Por: Francisco Parada Walsh*
“Un sicario es una persona que mata a alguien por encargo de otro, por lo que recibe un pago, generalmente en dinero u otros bienes”. Hay otro tipo de sicarios donde no se asesina a personas sino a un país; me cuesta entender que cada día el país se despedaza no en sus catorce departamentos sino en muerte, pobreza y destrucción moral.
Tristemente hemos llegado a niveles de confrontación jamás imaginados y saber que existe un gozo perverso dice el triste derrotero que el país toma. No aprendemos nada, tragedias vienen, tragedias van y nada importa, nada nos conmueve, la fiesta de los cachos debe seguir. Es difícil entender que se reciba una paga por matar a nuestro prójimo donde la triada se forma entre la víctima, el sicario y el que paga, sin embargo es una realidad.
Ahora en nuestro país existen sicarios de una nación, sicarios de sueños, de oportunidades, sicarios del pasado, del presente y del futuro. Sicarios que cosen a balazos al caos establecido ¡pum! Un balazo al escudo nacional, ¡pum, pum! Dos balazos a la bandera nacional, ¡pum, pum, pum! Tres balazos a las víctimas de la guerra civil, ¡pum, pum, pum, pum! Cuatro balazos a Los Acuerdos de Paz.
Tristemente estamos ante una guerra civil donde las pistolas y fusiles son los teléfonos táctiles donde destilamos odio, vulgaridad, venganza y ofensas a más no poder; que en el mundo exista una profesión donde debo ser totalmente anónimo y debo ofender a todo aquel que no piense como el que gobierna dice que somos menos que la nada, ser entes anónimos donde nuestro deber es matar ideas, rostros y sueños solo dice que tenemos los días contados para que empiece una confrontación a otra escala; se debe recordar que el salvadoreño tiene una genética violentísima y lo que sobra es deseos de empezar otro conflicto y nuevamente será el pobre quien se verá involucrado en un circo romano donde los dueños del mismo verán cómo nos despedazamos, cómo nos aniquilamos y servirá esa guerra como un poderoso distractor donde no veremos la fuga de dinero, al final, ya estamos acostumbrados a ver cómo roban ¡Qué tristeza ser tan indolentes!.
Matar a un escudo nacional y a aquellos niños que fueron robados por la guerrilla o el ejército y que Pro Búsqueda hizo hasta lo imposible por reencontrarlos con sus padres solo dice lo poco que importa el dolor de esos niños que ahora son adultos y que en sus caras se les grita que la muerte o desaparición de sus padres es una farsa.
Me aterra ver cómo nos deslizamos a un vacío, a un infinito; pareciera que la tierra y el mar tienen un final donde nuestros barcos cargados de esperanzas se hundirán y no habrá vuelta atrás y a nadie parece importar; no es el cuco quien ha carcomido los buenos oficios de los intelectuales de este país (Jamás me he considerado uno de ellos) sino el miedo y el dinero, muchos que fueron hijos de leyendas salvadoreñas o grandes estrategas durante la guerra civil vendieron su poca dignidad por unos tres mil dólares salvadoreños y no se vale azuzar a otros cuando ellos no son parte de la solución sino del problema. Sicarios en todos los ambientes, el objetivo es matar la fe, la esperanza y la caridad.
Nada es al azar, todo es ejecutado con tal precisión para lograr mantener a un país pensando en determinados problemas, cortinas de humo mientras los verdaderos problemas siguen ahí, nadie los toca, nadie habla de ellos. Ejemplos sobran: ¿Quién le meterá el colmillo a las empresas que manejan los fondos de pensiones?: A nadie parece importar, que siga ese robo silente, que sigan los juegos del hambre, que siga la estafa en pirámide sin embargo se saquearon quince millones al día por siete meses y nuevamente lo vemos como algo normal.
Sicarios de mi país, detengan esta masacre, no nos maten lo poco que tenemos, la bandera es apenas un velacho, el escudo ya no es aquel regio monumento que conocí siendo niño y que si revisamos nuestra historia todo es una farsa menos los más de ochenta mil muertos ni Los Acuerdos de Paz. Quizá se les perdonen que maten a una bandera hipócrita y a un escudo medio mentiroso pero jamás pueden matar el dolor de las víctimas de la guerra civil, pobres como yo que ofrendaron sus vidas por la nada.
*Médico salvadoreño