Por MARIANA CAMEJO
Tres elecciones importantes reconfiguran hoy el mapa político de la región. La crucial se resolvió en Ecuador con el triunfo de Guillermo Lasso y sus propuestas neoliberales. Aunque se esperaba la victoria de su contrincante, Andrés Arauz, el banquero supo copar la atención y el voto de grupos emergentes que se ubican al margen de la oposición correísmo-anticorreísmo. Por un lado, ganó adeptos en organizaciones indígenas y, por otro, entre los llamados jóvenes urbanos, una dirección que Arauz desatendió, ocupado en mostrar una imagen renovada de la izquierda, mancillada por la traición de Lenín Moreno, habida cuenta que el gobierno de este último fue utilizado por la derecha para atacar a Andrés Arauz.
El panorama electoral demuestra que en los comicios de 2025, para los que el expresidente Rafael Correa se muestra optimista, los seguidores de Yaku Pérez podrían ser una fuerza decisiva y definitoria del futuro de la nación andina y que una izquierda fragmentada siempre será susceptible al voto blanco de protesta o a la reorientación hacia la derecha. Guillermo Lasso dejó a un lado el discurso polarizador y se refirió a la “unificación de todo el país”, una narrativa que le dio resultado, aun cuando lo que buscaba los más de los votantes era una respuesta contundente al neoliberalismo.
Por esa razón, los barruntos de tiempos convulsos. Las proyecciones de Lasso no tendrán respaldo popular si establece nuevas políticas neoliberales. Baste recordar las protestas de 2019, las cuales obligaron a Lenín Moreno a echar atrás las medidas de este corte. Pero dado que no podemos esperar otra cosa, los ciudadanos deberán resistir y hacer frente a los cambios que se instaurarán con Lasso y que muy difícilmente beneficiarán a las mayorías. No obstante, el mal manejo de la pandemia será el primer lastre heredado de Moreno que deberá revertir.
Para ser realmente optimistas sobre las elecciones de 2025, al correísmo le tocaría renovarse a la luz de las transformaciones políticas y sociales y, sobre todo, ampliarse para captar las demandas e intereses de los nuevos grupos emergentes, además de unificar al espectro –muy divido– de las izquierdas.
Y si de izquierdas se trata, la gran sorpresa vino de Perú. En un artículo anterior, esta comentarista escribió: “gran número de analistas tienen menos esperanzas de lo que puede significar en términos progresistas para la región y esto se debe a que todos los candidatos comulgan con el mantenimiento del sistema capitalista, sin cuestionarse lo que este conlleva de inequidad social. Pujan por el poder la vertiente socialdemócrata y la neoliberal”. Sin embargo, Pedro Castillo quedó en primer lugar para discutir la presidencia con Keiko Fujimori en la futura segunda vuelta, en junio de este año.
“Nadie lo vio venir”, se repitió en medios locales y extranjeros. Pedro Castillo ha sido calificado como el representante del surgimiento de una izquierda realmente autónoma y popular, que rompe con las resistencias neoliberales concentradas en la clase media. Esta corriente política incomoda porque “a mano y sin permiso, ‘sin big data’ y estrategias de Twitter, viene desde Los Andes profundos, siempre despreciados con racismo y clasismo, del movimiento rondero campesino y urbano, el más importante movimiento social del país, parte de Alba Movimientos en Perú, de los sectores sindicales de profesores, que han sido los más combativos y críticos al abandono neoliberal de la educación en los últimos años, y que tiene la capacidad de disputar los cerros pobres de Lima, porque habla su mismo lenguaje y lo mueven los mismos abandonos, olvidos, descontentos y esperanza”, escribió el periodista Ricardo Jiménez para América Latina en Movimiento.
Keiko Fujimori encarna todo lo opuesto. Es la hija de Alberto Fujimori, el expresidente responsable de instaurar el modelo neoliberal en Perú, con el correspondiente respaldo de la Carta Magna de la cual también es responsable, vigente desde 1993.
Precisamente la propuesta distintiva de Castillo está en la nueva Constitución. La plantea como la solución a gran parte de los problemas del país, que se alcanzaría mediante la nacionalización de los recursos estratégicos, como el gas, el agua y la electricidad.
La legitimidad del fujimorismo ha sido “golpeada” por las serias acusaciones en su contra. El expresidente está preso por crímenes de lesa humanidad y actos de corrupción cometidos en su Gobierno y Keiko se encuentra en libertad condicional aguardando juicio. El 10 de octubre de 2018 fue detenida bajo el cargo de lavado de dinero, porque en sus campañas de 2011 y 2016 –esta es la tercera vez que se postula– pudo haber recibido dinero ilegalmente de la constructora brasileña Odebrecht. En 2019 la liberaron y en 2020 la volvieron a apresar, hasta que salió bajo fianza en mayo del año pasado.
El reciente 11 de marzo, un mes antes de las elecciones, la Fiscalía pidió 30 años de cárcel para ella, acusada de crimen organizado, lavado de dinero, obstrucción a la justicia y falso testimonio. Con razón se ha hecho tendencia en Twitter la etiqueta #ConKeikoNiCagando. Un dato interesante, por cierto: de salir elegida planea indultar a su padre para que viva los últimos años junto a su familia.
Aunque Pedro Castillo todavía tiene el desafío de ganar electorado en las zonas urbanas, tal como escribe Sebastián Ochoa para Sputnik, por primera vez el país está ante la posibilidad de tener un presidente docente y campesino. Su imagen y sus propuestas le permiten identificarse con poblaciones rurales, con obreros, y también con quienes están desengañados del sistema político.
Ecuador y Perú han sorprendido en maneras muy distintas, pero lo cierto es que demuestran la pulsión entre los sectores de la derecha y las exigencias de la izquierda a favor de los derechos de las mayorías. Pero de forma significativa rezuman la importancia de que el progresismo se mantenga conectado con sus bases populares y siempre atento a nuevos reclamos, sincrónicos con las transformaciones político-sociales.
Sobre la base de esos presupuestos, en Bolivia, al Movimiento al Socialismo le corresponde analizarse y evaluar las razones que le hicieron perder los cuatro departamentos en disputa en la segunda vuelta de las regionales, por las que el propio Evo Morales anunció un proceso de evaluación y reestructuración.
Si algo más queda constatado, es la imperiosidad de la izquierda de nuclearse para concentrar votos y la necesidad de aumentar en capacidad de respuesta a las estratagemas de la derecha, que cuenta con emporios mediáticos para avalar sus acciones. La comunicación es también uno de los ejes del actual mapa político.
Fuente: Revista Bohemia