Por: Francisco Parada Walsh*
A la que pertenezco debo volver. Soy una asquerosa rata, chillo si no he comido, chillo si he comido. Debo roer todo lo que está a mi paso, no importa lo que sea, entre más asqueroso sea lo que comeré, más feliz soy. Sin tanto esfuerzo, soy una rata oligárquica, mi piel no es la de una cochina rata común, ocupo un traje pequeño y gris con zipper en la panza marca Gucci, muchos cuelgan en mi armario, después de usarlos los envío a la tintorería, no soy cualquier rata.
Chillo cuando tengo frente a mí, billetes; mi chirrido se vuelve insoportable, pero soy tan feliz. Soy una mugrienta rata, no aspiro a evolucionar en la cadena darwiniana, no, jamás quisiera ser una zarigüeya, soy feliz siendo la sucia rata que vive en las cloacas, esa rata que es feliz chirriando, no me importa nada; siempre seré una rata aunque mude mi mugroso traje, siempre seré la rata, la inmunda rata.
Es en esa mugrienta cloaca donde trascurre mi vida, la de mi familia y la de mis amigos, soy feliz, no, soy demasiado feliz para aspirar a algo diferente, entre ratas nos conocemos, nos basta mover los bigotes y la colita y todos sabemos quiénes somos; me importaba chirriar por comida, tiempo atrás fui famosa por el deseo de devorar el queso, hoy no, me vuelve loca el dinero, el color verde de los dólares es una droga a la que no puedo resistirme, necesito dinero, lo devoro y no me hace feliz, necesito más, poco me importa de quién es, si es el futuro de mis hijos ratitas ese no es mi problema, no, me divierte estar rodeado de grandes ratas y ratones, todos somos importantes en la cloaca, todos; a veces nos visitan ratas gordas y grasientas pidiendo nuestro apoyo para esto, para aquello y siempre me hago presente, muevo mi cola, mis bigotes asquerosos y los saludo; nada me detiene ni nada me hace más feliz que ocupar mi común chirrido para saludar a otras ratas.
Soy una gris rata, nadie me conoce, soy apenas una rata de monte pero por trastornos siquiátricos me creo una rata citadina, mi vida transcurre en un aburrimiento total pero siempre estoy atento para oler ese aroma inconfundible que tiene el dinero, quizá sea mi existencia demasiado triste, nadie me conoce, soy la rata y no lo soy, soy la rata por mi sucio aspecto y no soy la rata porque escondo algo dentro de mí que me hace ser tan inferior y es cuando salgo de mi pocilga, de mis sucios rincones y vuelco todos mis malos deseos contra todo lo bueno que exista, soy la rata y debo vivir en una cloaca.
Todos mis amigos se burlan de mí y eso en vez de volverme frágil y débil me convierte en una súper rata, nadie lo sabe, solo yo; muerdo todo lo que llega a mis filosos dientecillos pero deseo el dinero más que nada, es tras el dinero que dirijo mi vida, con la mugrosa comida que me alimento día a día soy feliz pero me preocupan mis hijos ratitas, son ellos la razón por la cual busco a otras ratas y ratones obesos, quizá siendo una rata sin futuro sean ellos los que puedan darle una oportunidad a mis hijos ratitas, no será fácil pero no tengo otra opción, debe mi vida ser un eterno chirrido con tal de buscar no el queso sino el dólar verde y asqueroso pero dinero al fin.
No soy nadie, somos miles de ratas que nos manejan a su antojo, no tenemos cerebro, todo se quedó en orejitas, colitas y bigotillos, no, no tenemos cerebro pero eso poco importa, es en esa cloaca donde todos somos iguales, nada ajeno a los Mandamientos Divinos: Ama a tu prójimo como a ti mismo que en mi mundo significa: “Ama a tu ratón como a ti mismo” y debe seguir mi asquerosa vida ratona, no, no, mis bigotes identificaron a otro ratón, tiene dinero, voy tras él.
*Médico salvadoreño