que deben trabajar en armonía. Por esto, cuando llega la hora de ir al baño, no es solo nuestro cuerpo quien tiene un voto en sus reacciones, sino que nuestra mente también puede opinar, indica Tekcrispy.
Aunque ahora sabes que no todos los impulsos que te manda tu vejiga son “reales”, por así decirlo, cabe destacar que lo mejor que puedes hacer no es ignorar este fenómeno. De hecho, por el contrario, es imperante que comiences a prestar más atención.
Como vemos, el fenómeno de la ‘incontinencia del pestillo’ se desarrolla por condicionamiento, entonces se entiende que se trata de una conducta aprendida. Entonces, para evitar seguir con ella, lo mejor es cambiar nuestros patrones.
Acá el principal punto a cambiar es la atención que le pones a tus ciclos de micción. Investigaciones pasadas ya han demostrado que no es bueno hacer esperar a tu vejiga. Por lo que, es mejor que la vacíes antes de que llegue a extremos en los que sientas que “no puedes aguantar más”. Esto mismo se aplica para las heces, donde lo mejor es hacer caso a tu cuerpo y darle lo que pide cuando te lo pide amablemente, ya que las consecuencias podrían no ser tan agradables.
Ojo, esto no implica que dejarás de sentir una inexplicable necesidad de orinar cuando llegues a casa. Pero de a poco podrían ayudar a tener más conciencia de cuándo se trata de una necesidad real y de cuándo estás frente a una respuesta.