(Segunda parte, 30 de octubre de 2020).
Por: Francisco Parada Walsh*
Nuevamente las redes sociales se inundad de fotos de jóvenes y adultos, el común denominador: Todos desaparecidos, se los tragó la tierra roja de este país rojo por tanta sangre azul y blanco derramada.
La tragedia que se vive en El Salvador de los Desaparecidos pareciera que pertenece a un estamento no social sino inhumano donde a nadie, a nadie le importa. Cuando observo fotos de jóvenes que su familia publica pareciera que no hay estado que brinde la seguridad adecuada, cifras frías como las patas de un muerto, nadie dice nada, esto es vergonzoso. Demasiado.
Que un hijo o hija nunca sea encontrada dice mucho del rumbo de la seguridad del país ya que demuestra el rumbo perdido y el naufragio de las autoridades de seguridad. Que cada día aparezca una fotografía de un salvadoreño y que todos volteemos la mirada hacia otro lado solo demuestra el nivel de la indolencia e incapacidad de las autoridades que nos gobiernan.
Tristemente si no hay un cuerpo no hay delito, no hay estadísticas. Si no hay cuerpo ni cabeza, no hay autoridades. Sin embargo será El Salvador de los Desaparecidos el primer país en el mundo que tendrá que empezar a tabular a cada salvadoreño desaparecido, ese es un trabajo vergonzoso donde lo importante es vender una imagen al mundo donde los índices de homicidios han disminuido gracias al “Plan Control Territorial”; si no fuera por la investigación de El Faro sobre la tregua arreglada entre gobierno y grupos delincuenciales sería como vivir en Disney Land, un cuento de hadas donde la eternidad y el gozo es lo que se ofrece al visitante; pero debemos entender que se nos están muriendo jóvenes, señoritas, estudiantes y ¿Qué dice el gobierno que desgobierna?: ¡que siga la fiesta! No puedo entender qué significa para un angustiado padre buscar a su hija de hospital en hospital, morgue en morgue, delegaciones policiales y nadie dice nada; ir a Medicina Legal y encontrar los postes del tendido eléctrico y las puertas tapizadas de fotos de jóvenes que sus familias buscan desesperadamente solo dice que estamos ante un estado fallido que le falló a los suyos.
No puedo olvidar la foto de un señor de cincuenta y siete años de edad que su familia busca desesperadamente, ¿Quién debe responder por esta nueva modalidad de crimen?: Son estos cobardes y mentirosos que están frente a las carteras de seguridad, sus prioridades es cargar camastrones, tomarse la foto más “cool, este es el ministro de defensa que mientras descuartizan a una joven él luce impávido, ¡Renuncie! ¡Renuncie! Porque no tiene la capacidad de estar al frente de un ministerio que solo sirve para bla, bla, bla; ¿Cómo pueden ser tan indolentes?: Ese es El Salvador de los Desaparecidos donde día a día aparece una foto de un salvadoreño desaparecido y tan indolentes somos como sociedad que la muerte de un joven lo vemos, lo aceptamos como algo normal, algo cotidiano. Cuando una sociedad permite que su mejor gente muera estamos condenados al infierno, cuando muere un joven muere nuestro futuro, son ellos los que en esa carrera de la vida deben recibir la estafeta de nuestras manos para que sean ellos los que luchen, cumplan sus sueños.
El drama que vive una familia que tiene una hija desaparecida es indescriptible, la desaparición es la nueva forma de ocultar la verdad: No es el país que me quieren hacer creer que es, al contrario, cada día el crimen se convierte en una estructura del estado. Solo pienso en que corro en una pista de atletismo y debo entregar mi patria, mis luchas, mis miedos, mis sueños a un joven que me sigue sin embargo cuando vuelvo la mirada hacia atrás no hay nadie siguiéndome, no hay ni habrá relevos para los viejos orejas peludas; eso es gravísimo, quien me sigue es una bandera y un escudo lloroso quienes exigen que no olvidemos este nuevo drama que vive el conglomerado salvadoreño: La desaparición.
Siempre me pregunto o intento entender algo poniéndome en el lugar de una madre, de un padre, de un hijo que desesperadamente busca a su madre, ¿Qué le podemos decir?: ¡Nada! Somos un conglomerado que olvida todo pero olvidar o querer parecer que los desaparecidos no son una realidad solo dice lo enferma de nuestra sociedad. Un país que permite que jóvenes sean arrebatados a la vida está condenado a sufrir, a peregrinar, a llorar. Realmente es duro ver en las redes sociales la foto de una joven, una madre; siempre hay alguien que vio, que sabe algo; no hay crimen perfecto, sin embargo en El Pinochini de América sí lo hay. ¡Desaparecidos todos, salvadoreños y autoridades!
*Medico salvadoreño