Por: Francisco Parada Walsh*
Será toda la raza humana. “Los cuasimodos del siglo XXI”, los jorobados por la vida y la auto satisfacción de la nada seremos todos; valdría la pena tomar medidas antropométricas a la juventud actual y compararlas dentro de unos cincuenta años, todos en un franco deterioro físico, mental y quizá lo más triste sea una pérdida total de las emociones.
Las campanas que dejarán sordos a los Cuasimodos es ese sonido que aparece ante un mensaje, alguna publicación en las redes sociales e inmediatamente revisamos el táctil para ver quién nos aprobó, a quién le disgustamos, quién es nuestro “amigo virtual”, término irrespetuoso al puente más importante que un hombre pueda construir, pues en mi verdadera vida los dedos de mi mano izquierda son hasta muchos para decir cuántos amigos tengo; el afán de protagonismo del nuevo Cuasimodo es digno de un estudio psiquiátrico pues las redes sociales no las ocupamos para aprender, sino para desaprender valores; ese “Diga”, ese “Hola” revienta, se acabaron la lengua española que fue sustituida por stickers, por videos, por la vulgaridad.
Poco a poco seremos una mezcla de zombis con cuasimodo, todos curcuchos, todos jorobados, deformes en todas las áreas de nuestra vida y como le sucedió a Cuasimodo, quedaremos sordos y solo emitiremos gruñidos y rebuznos. Se perdió el deseo de una cálida conversación, nadie quiere hablar, se le tiene miedo a la interlocución, terror a dar a conocer las verdaderas emociones, pero no, nos escondemos detrás de un pequeño dispositivo, preferimos escribir y no hablar, por ende, el pensamiento se va anulando y siquiera se escribiera correctamente pero nuevamente, aniquilamos un bellísimo idioma como es el castellano.
La adicción al táctil es similar a la adicción de la cocaína, los núcleos amiloideos se tornan de un color azul cuando se inhala la droga, lo mismo sucede cuando se enciende el táctil, de por sí el mundo es una sociedad adicta a tantas drogas y ahora tenemos niños endrogados, jóvenes que apenas emiten sonidos guturales, profesionales sometidos a la adicción sin siquiera levantar la mirada; una sociedad enferma y sin criterio es fácil presa de creer cualquier cosa que aparezca en las redes sociales; me causa tristeza ver a miles de personas caminando perdidos, su mirada fija en el dispositivo por horas, encorvados del cuerpo y del alma; poco se puede hacer pues cada vez la adicción es mayor; pido a Dios o al Diablo que me permitan leer un libro, hojear una revista, seguir escribiendo tan feliz como lo hago en este momento, recostado en un sofá reclinable, con un foco en la cabecera que ilumina el teclado y mi mente y empezar a armar oraciones, a darle vida a una página en blanco, a que cada palabra se amarre con la otra como se amarran los elefantes con sus trompas, ese es mi gozo particular, es mi mundo ver a través de la ventana las montañas de Honduras, tener a un gato como corrector, ante cada error de ortografía es el gato que miaga y me advierte que debo corregir, ese es mi gozo.
Deberíamos ser un mundo culto con tantos conocimientos de los que disponemos pero ha sucedido todo lo contrario; “El Hombre Mediocre” de José Ingenieros se manifiesta en su plenitud al buscar el anonimato, esos aires de importancia de no tener tiempo para atender una llamada telefónica, la burla como forma de ataque al adversario, la bajeza y la vulgaridad en los comentarios, todo esto nos llevará sin duda alguna a que de a poco iremos perdiendo francas habilidades cognitivas y seremos no solo jorobados del cuerpo sino del espíritu. Legión de legiones, legión de ignorantes, sin criterio, sin juicio, sin argumentos, creyentes de un “Amén” que según ellos los vuelve seres piadosos cuando sabemos que todo es mentira, nuestro actuar es tan diferente al pensar y la joroba crece y el cerebro se empequeñece.
Los Cuasimodos del siglo XXI, hombres, mujeres, ancianos, jóvenes y niños condenados al fuego eterno de la ignorancia y de una falsa educación donde el próximo eslabón perdido será las falanges de una mano. Recuerdo cuando daba clases de mentiras a médicos de verdad, les decía que el futuro no es de quien teclee más rápido sino del que tenga callos en el cerebro de tanto leer, de tanto estudiar.
Admiro al joven acucioso que aun disfruta un libro, que lo ama, que lo lee, que le extasía el olor que un libro nuevo produce, esa exquisitez de leer y no querer terminar nunca pues en ese libro hicimos amistad con todos los personajes ¡Tenemos amigos verdaderos! ese lector que lo pone en su mesa de noche con todo el cariño del mundo, libro y lector se dan las buenas noches, a seguir la conversación al siguiente día. Especies ya por extinguirse.
*Médico salvadoreño