Tú, Formalina

Por: Francisco Parada Walsh*

Serás la tinta con la que escribiré mi nombre en el libro de los infiernos, si, ese libro que está a la entrada, que todos firmamos, ese requisito mórbido donde plasmaré ese nombre que no es mío cuando suba al infierno pues dudo que baje al cielo. Tú, formalina me acompañarás por siempre, por esa eternidad desconocida o falsa; te conozco desde hace mucho tiempo pero recientemente supe más de ti, eres la que de una u otra forma intentas prolongar la vida, maquillas a las animas para que parezcan bonitas, frescas y que den la impresión de que siguen en este mundo cuando tú y yo sabemos que ese cuerpo frio, tieso, repugnante y soplado  solo pertenece al diablo; tú sabes que no hay ese tal cielo, no, existe el mal y venimos a hacer el mal sino qué sentido tiene la vida de hombres comunes que el tedio los consume y prefieren revolotear sus alas y cachos para seguir fastidiando cual hemorroides humanas.

Tú, formalina, mientras  viva, deberías circular en mi torrente circulatorio en vez de esa sangre opaca y cobarde, que a pesar del sufrimiento es incapaz de hervir de valor, de coraje, de desear un mundo mejor; Tú, formalina deberías ser mi sangre, mi vida, mi todo pues no merezco una  sangre que no me sirve de nada, prefiero vivir inerte, indiferente, inmóvil como un tronco seco que no da frutos y llegado el momento de morir en vez de inyectarme formalina me transfundieran sangre y quizá poder morir en paz.

Tú, formalina,  que alargas las vidas simples y bien portadas; tú, formalina que te clavan en donde haya un espacio disponible, sin ningún argumento más que el de alargar mi cuerpo físico por uno o dos días; te lo digo claramente, no te deseo, solo sirves para que la multitud pueda verme en mis últimos momentos en el planeta Tierra Roja, pero yo no te quiero, deseo marcharme lo más pronto en busca del paraíso o del mismo infierno pero no seguir acá, todo acabó, todo; mi sangre si es que la hubo, no tuvo género, no fue mujer ni hombre sino un caldo chirle que hacía un recorrido como lo hace el tren de la basura, recogiendo desperdicios y eliminándolos de un tiro en la cabeza tal si fuera la “cosa nostra” pero todo queda ahí; nunca quiso mi sangre ser valiente, tener arrojo y defender mi alma por eso te prefiero a ti, Formalina.

Tú, Formalina que no eres hipócrita, sé que eres fría, falsa, pasajera. Mi fin está cerca y llegado ese momento debo volar, entre más rápido mejor, debo emprender ese viaje al fondo del misterio; no tengo equipaje pesado, cada día mis maletas pesan menos, menos apegos, menos traumas, menos egos y eso hará que mi vuelo sea algo normal, sin aspavientos, sin despedidas, sin rosas sino que le pido a la vida que mi estuche esté rodeado de flores negras, al final no sé si las veré, si las olfatearé, si el cuento del mundo mejor es solo un cuento y Formalina ¿Qué pasaría si existe un paraíso donde tendré la felicidad que nunca tuve?: Sería una sorpresa pero no deseo ir a un paraíso, sino a un infierno rojo, caliente como debe ser la sangre y poder ver a todos los ladrones, mentirosos, fornicadores y  tantos malandrines que parece que en este mundo todo les saldrá bien, no veo a ese dios que me repite al oído: “Portate bien” cuando aquellos pecadores empedernidos caminan con la frente en alto, trafican con el hambre, con el dolor; por eso, tú, Formalina vive en mí, ahora, no en mi muerte porque si no soy capaz de asombrarme ante la vida, menos seré ante la muerte.

Tú, Formalina, dale forma a mi vida, hoy, en este momento y no en ese futuro incierto donde de nada me daré cuenta cuando me toque entregar cuentas, no, no quiero lucir firme, rígido, tener clavada una sonrisa hipócrita en mi muerte cuando todos los que estarán alrededor de mi cuerpo flácido, están más muertos que yo.

Tú, formalina, te necesito ya, vive en mí, nada en mí y al momento de mi muerte que la sangre circule de norte a sur, de este a oeste, deseo sentir algo y qué mejor momento para sentir la verdad, la mentira, la cultura de la muerte donde importa más el ataúd que la persona fría, lejana, ausente; toma mi vida y hagamos un trato: Mientras viva en el planeta Tierra Roja que tú reines en mi vida para vivir como un ser de cera y cuando la santa muerte me agarre del buche, sea un humano, sea mi sangre caliente para vivir eternamente en ese paraíso perdido que solo existe en mi dislocada mente.

*Médico salvadoreño

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