Por: Francisco Parada Walsh*
“La lucha del hombre contra el poder, es la lucha de la memoria contra el olvido”. Milan Kundera. Tristemente El Pinochini de América aparte de mentiroso, no tiene memoria, vive en un estado comatoso, crapuloso donde nadie se acuerda de lo que pasó ayer. Un país sin memoria es normal que no revise su historia, condenados eternamente a vivir en la mentira y en el olvido; todo lo que es historia poco a poco desaparece no por culpa de las autoridades sino de nosotros mismos que apelamos a una historia tan corta como lo es la letra del “Pájaro Picón” ¡Que patriotismo más bajero! Todos cantan el himno, mano en un pecho, cerveza en un pecho sin corazón o si lo hubiese, éste bombea resentimiento, odio y envidia.
Con seguridad puedo decir que será un mínimo porcentaje de jóvenes que han tenido la curiosidad de revisar el levantamiento de nuestros campesinos en 1932, el conflicto armado de los ochenta, sus causas, saber que hubo población negra en este país rojo y quizá desconocen el nombre de los catorce departamentos; todos hablamos de Minnesota, tierra que refugia a miles de salvadoreños que huyeron del hambre, nadie habla de un museo, no, esa palabra es pecado en nuestra dura realidad.
Tristemente estamos a días de olvidar a nuestros hermanos fallecidos durante la guerra civil de los ochenta, me pregunto ¿Sabían esos soldados y combatientes en qué terminaría su sangre, llanto y dolor?: No lo sabían, fueron víctimas de la mentira que este país engendra y ahora están a punto de formar parte de lo peor que le puede suceder a una nación: El olvido. Parece que El Salvador de Qué adolece de Alzheimer, pero no, se hace el olvidado cuando le conviene, y ese olvido es regado por la sangre del pobre, siempre el pobre es el actor principal en esta película de pésimo guion llamada El Salvador.
¿Dónde está nuestra memoria?: Anulada por nosotros mismos, no nos importa nada que no sea nuestra persona, condenados a vivir siempre felices de ver un desfile el 15 de septiembre, ver aviones volar, como que nos gustara la violencia y no dudo de ello, somos por esencia un país violento y no revisamos a qué se debe esa violencia, se nos olvida y sigue el pobre matando al pobre, ¡Qué tristeza! Nadie quiere guardar la historia y sobre todo los comandantes de la guerrilla, que en sus ansias de riqueza vendieron un partido a la nada, deben estos nuevos oligarcas, flacos en la guerra, marranos en la post-guerra ser llevados al paredón de la vergüenza y fusilarlos con la sangre de todos aquellos sencillos hombres, mujeres y niños que murieron creyendo que su lucha era la lucha de un pueblo y no que esa sangre sembrada ha dado grandes cosechas a tipejos que fallaron a todos los ideales por un país justo, solidario, fraterno y debe cada salvadoreño saber que si se olvida el conflicto armado los únicos culpables son esa élite que tiene sus corazones y manos manchados de sangre.
No hay más. Que más de ochenta mil personas hayan ofrendado sus vidas a la nada no se vale, y ante el descalabro sufrido en las elecciones pasadas deciden seguir al frente del frente cuando son ellos los responsables de la debacle sufrida, pero no les importa, probaron las mieles del poder y se volvieron abejas asesinas. Somos los hombres los responsables de mantener viva la memoria y no permitir que el olvido antojadizo y perverso nos destruya lo poco que va quedando de nuestra historia.
Por los vientos que soplan en invierno y desde nuestra invención , creo que sería un gozo nacional que se cambiara el himno nacional por “El pájaro Picón” o “De punta a punta” de Álvaro Torres pues si ese falso patriotismo que surge de nuestro pecho fuera un estilo de vida este país fuera diferente; quizá el alcohol es nuestro analgésico para no sufrir los dolores de patria y de parto y vivir en el olvido, sin memoria, sin un flujo sanguíneo y divino que no nos deje olvidar lo que es El Salvador.
Cada día hay menos historiadores, pareciera que es a propósito mantenerlos callados pues guardan los secretos de nuestra falta de memoria y mientras, el país se devana en una unidad de cuidados intensivos, se le intuba, se le vitamina, se le reza y nada da resultado, “El Salvador con Historia y sin Memoria” poco a poco estira las patas.
Vale la pena recordar esta profecía de George Orwell: “Mientras más se aleje la sociedad de la verdad, mas odiará a aquellos que la proclaman”.
*Médico salvadoreño