Por: Guillermo Alvarado.
La indignación crece dentro y fuera de Colombia por la brutal represión militar y policial contra la población civil, única respuesta que ha encontrado el gobierno de Iván Duque para tratar de contener la ira de decenas de miles de personas, que demandan en las calles un cambio radical en ese país.
Por lo que muestran las imágenes y los informes sobre las víctimas en estos últimos 12 días, existe un escenario de guerra donde una de las partes, las fuerzas armadas, la policía y el tenebroso Escuadrón Móvil Antidisturbios, ESMAD, descarga su poder de fuego contra civiles desarmados.
De acuerdo con un corte hecho el sábado por el Instituto Para el Desarrollo y la Paz, en los primeros diez días de manifestaciones hubo 47 personas asesinadas, 963 detenidos arbitrariamente, 12 casos de agresiones sexuales, 28 de los cientos de heridos tienen lesiones oculares y 548 están desaparecidos.
Como se puede apreciar, es un balance que se corresponde a un conflicto armado interno, donde disparan los agentes del Estado, con la complicidad de las más altas autoridades.
Organizaciones políticas y humanitarias, gobiernos, personalidades y el papa Francisco expresaron su preocupación por esta escalada de violencia gubernamental contra un pueblo que reclama su derecho a vivir con dignidad.
Se mantiene en silencio, eso sí, la Organización de Estados Americanos, cuyo cabecilla, Luis Almagro, parece estar tomando una prolongada siesta.
Colombia, como sabemos, es un territorio ocupado por el Pentágono que tiene allí por lo menos siete bases militares declaradas y un número nunca precisado de efectivos, con el pretexto de combatir el narcotráfico y el terrorismo.
Hasta ahora, como recordó el escritor Hernando Calvo Ospina, el país sudamericano se mantiene como el principal productor de cocaína y Estados Unidos es el primer consumidor. El 95 por ciento del dinero que produce este negocio ilícito se lava en bancos de la potencia norteña.
Será por eso, quizás, que a Almagro le ordenaron hacer como los famosos monos sabios: no escuchar, no mirar, no hablar.
Nada de eso detendrá la rebelión que está en marcha en la patria de Jorge Eliécer Gaitán, cuyo asesinato el 9 de abril de 1948 despertó el mayor alzamiento que se había visto hasta ahora en esa nación.
Sólo que hoy no sólo es Bogotá, porque el fuego se extendió hasta otras ciudades, entre ellas Cali, donde el ESMAD y el ejército perpetraron una carnicería y llegaron a disparar contra médicos que atendían a los heridos.
Se le termina el margen de maniobra a Duque que ya comienza a sentir la soledad que acompaña a los tiranos, cuando abren fuego contra su propio pueblo.